Por Marcelo Troncoso (*)
Introducción.
Las
Islas Malvinas ubicadas al sudeste de la Argentina en el océano Atlántico
sudoccidental y pertenecientes a la plataforma continental argentina, ocupan un
lugar estratégico geopolíticamente hablando, al encontrarse en las cercanías
del continente americano y de la Antártida: “Este
archipiélago está situado en el océano Atlántico, a unos 550 km al este de Río
Gallegos. Está formado por dos islas mayores: la Gran Malvina o isla
Occidental, y la Soledad o isla Oriental, separadas por el estrecho de San
Carlos. Hay, además, numerosas islas menores e islotes. Geográficamente forman
parte del territorio argentino por estar asentadas sobre su plataforma
submarina. Las islas Malvinas están formadas por rocas de la era Paleozoica,
especialmente sedimentos devónicos y pérmicos, estos últimos de origen
glaciario. Su relieve es levemente ondulado, con colinas bajas separadas por
valles donde se acumulan los escombros procedentes del desgaste, y que a consecuencia
de un proceso de descenso epirogénico han sido parcialmente invadidos por el
mar, originando una costa de rías. En la isla Occidental o Gran Malvina se
elevan el monte Adam (698 m), Beaufort (680 m) y María (669 m), en la parte
norte, en tanto que hacia el extremo sur las alturas son mucho menores (monte
Young, 338 m). En la isla Oriental o Soledad se levantan las colinas de Wicham,
con el cerro Usborne de 684 m. El clima es frío oceánico, y las islas están
bañadas por la corriente fría de las Malvinas. La temperatura media anual es de
6° C, y los vientos son muy fuertes, soplando del oeste y sudoeste. Las lluvias
son superiores a 500 mm anuales. La vegetación natural se caracteriza por la
falta total de árboles; hay solamente arbustos y hierbas[1]”.
Las Islas Malvinas son reclamadas por nuestro país
debido a que la Argentina se considera heredera natural de todos los
territorios que dependían de España y que luego fueron parte de Buenos Aires.
Por esta y por otras razones, como la de que la población de las islas no
constituye un pueblo autóctono, puesto que ha sido una población implantada
ilegalmente por Inglaterra, nuestro país exige que se le reintegren las islas
desde el siglo XIX. Las reivindicaciones continuaron durante el siglo XX y XXI.
Pero es durante el siglo XX, cuando la Argentina
obtiene un gran resultado en la década de los años sesenta. La Resolución 2065
de las Naciones Unidas reconoce la existencia de una disputa entre la República
Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte por la soberanía
sobre las Islas Malvinas descriptas en el párrafo anterior. La Resolución alienta
a las dos partes a comenzar a negociar la cuestión de fondo, aclarando que es necesario
tener en cuenta los intereses de la población isleña, en cualquier futuro
acuerdo al que se logre arribar, pero sin afectar el principio de “integridad
territorial”.
En la citada Resolución, se toman en cuenta los
“Informes del Comité Especial encargado de examinar la situación con respecto a
la aplicación de la Declaración sobre la concesión de la independencia a los
países y pueblos coloniales concernientes a las Islas Malvinas (Falkland
Islands) y en particular las conclusiones y recomendaciones aprobadas por el
mismo relativas a dicho Territorio[2]”.
Asimismo, teniendo en cuenta la discrepancia entre el Reino Unido de Gran
Bretaña y la República Argentina, apremiaba a ambos gobiernos, “a proseguir sin
demora las negociaciones recomendadas por el Comité Especial encargado de
examinar la situación con respecto a la aplicación de la Declaración sobre la
concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales a fin de
encontrar una solución pacífica al problema, teniendo debidamente en cuenta las
disposiciones y los objetivos de la Carta de las Naciones Unidas y de la
Resolución 1514 (XV) de la Asamblea General, así como los intereses de la
población de las Islas Malvinas (Falkland Islands)[3]”.
Surgía así, un posible marco de negociación para un
conflicto que llevaba casi 133 años en ese momento. El contexto mundial era el
de la descolonización de países africanos y asiáticos y la aprobación de la Resolución
1514, que establecía que el domino extranjero sobre un territorio era contrario
a los derechos humanos y a la Carta de las Naciones Unidas. En la Resolución,
se resaltaba “la necesidad de crear condiciones de estabilidad y bienestar y
relaciones pacíficas y amistosas basadas en el respeto de los principios de la
igualdad de derechos y de la libre determinación de todos los pueblos, y de
asegurar el respeto universal de los derechos humanos y las libertades
fundamentales para todos sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma
o religión, y la efectividad de tales derechos y libertades”.
Por otra parte, las Naciones Unidas reconocían,
“los crecientes conflictos que origina el hecho de negar la libertad a esos
pueblos o de impedirla, lo cual constituye una grave amenaza a la paz mundial”,
y que le corresponde a dicha organización “favorecer el movimiento en pro de la
independencia en los territorios en fideicomiso y en los territorios no
autónomos”, y “poner fin rápida e incondicionalmente al colonialismo en todas
sus formas y manifestaciones”. En ese aspecto la Resolución es contundente en
el sentido que declara lo siguiente:
“1. La sujeción de pueblos a una subyugación,
dominación y explotación extranjeras constituye una denegación de los derechos
humanos fundamentales, es contraria a la Carta de las Naciones Unidas y
compromete la causa de la paz y de la cooperación mundiales.
2. todos los pueblos tienen el derecho de libre
determinación, en virtud de este derecho, determinan libremente su condición
política y persiguen libremente su desarrollo económico, social y cultural. (…)
5. En los territorios en fideicomiso y no autónomos
y en todos los demás territorios que no han logrado aún su independencia,
deberán tomarse inmediatamente medidas para traspasar todos los poderes a los
pueblos de esos territorios, sin condiciones ni reservas, en conformidad con su
voluntad y sus deseos libremente expresados, y sin distinción de raza, credo,
ni color, para permitirles gozar de una libertad y una independencia absolutas.
6. Todo intento encaminado a quebrantar total o
parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es
incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones
Unidas.
7. Todos los Estados deberán observar fiel y
estrictamente las disposiciones de la Carta de las Naciones Unidas, de la
Declaración Universal de Derechos Humanos y de la presente Declaración sobre la
base de la igualdad, de la no intervención en los asuntos internos de los demás
Estados y del respeto de los derechos soberanos de todos los pueblos y de su
integridad territorial[4]”.
El Comité Especial de Descolonización, creado en el
año 1961 por la Asamblea General, reconoce al archipiélago de las Malvinas como
un territorio no autónomo, es decir, dependiente de una potencia colonial y,
por lo tanto, sujeto a descolonización. A partir de ese momento, dicho
organismo es el encargado de monitorear la evolución de la cuestión. Como
consecuencia de dichas resoluciones, el gobierno argentino invitó a negociar a
su par británico. La respuesta fue positiva y sin poner ninguna condición
previa. La primera ronda de negociaciones fue desarrollada en el mes de julio
de 1966 en la ciudad de Londres. Una segunda ronda, se llevó a cabo a fines del
mes de noviembre y comienzos de diciembre en el mismo lugar.
Todo resultaba alentador; el gobierno británico
estaba dispuesto para acordar “una transferencia de soberanía” en el largo
plazo. Previamente proponía mejorar las condiciones de vida en las islas con la
participación argentina, además de las comunicaciones con el continente. Durante
el año 1967, muchas reuniones informales y formales incluyeron el tema “Islas Malvinas”
en la agenda de negociaciones.
En el año 1968, los acuerdos eran muchos y se
negociaba un documento que fijara un horizonte definitivo. Los negociadores
elaboraron para el 14 de agosto de 1968, un Memorándum de Entendimiento, que
fue aprobado en todo por las autoridades argentinas, pero no por las británicas[5]. Cuando
se filtró su contenido, hubo resistencias en el Parlamento británico y el
gobierno tuvo que enfrentar varios problemas internos, además muchos medios
británicos hicieron lobby para que el proyecto fracasara. El acuerdo era muy
claro en sus alcances: "el objetivo común es solucionar
definitivamente y en forma amistosa la disputa sobre la soberanía, teniendo
debidamente en cuenta los intereses de la población de las Islas." (…)”…
los dos gobiernos se proponen realizar rápidos progresos con medidas prácticas
para promover la libertad de comunicación y movimiento entre el territorio
continental y las Islas en ambas direcciones, de un modo que estimule el
desarrollo de vínculos culturales, económicos y otros[6]".
La
consecuencia fue el abandono total de las negociaciones sobre la soberanía. El
año siguiente transcurrió en reuniones que buscaban desarrollar un nuevo
enfoque, mucho más fundado en cuestiones prácticas que en temas de fondo. El día
1 de julio de 1971, se firmó una Declaración Conjunta que buscaba facilitar las
comunicaciones entre el continente y las islas, el movimiento de bienes y
personas y, además pretendía intercambios culturales y educativos, facilidades
sanitarias y hospitalarias; entre los principales puntos. Pero, cada parte
mantenía su posición en cuestiones de soberanía.
Como
la cuestión de fondo no avanzaba, el gobierno argentino comienza una tarea
diplomática que termina coronada con un amplio respaldo internacional, reflejado
con la Resolución 3160 del año 1973: “Recordando su resolución 1514 (XV) de 14
de diciembre de 1960, que contiene la Declaración sobre la concesión de la
independencia a los países y pueblos coloniales.
Recordando
asimismo su resolución 2065 (XX) de 16 de diciembre de 1965, que invita a los
Gobiernos de la Argentina y del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte
a proseguir sin demora las negociaciones recomendadas por el Comité Especial
encargado de examinar la situación con respecto a la aplicación de la
Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos
coloniales a fin de encontrar una solución pacífica al problema de las Islas
Malvinas (Falkland) teniendo debidamente en cuenta las disposiciones y los objetivos de la Carta de las Naciones
Unidas y de la resolución 1514 (XV) así como los intereses de la población de
las Islas Malvinas (Falkland).
Gravemente
preocupada por el hecho de que han transcurrido ocho años desde la adopción de
la resolución 2065 (XX) sin que se hayan producido progresos sustanciales en
las negociaciones.
Consciente
de que la resolución 2065 (XX) indica que la manera de poner fin a esta
situación colonial es la solución pacífica del conflicto de soberanía entre los
Gobiernos de la Argentina y del Reino Unido con respecto a dichas islas”.
La
Resolución recoge la preocupación del Comité de Descolonización y de la
Asamblea General de las Naciones Unidas por la notable falta de progresos sobre
la cuestión de fondo, sobre todo habiendo transcurrido ya ocho años desde la
resolución anterior, por lo que expresa lo siguiente:
“2.
Declara la necesidad de que se aceleren las negociaciones previstas en la
resolución 2065 (XX) de la Asamblea General entre los Gobiernos de Argentina y
del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte para arribar a una solución
pacífica de la disputa de la soberanía existente entre ambos sobre las Islas
Malvinas (Falkland);
3.
Insta en consecuencia a los Gobiernos de la Argentina y del Reino Unido a que,
de acuerdo con las prescripciones de las resoluciones pertinentes de la
Asamblea General, prosigan sin demora las negociaciones para poner término a la
situación colonial[7]”.
A
partir de la década de los años ’70, queda cada vez más claro que el gobierno
del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, no tiene ninguna voluntad
para discutir sobre la soberanía de las Islas Malvinas, y comienza a introducir
el argumento del respeto a “los deseos” de la población de las islas en toda
negociación. En los hechos, eso significa que aparece un tercer interlocutor en
la disputa.
En
el año 1981, el Departamento de Investigación del Foreign & Commonwealth
llega a la conclusión que todos los argumentos británicos son verdaderamente
endebles y, que lo único que puede mostrar son los 148 años de ocupación
permanente y efectiva. Por tanto, la “autodeterminación” de la población se
convierte en una razón atractiva para sostener, siendo actualmente, uno de los
cuatro pilares que sostienen la relación con los Territorios de Ultramar, según
el “The Overseas Territories. Security, Sucess y Sustainability” o también
conocido como el “Libro Blanco” del año 2012.
El principio de autodeterminación, según el derecho internacional,
puede ser analizado según su dimensión interna o externa. En lo externo,
incluye el derecho a la secesión de la metrópoli y a la independencia en los
casos de descolonización. En lo interno se aplica en aquellos casos donde se
busca preservar la identidad, la diversidad cultural y cierta autonomía de
gobierno para la toma de decisiones. Es aplicado para los casos de los pueblos
indígenas u otras comunidades bien diferenciadas, que habitan al interior de
los Estados nacionales, pero no puede ser aplicado al caso de las Islas
Malvinas: “En primer lugar porque si se aplicara,
efectivamente se violaría el principio de integridad territorial: las Islas
Malvinas forman parte del territorio argentino. Al proclamarse la independencia
de España, en aplicación del principio del uti possidetis iuris,
Argentina heredó todos los territorios que anteriormente formaban parte de la
colonia española, incluidas, lógicamente las islas. La aplicación de principio
de libre determinación de la población implicaría el “quebrantamiento de
la unidad nacional y la integridad territorial” de Argentina. El caso de las
Islas Malvinas es similar al caso de Gibraltar, que involucra a España y el
Reino Unido: Gibraltar forma parte de la integridad territorial española, como
las Islas Malvinas forman parte de la integridad territorial argentina (…).
En segundo lugar, porque los habitantes de las
islas Malvinas no constituyen un pueblo sometido a subyugación,
dominación colonial ni explotación extranjera, como señala el párrafo 1 de la
resolución 1514, sino que son ciudadanos ingleses, es decir, ciudadanos de la
potencia ocupante. Se trata de población británica trasplantada al territorio
con la intención de establecer una colonia. Si se reconociera que los
habitantes de Malvinas son titulares del derecho de libre determinación se
estaría legalizando una situación que comenzó claramente siendo ilegal, por el
mero paso del tiempo; se estaría transformando una posesión ilegítima
establecida por la fuerza, en una soberanía plena. Este argumento se refuerza
con lo que establece la Resolución 2065 antes citada, al referirse a los
“intereses” de la población y no a sus “deseos”. Gran Bretaña debe descolonizar
las islas, aunque la población de las mismas desee continuar bajo dependencia
británica. Se trata de un territorio colonial y no de un pueblo colonizado[8]”.
Con respecto al referéndum desarrollado
en las Islas Malvinas los días 10 y 11 de marzo de 2013, la pregunta era: ¿Desea que las islas Malvinas mantengan su estatus
político actual como un territorio británico de ultramar? Con ello, el entonces
Gobernador Nigel Haywood pretendía resolver el problema para siempre, mostrando
a la Argentina que los habitantes no querían ser parte de ella. En el
acto eleccionario votó el 90,8 % del padrón electoral habilitado. El resultado
fue: por el sí sufragó el 99,83% y hubo tres votos por el no. Eso demuestra una
gran movilización, ya que la no participación fue mínima y los votos negativos,
representan una proporción insignificante.
Cabe
aclarar que “uti possidetis iuris”,
significa “posesión que procede conforme a derecho”. En el caso del Derecho
Privado, es la de un propietario de un inmueble, y en lo que concierne a
nuestro tema, en el Derecho Internacional Público, es la posesión de los
Estados sobre los territorios que geográficamente o históricamente les
pertenecen. La cuestión es que los isleños no son “un pueblo” en sentido
jurídico, sino que son una población británica en una colonia o territorio de
ultramar. Ellos mismos lo afirmaron con ese referéndum. Vale aclarar, que la
Resolución 2065, pide que en cualquier proceso de negociación sean reconocidos algunos
elementos de autodeterminación interna como, por ejemplo, cierta autonomía y
garantías para el respeto a su modo de vida e idioma.
El
objetivo de la siguiente ponencia es demostrar las razones históricas por las
cuales los malvinenses son una “población trasplantada” y que el principio de
autodeterminación no es aplicable a ellos, porque atentan contra la unidad
territorial nacional argentina por lo que deben acatar el marco establecido por
las diferentes Resoluciones emanadas de la Asamblea General de las Naciones
Unidas.
Un
territorio próspero.
No
es el objetivo del trabajo repasar los argumentos del reclamo de soberanía, ni
mencionar la toma de posesión del día 6 de noviembre de 1820. Tampoco recordar
al coronel David Jewet, al teniente coronel Guillermo Mason y al comandante
Pablo Areguati, todos nombrados como autoridades nacionales en las Islas
Malvinas. Tampoco se realizará un análisis pormenorizado de la ocupación
francesa e inglesa durante el siglo XVIII, especialmente cuando en 1774 los
ingleses se retiran de las islas, y pasan a manos españolas hasta 1810. Entre
1810 y 1820, las islas se quedaron sin autoridades hasta que el gobierno de las
Provincias Unidas del Río de la Plata toma posesión ese año.
El recorte temporal elegido comienza el día 10 de junio de 1829, cuando el
gobierno bonaerense crea la Comandancia Política Militar de las Islas Malvinas,
Cabo de Hornos e Islas Adyacentes: “Cuando por la gloriosa revolución de 25 de mayo de 1810 se separaron
estas provincias de la dominación de la Métropoli, la España tenía una posesión
material de las Islas Malvinas y de todas las demás que rodean el cabo de
Hornos, incluso las que se conoce bajo la denominación de Tierra del Fuego,
hallándose justificada aquella posesión por el derecho de primer ocupante, por
el consentimiento de las principales potencias marítimas de Europa, y por la
adyacencia de estas islas al continente que formaba el Virreinato de Buenos
Aires, de cuyo gobierno dependían. Por esta razón habiendo entrado el Gobierno
de la República en la sucesión de todos los derechos que tenía sobre estas
provincias la antigua Métropoli y de que gozaban sus virreyes ha seguido
ejerciendo actos de dominio en dichas islas, sus puertos y costas; a pesar de
que las circunstancias no han permitido hasta ahora dar a aquella parte del
territorio de la República la atención y cuidados que su importancia exige.
Pero siendo necesario no demorar por más tiempo las medidas que puedan poner a
cubierto los derechos de la República haciéndole al mismo tiempo gozar de las
ventajas que pueden dar los productos de aquellas islas y asegurando la
protección debida a su población, el Gobierno ha acordado y decreta:
Artículo 1°: Las islas Malvinas y las
adyacentes al cabo de Hornos en el mar Atlántico serán regidas por un
comandante político y militar nombrado inmediatamente por el Gobierno de la
República.
Artículo 2°: La residencia del
comandante político y militar será en la isla de la Soledad y en ella se
establecerá una batería bajo el pabellón de la República.
Artículo 3°: El comandante político y
militar hará observar por la población de dichas islas, las leyes de la
República y cuidará en sus costas de la ejecución de los reglamentos sobre
pesca de anfibios.
Artículo 4°: Comuníquese y publíquese.
Martín Rodríguez Salvador María del
Carril. Esta conforme Francisco Pico (Firma y rúbrica)[9]”.
Es un intento de dotar de autoridades civiles al territorio y a la zona,
nombrándose como primer gobernador civil a Don Luis Vernet. Fue la mejor
opción, ya que era un comerciante que había recibido una patente para fundar un
establecimiento. Un mes después, parte desde Buenos Aires el nuevo gobernador
con su esposa, sus tres hijos, junto a muchos colonos y peones de servicios. En
total, unas 100 personas. El grupo que viaja está formado por 15 colonos ingleses y
sus familias; 23 de origen alemán y sus familias; además de muchos gauchos
rioplatenses (mestizos, pardos e indígenas), poco menos de la mitad del total
de viajeros.
El día 8 de agosto del mismo año, el cónsul inglés en Buenos Aires, Woodbine
Parish protesta por el decreto anterior y alega por la soberanía de su país
sobre las islas. Es curiosa su actitud, ya que al firmarse el Tratado de
amistad, comercio y navegación no hay ningún reclamo expreso sobre las islas. Anteriormente,
el día 2
de febrero de 1825, los gobiernos de las Provincias Unidas del Río de la Plata
y del Reino Unido, firman un tratado internacional que reconoce la
Independencia de nuestro país y regula la relación entre ambos Estados,
estableciendo la libertad de comercio y navegación y culto para ciudadanos
ingleses. Con la llegada de Vernet a la Isla Soledad, comienza una nueva etapa,
y bautiza como Puerto Luis al poblado existente, y cuando toma posesión de su
cargo proclama: “El
Comandante político y militar nombrado por el Superior Gobierno de Buenos
Aires, en conformidad con el decreto de 10 de junio que acabo de haceros
público, ha elegido este día aniversario de Santa Rosa de Lima, patrona de la
América, y para ejercer de nuevo un acto formal de dominio que tiene la
república de Buenos Aires sobre estas islas Malvinas, las de Tierra del Fuego y
sus adyacentes y demás territorios desde donde acaba el de la comandancia de
Patagones, hasta el cabo de Hornos; y al efecto ha enarbolado en este día el
pabellón de la República saludándolo en la mejor forma que permite el naciente
estado de esta población.
El Comandante espera que cada uno de
los habitantes dará en todo tiempo de subordinación a las leyes, viviendo como
hermanos en unión y armonía a fin de que con el incremento de población que se
espera y que el Superior Gobierno ha prometido fomentar y proteger nazca en su
territorio austral una población que haga honor a la República cuyo dominio
reconocemos ¡Viva la patria![10]”.
La
pequeña aldea crece con nuevas construcciones: más casas particulares, un
almacén, un saladero y galpones para almacenar productos. También trae cuatro
cañones y armas para la defensa territorial. Promueve la exportación a Buenos
Aires, de cueros de vaca, lobos marinos y focas, carnes saladas, sebo y pescado
en salmuera, y la pesca de la merluza. Varias embarcaciones, al mando de Mateo
Brisbane y Emilio Vernet, aseguran las comunicaciones internas y externas.
También
se dedica a cartografíar las islas, a fomentar la llegada de nuevos colonos y a
entregar amplias parcelas de tierra para aquellos que lo soliciten. Para
administrar mejor el territorio, lo divide en 11 secciones y pone un
funcionario responsable al frente de cada una de ellas. Las medidas
progresistas van acompañadas por leyes que impiden la caza y la pesca de manera
indiscriminada. Para ello, el gobierno del archipiélago, impone un impuesto a
los buques balleneros y pesqueros, que operan en la zona.
Después
de haber desoído todas las advertencias, son apresadas las goletas
"Harriet"y "Superior", de bandera estadounidense, que
realizaban tareas sin permiso gubernamental. Su carga es decomisada y pocos
días después la segunda es liberada, luego de aceptar por escrito el derecho de
las autoridades a imponer limitaciones y multas. En cambio, el capitán Gilbert
Davidson de la “Harriet” se niega y es enviado a Buenos Aires para ser juzgado.
El
día 19 de noviembre de 1831 arriba a destino, llevando a bordo al propio Vernet
y su familia. El entonces encargado de negocios estadounidenses George Slacum, protesta
ante el gobierno rosista y acusa a las autoridades isleñas de actos de
piratería. En realidad, el cónsul en funciones, que era John Forbes, había
enfermado gravemente y fallecido poco tiempo antes. Entonces, asume el
encargado de negocios, pero no tenía la autoridad para ocuparse de la cuestión
y debería haber esperado instrucciones o la designación de un sucesor. El
Ministro de Relaciones Exteriores, Tomás de Anchorena lo recibe, desestima sus
argumentos y se niega a seguir discutiendo con alguien que no era competente
para tratar la cuestión.
Desairado
el funcionario extranjero, se pone en contacto con el capitán Silas Duncan, al
mando de la corbeta de guerra estadounidense "Lexington", que era
parte del escuadrón que patrullaba el Atlántico Sur y circunstancialmente
estaba en el puerto de Buenos Aires. El funcionario amenaza con implementar un
escarmiento sobre las autoridades isleñas, si el capitán lobero y su barco no
eran liberados inmediatamente. El gobierno rosista se niega.
El día 9 de diciembre, llega el buque de guerra
estadounidense a Puerto Luis con el capitán Davidson a bordo, que oportunamente
había escapado. A la mañana siguiente desembarcan tropas que recuperan las pieles decomisadas, clavan los cañones que
defendían al pueblo, queman los depósitos de pólvora y destruyen las barracas
de las tropas; es decir que provocan grandes daños. No se salvan ni las casas
de civiles ni las huertas de cultivo. La población estaba compuesta por más de
120 habitantes, de los cuáles los hombres eran 30 negros, 30
porteños, 28 inmigrantes angloparlantes y 7 germanoparlantes y 25 soldados de la guarnición permanente.
Abandona la población el día 21 de enero de 1832, declarando que no
existe ninguna autoridad en las islas, ni existe soberanía por parte de ningún
Estado (“res nullius”, cuyo significado es cosa de nadie o sin dueño que puede
ser apropiada por el primero que la toma o la ocupa, según el derecho
internacional). Lleva prisionero a Mateo Brisbane, Gobernador delegado y a 6
personas más, acusándolos de actos de piratería. Posteriormente, todos son
liberados.
El día 8 de febrero, la corbeta “Lexington” llega al puerto de
Montevideo y comunica al gobierno rosista lo actuado. Comienza una intensa
negociación diplomática. Por un lado, las autoridades nacionales exigen
reparación y disculpas, mientras que las autoridades estadounidenses, avalan lo
actuado y desconocen a la Comandancia de Malvinas. Finalmente, el día 3 de
septiembre el Ministro de Relaciones Exteriores Manuel Vicente Maza, expulsa al
nuevo cónsul estadounidense Francis Baylies y, por los próximos 11 años no hay
relaciones entre ambos estados.
La situación estaba enrarecida. Luis Vernet afirma que está arruinado y
negocia ayuda del gobierno rosista o una reparación de las autoridades
estadounidenses. Mientras tanto, el día 10 de septiembre es nombrado nuevo
Comandante Político y Militar, el mayor Esteban José Francisco Mestivier. El día
15 de noviembre, llega la goleta de guerra "Sarandí" a Puerto Luis,
al mando del teniente coronel de marina José María Pinedo, con el nuevo
gobernador militar Mayor Mestivier, su esposa, el teniente primero José Antonio
Gomila y 25 soldados de guarnición. Una semana después, el buque sale de
recorrida por el archipiélago.
Dos semanas más tarde, el Sargento Manuel Sáenz Valiente y 6 soldados se
amotinan. Enfrentan al Gobernador y lo asesinan, mientras su esposa daba a luz
a su primer hijo. Luego de amedrentar a los habitantes de la aldea, matan a un
colono de origen francés y a su esposa, para luego robar caballos y huir al
interior de la isla. Una sensación de inseguridad y anarquía reinaba en el
ambiente, ante la pasividad del teniente primero Gomila. El cuadro urbano de
Puerto Luis, aumentaba ese sentimiento. La acción del capitán Duncan había
provocado la destrucción de muchas casas de piedra, el abandono de las huertas,
las veredas de piedra llenas de pasto y el templo de la iglesia semidestruído.
Solamente, un pequeño puñado de pobladores desanimados daba vida al lugar, bajo
las órdenes de Juan Simón, el francés que era el capataz designado por Vernet.
Varios gauchos y la tripulación de la goleta francesa “Jean Jacques”,
recorre las colinas cercanas a Puertos Luis y apresa a los asesinos. El capataz
Juan Simón ordena que se los engrille y se los ponga presos. El día 30 de
diciembre, regresa la goleta al puerto y se encuentra con la novedad del motín
y el clima de intranquilidad que hay en la colonia. El Teniente Coronel Pinedo
se dedica a recomponer la cadena de mando y a llevar tranquilidad a la
población. Posteriormente recibe a los amotinados e inicia un sumario, que será
la base para el Tribunal Militar que lo juzgará en Buenos Aires. Un tribunal militar
juzga al Sargento Sáenz Valiente y lo condena a muerte, luego de amputarle la
mano derecha. Sus 6 compañeros, el Sargento Segundo José María Díaz, el Cabo Primero
Francisco Ramírez, los soldados Bernardino Cáceres, Juan Antonio Díaz, José
María Suárez y Juan Moncada, también son condenados a la pena máxima. La
sentencia se cumple el día 8 de febrero de 1833, en la actual Plaza Lavalle de
la ciudad de Buenos Aires. En tanto, al
teniente primero Gomila lo condena a dos años con media paga en algún fortín de
la Provincia de Buenos Aires a su elección.
La usurpación.
Cuando es creada la Comandancia Político Militar del Malvinas en el año
1829, se envía una nota de protesta el 8 de agosto de 1829, al entonces cónsul
británico en Buenos Aires. El Secretario del Exterior lord Abeerdeen, le
escribe a Parish una carta con instrucciones sobre cómo proceder en el tema
Malvinas. En una parte de ella, enuncia el interés estratégico: “El gobierno
inglés se da cuenta de la importancia creciente de estas islas; los cambios
políticos ocurridos en Sud América y la naturaleza de nuestras relaciones con
los diversos Estados de que se compone, unido a nuestro extenso comercio en el
Océano Pacífico, hacen altamente deseable la posesión de algún punto seguro
donde nuestros buques puedan abastecerse y, si es necesario, carenarse. En la
posibilidad de hallarnos empeñados en una guerra en el Hemisferio Occidental, tal
estación será casi indispensable para poder continuarla con éxito... [11]”.
El interés británico sobre las Islas Malvinas, había quedado congelado
por los distintos acuerdos con el Reino de España y la coyuntura internacional de
la época, pero ahora parecía reflotarse. El proceso de Independencia de las Colonias
de América del Norte contra Inglaterra, la lucha contra la Revolución Francesa y
el Imperio Napoleónico, sumado a la formación de la Santa Alianza “impidió” al
gobierno británico ocuparse del archipiélago entre 1770 y 1825 aproximadamente.
En el primero caso, en las trece colonias en América del Norte, Inglaterra se
enfrentaba a dos problemas estratégicos que llevaron a su derrota final: “El
primero era que, al haberse extendido la rebelión norteamericana, su represión requería
una lucha continental a gran escala por parte de las fuerzas británicas a una
distancia de 3.000 millas de su base nacional. En contra de las primeras
esperanzas de Londres, la superioridad marítima no podía, por sí sola, hacer
que los autosuficientes colonos dieran su brazo a torcer (aunque,
evidentemente, podía haber reducido el suministro de armas y de reclutas desde
Europa). (…) Además, la sociedad colonial estaba tan descentralizada que la
conquista de una ciudad o de un pueblo importante significaba poco. Sólo cuando
las tropas regulares ocupaban el territorio en cuestión podía prevalecer la
autoridad británica, y cuando eran rechazadas los rebeldes reafirmaban su
posición sobre los leales.
(…)
La segunda dificultad, sin precedentes en el campo de la gran estrategia,
consistía en que Gran Bretaña luchaba sola, sin ayuda de asociados europeos que
habrían podido distraer a los franceses. Desde luego, éste era en gran medida
un problema diplomático más que militar[12]”.
En
el caso de la guerra contra Napoleón Bonaparte, la guerra duró más tiempo del
esperado puesto que los ejércitos franceses impulsados por el ardor
revolucionario se lanzaron a ocupar toda Europa continental para luchar contra
las monarquías absolutas: “Las victorias de las tropas francesas dieron lugar
la expansión de una nueva forma de organización y legitimación social. Lo que
Francia por momentos perdió en organización y disciplina, lo compensó en
‘potencia de conversión’, en irradiación ideológica y en modelo para muchos
grupos que en aquella Europa miraban hacia París como fuente de inspiración
política[13]”.
El hecho que Inglaterra dominara los mares no significó una pronta victoria,
sino que la lucha perduró entre 1799 y 1815, aunque significó al final el
predominio británico y la decadencia francesa.
Por
último, el Congreso de Viena desarrollado entre 1814-15, demostró que los
antiguos sectores que habían perdido poder ante los ideales revolucionarios aún
estaban presentes y buscaban la eliminación de las medidas políticas, sociales
y económicas emanadas de la revolución francesa, para recuperar sus antiguos
privilegios y reconstruir el mapa europeo. Austria, Gran Bretaña, Prusia y
Rusia impusieron, “la paz de las potencias victoriosas, pero además la paz de
los ‘restauradores’, que la querían más que por la paz misma, porque pretendían
estabilizar al Antiguo Régimen frente al espectro revolucionario. De ahí el
acuerdo paralelo de la ‘Santa Alianza’, promovido principalmente por los
regímenes más conservadores: Rusia, Prusia y Austria[14]”. De
todos modos, la potencia más favorecida que ya podía seguir con su política
comercial a partir del desarrollo de la revolución industrial y conquistar
territorios en los otros continentes gracias a su potencial marítimo fue Gran
Bretaña.
Mientras tanto, durante el conflicto entre Estados Unidos y la
Confederación Argentina por las acciones del Gobernador Vernet y del capitán
Duncan, el cónsul Parish y el encargado de negocios Slacum, tienen varias
reuniones en Buenos Aires para coordinar sus acciones de reclamos y apoyo mutuo.
En una de ellas, el agente diplomático británico le informa que su gobierno no
reconoce otro derecho sobre las Malvinas que el propio, pues nunca renunció a
sus justos títulos. En
una carta de Slacum al Secretario Livingston, fechada en 20 de diciembre de
1831, afirma: “El ministro británico…me informó que su Gobierno al protestar no
tenía otro objetivo en vista (…) que mantener vivo un derecho, a ser tomado
cuando se lo considerara conveniente[15]”.
Finalmente, el Primer Ministro británico Lord Palmerston, ordena al jefe
de la estación naval británica sudamericana ocupar el archipiélago y lograr el
control absoluto. El elegido para la tarea es el capitán John Onslow, al mando
de la fragata “Clío” con el apoyo de la corbeta “Tyne”, a cargo del capitán
Charles Hope. El día 20 de diciembre, ambos buques británicos llegan al viejo
asentamiento de Port Egmont. Encuentran a varios colonos instalados, a los que
embarca y expulsa. Comienzan a reconstruir un recinto fortificado, dejando una
pequeña guarnición y al “Tyne” fondeado en la bahía. Mientras tanto, la “Clío”
se dirige a Puerto Luis.
El día 2 de enero de 1833, llega a Puerto Luis e intima a la guarnición a
desocupar el archipiélago, reclamando la soberanía británica. El teniente
coronel Pinedo considera que no está en condiciones de combatir. Al día
siguiente, el capitán John Onslow desembarca, iza su pabellón y arría el de la
Confederación Argentina. Como último acto, el teniente coronel Pinedo nombra
como Comandante Político y Militar Provisorio al francés Juan Simón, capataz de
las tierras de Vernet. El día 5 de enero, la "Sarandí" junto a la
balandra “Rapid”, parten con todas las tropas argentinas y con algunos colonos,
de regreso a Buenos Aires. Deciden quedarse un total de 26 personas, 21
hombres, 3 mujeres y 2 niños, la mitad de ellos, criollos.
El día 14 de enero, la “Clío” parte de Puerto Luis y el capitán Onslow
encarga al irlandés Guillermo Dickson, dueño de la única despensa de las islas,
izar la bandera británica todos los domingos y recibir a los buques de este
país. Al día siguiente, entra a puerto el “Tyne” que permanecerá hasta el día
18 de enero. Mientras tanto, la “Sarandí” llega a Buenos Aires el día 15 de
enero. Al día siguiente, el gobierno de la Confederación Argentina presenta su
primera protesta, denunciando el hecho de fuerza y reafirmando su soberanía por
el archipiélago. El día 22 de enero, insiste con las protestas formales ante el
encargado de negocios, Philip Gore.
El día 3 de marzo llegan a las islas el escocés Mateo Brisbane y Ventura
Paso, enviados por Luis Vernet para observar la situación. Junto a Simón y a Dickson,
deciden ponerse a trabajar para poner en funcionamiento el establecimiento. Como
no hay autoridades establecidas, los abusos son moneda corriente por parte de
los delegados del ex gobernador. Los peones cobran en vales y no en moneda.
Esos papeles, con que pagan los empleados de Vernet, son tomados por Dickson
para la compra de mercaderías. Los precios son altísimos y los trabajadores
quedan siempre en deuda porque el salario no alcanza.
Las protestas diplomáticas continúan. El día 17 de junio, el ministro
plenipotenciario de la Confederación en Londres, Manuel Moreno presenta un
extenso documento al gobierno británico, en el que se incluyen los argumentos
que respaldan la soberanía del país sobre las Islas Malvinas. La respuesta
llega seis meses después, el 8 de enero de 1834. El entonces Primer Ministro
lord Palmerston aduce en una carta, que las islas fueron siempre un territorio
británico y lo que se hizo fue ocuparlo. De todos modos, para el gobierno de
Juan Manuel de Rosas, las ovejas y vacas parecían más importantes que las Islas
Malvinas y por otra parte tenía que mantener relaciones amistosas con
Inglaterra debido a la amenaza francesa, que se manifestó con un bloqueo del
puerto de Buenos Aires en 1838, puesto que, “Pese a la multiplicación de
conflictos locales, el influjo inglés, que en líneas generales no combate, sino
apoya a los sectores a los que las muy variadas evoluciones locales han ido
dando el predominio, es a la vez favorecido por éstos. Es en este sentido muy
característica la diferencia que un gobernante gustoso de identificarse con la
causa de América frente a las agresiones europeas, el argentino Juan Manuel de
Rosas, establece entre las francesas –a las que responde con una resistencia
obstinada, seguro de que la victoria será el premio de su paciencia- y las
británicas, frente a las cuales busca discretamente soluciones conciliatorias,
convencido como está de que a la postre Gran Bretaña descubrirá dónde están sus
intereses en el Río de la Plata, y de que, por otra parte, no bastaría la
resistencia más tenaz para borrar el influjo británico de esa comarca[16].
Mientras tanto, ocurre en las Islas Malvinas una grave rebelión. El día 26
de agosto de 1833, tres gauchos y cinco indios charrúas que estaban en el campo
arriando ovejas, se rebelan contra la situación. Bajo el liderazgo del
entrerriano Antonio Rivero, Juan Brasido, José María Luna, Luciano Flores, Manuel Godoy,
Felipe Salazar, Manuel González y Pascual Latorre deciden enfrentar a sus
jefes. Llegan al poblado y discuten con ellos, porque exigen el cambio de los
vales por dinero metálico. La situación degenera en un tiroteo y mueren Mateo
Brisbane, Ventura Paso, Juan Simón, William Dickson y el alemán Anton
Vaihinger.
Los rebeldes ocupan
el edificio de la antigua comandancia, no permitiendo que ondée la bandera
británica y enarbolan el pabellón de la Confederación Argentina. Esperan la
llega de algún buque nacional, pero los que arriban son extranjeros y ninguno
se enfrenta con ellos. El resto de la población de la colonia, un total de 6
criollos y 17 extranjeros, no se encuentra cómoda con la situación y se aíslan
en el cercano islote de Celebroña. Permanecen allí entre el 23 de agosto y el
23 de octubre, y son encontrados por la goleta de guerra inglesa “Hopeful”. Su
capitán, el Teniente Rea, decide no enfrentar al grupo rebelde, retirarse y
avisar a sus superiores sobre la situación.
El día 7
de enero de 1834, llega la fragata inglesa "Challenger" junto a la
goleta “Hopeful”. La primera, estaba al mando del Capitán James Seymour que
oficiaba de jefe del escuadrón. Su objetivo es restablecer el orden, entonces
desembarca al teniente de marina Henry Smith, con cuatro suboficiales y treinta
infantes de marina. La nueva autoridad británica, persigue
a Rivero y sus hombres. Los detiene gradualmente y finalmente, el día 18 de
marzo apresa al líder. Los apresados son embarcados en la fragata de guerra
“Spartiate”, en principio para ser juzgados en Londres. Pero, por
consideraciones políticas y jurídicas, son desembarcados en Montevideo. Desde entonces se
establece el gobierno efectivo de británicos sobre las Islas Malvinas.
Se cambia el nombre de Puerto Luis por Anson’s Harbour. En el mes de
abril de 1838 llega el nuevo Comandante, el Teniente Robert Lowcay a bordo de
la goleta de guerra “Arrow”, que está al mando del Teniente Sullivan. Se
trajeron ovejas, gallinas y semillas para mejorar la economía isleña. Encuentra
una aldea con mejor aspecto y a 45 colonos viviendo en ella (25 hombres, 10
mujeres y 10 niños). En sus instrucciones al teniente Lowcay, el Primer
Ministro británico afirma: “…nuestra ocupación actual en esas islas es
extremadamente limitada en extensión, pues está hecha con el propósito de
ayudar a nuestro derecho de Soberanía con vistas de una inmediata y completa colonización[17]”.
A los pocos días, la goleta “Arrow” comienza a recorrer el archipiélago para
realizar un relevamiento científico y cartográfico ordenado por el
Almirantazgo. Con ello se busca tener un conocimiento más cabal de la región y
de las condiciones que ofrece para una futura colonización.
En tanto se sucedían algunos acontecimientos; Luis Vernet acudía y
reclamaba ante las autoridades británicas una indemnización y el reconocimiento
de sus propiedades. Luego de muchas gestiones, el gobierno británico le paga
3.400 libras por la carne de su ganado utilizada por las tripulaciones de los
barcos de guerra. Sin embargo, las autoridades isleñas son más duras, le niegan
toda autorización para instalarse o disponer de sus bienes y lo tratan de
intruso. Un nuevo Comandante llega en el mes de diciembre de 1838. El teniente
John Tyssen, que gobernará durante poco más más de dos años, sin mayores
contratiempos.
En
el año 1839, el comerciante George Whittington crea en Londres la Falkland
Islands Commercial Fishery and Agricultural Associatión y, comienza a ejercer
presión sobre las autoridades y el Parlamento, para obtener permisos de
explotación. De hecho, consigue que 100 comerciantes ingleses firmen una
petición para que se discutiera en forma pública la política a seguir con las
Islas Malvinas.
Como
no obtiene respuesta del gobierno, en el mes de octubre de 1840 manda dos barcos
al archipiélago con 18 colonos y materiales, bajo la dirección de su hermano
John. Al llegar, no obtiene concesiones territoriales del teniente Tyssen, aunque
había comprado las tierras que pertenecían a Luis Vernet, pero desembarca en Anson’s Harbour y construye varias
casas para él y los colonos, además de un saladero que pone inmediatamente en
explotación.
El
gobierno británico toma nuevas decisiones. El día 23 de agosto de 1841, es
designado como primer Gobernador el teniente Richard Clement Moody. En el texto
del documento con sus instrucciones, se le aclara la situación en la que deberá
desempeñarse: “(…) para el gobierno de un establecimiento cuyos derechos de
ocupación por el Gobierno de Su Majestad están fundados solamente en la
prioridad de ocupación[18]”. En el
mes de octubre, arriba a Anson´s Harbour a bordo de la fragata “Hebe” viajando
con el Gobernador 12 soldados zapadores (algunos junto a sus familias), para
colaborar en las futuras construcciones. Bajo su mandato será fundado Puerto
Stanley, la economía se diversificará y muchos colonos de habla inglesa
llegarán, atraídos por la promesa de tierras y trabajo.
Comentarios finales.
Cuando
se hace un análisis de la población de las Islas Malvinas, se llega a la
conclusión que más de la mitad de sus habitantes constituyen una población
transitoria, cuya estancia está relacionada a un contrato laboral temporario.
Son muy pocos los colonos que reciben tierras y pueden asentarse
definitivamente. Hasta el mes de diciembre de 1831, Luis Vernet era el gran
empleador. Unos pocos colonos habían llegado para obtener tierras, en los casi
tres años de su gobierno. Casi toda la vida de la colonia gira en torno a sus diversas
actividades económicas como la pesca y la ganadería ovina.
Las
acciones del capitán estadounidense Duncan, producen un daño incalculable en la
vida y desarrollo del territorio. El ataque y la destrucción causada en Puerto
Luis provoca que casi la mitad de la población vaya abandonando la colonia en
los meses posteriores, utilizando los distintos barcos que tocaban ese destino
e iban a Buenos Aires o Montevideo. El posterior desembarco del capitán
británico Onslow, destituyendo a la autoridad que en su territorio ejercía un
país soberano, provoca mucha incertidumbre y amargura. Todos los símbolos del
Estado desaparecen. En total, unos 20 civiles prefieren irse en las naves de la
Confederación Argentina que parten para Buenos Aires. Las personas que
permanecen en 1833, son británicas o empleados de Vernet. Los casos de
individuos que no responden a la descripción anterior son mínimos. La falta de
una autoridad clara, permite que sucedan los hechos que se produjeron con posterioridad.
Con
el arribo del Teniente Smith, el gobierno británico comienza a ejercer un
dominio efectivo de una pequeña parte del territorio, que claramente no quiere
colonizar como lo demuestran los documentos tratados. No hay ninguna
posibilidad para que colonos provenientes de la Confederación Argentina se
asienten. Recién a partir de 1841, por necesidades geopolíticas y por presión
de comerciantes particulares, empieza a permitirse la llegada de pobladores de
cultura inglesa, aunque su nacimiento sea fuera de Gran Bretaña. Ello no
invalida, la contratación temporaria de personal criollo o hispanoparlante,
pero sujeto a la autoridad inglesa. En definitiva, la población actual de las
Islas Malvinas es descendiente de un grupo humano trasplantado, en un territorio
usurpado. Los habitantes anteriores fueron desplazados por acciones violentas
de potencias colonialistas: “Gran Bretaña se escuda
en la voluntad de los isleños de continuar vinculados al Reino Unido,
desnaturalizando así el conflicto, en el que como queda dicho, hay dos y no
tres partes. La voluntad de la población en este caso es la de un grupo de
británicos trasplantados a las islas, y tiene poco que ver con la situación de
un pueblo subyugado y sujeto a dominación colonial, titular del derecho a la
libre determinación. Según el Reino Unido, la única posibilidad de descolonizar
las Islas Malvinas es a través de la libre expresión de la voluntad de la
población afectada. Pero descolonización no es sinónimo de libre determinación[19]”.
Por
tanto, en el marco de las Resoluciones 1514 y 2065 de las Naciones Unidas, no
tienen derecho a la autodeterminación. Como tienen características culturales
peculiares y un modo de vida particular, en la disputa de la soberanía
bilateral por el territorio entre la República Argentina y el Reino Unido, solamente
deben considerarse sus intereses y nunca sus deseos.
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RESOLUCIÓN
2065 (XX) DE LA ASAMBLEA GENERAL DE LAS NACIONES UNIDAS. Cuestión de las Islas
Malvinas (Falkland Islands). 1398ª Sesión Plenaria, 16 de diciembre de 1965.
RESOLUCIÓN
3160 (XXVIII) DE LA ASAMBLEA GENERAL DE LAS NACIONES UNIDAS. Cuestión de las
Islas Malvinas (Falkland) 2202ª Sesión Plenaria, 14 de diciembre de 1973.
(*) Miembro de la Red Federal de Estudios sobre Malvinas (REFEM 2065) Licenciatura en Didáctica de las Ciencias Sociales con especialización en Geografía (UNSAM) Profesor Instituto Terciario Alfredo Palacios (CABA)
[1] CENTRO DE ESTUDIOS
PARA EL DESARROLLO TERRITORIAL Y LA GESTIÓN DE LAS INFRAESTRUCTURAS DE LA
FUNDACIÓN HERNANDARIAS: La Patagonia, (2008) en, Roccatagliata, Juan (coord.),
en; Argentina. Una visión actual y prospectiva desde la dimensión territorial.
Buenos Aires, Emecé Editores, p. 810.
[2] RESOLUCIÓN
2065 (XX) DE LA ASAMBLEA GENERAL DE LAS NACIONES UNIDAS. Cuestión de las Islas
Malvinas (Falkland Islands). 1398ª. Sesión Plenaria, 16 de diciembre de 1965.
Su texto obtuvo 94 votos a favor, ninguno en contra y 14 abstenciones.
[3] Ibídem, artículo 1.
[4] RESOLUCIÓN 1514 (XV)
DE LA ASAMBLEA GENERAL DE LAS NACIONES UNIDAS. Declaración sobre la concesión
de la independencia a los países y pueblos coloniales. 947ª Sesión Plenaria, 14
de diciembre de 1960, preámbulo, artículos 1, 2, 5, 6 y 7. La Resolución fue
aprobada por 89 votos a favor, ninguno en contra y hubo 9 abstenciones.
[5]Según
Juan Lanús, es una de las distintas versiones que se manejaron en la
negociación. LANÚS, Juan Archibaldo (1984) “De Chapultepec al Beagle. Política
Exterior Argentina: 1945-1980”. Buenos Aires. EMECÉ, p. 474.
[6] Es la parte
sustancial del punto 2 del documento, disponible en internet: http://www.mrecic.gov.ar/userfiles/documentos-malvinas/1968_-ou_entre_argentina_y_el_reino_unido.pdf.
[7] RESOLUCIÓN 3160
(XXVIII) DE LA ASAMBLEA GENERAL DE LAS NACIONES UNIDAS. Cuestión de las Islas
Malvinas (Falkland) 2202ª Sesión Plenaria, 14 de diciembre de 1973, preámbulo, artículos
2 y 3. Fue aprobada por 116 votos a favor, 14 abstenciones y ninguno en contra.
[8] COCONI,
Luciana (2007) “¿ISLAS MALVINAS O FALKLAND ISLANDS? La cuestión de
la soberanía sobre las islas del
Atlántico Sur”. Universitat de Barcelona, en; Www.observatori.org.
[9] DECRETO
DE CREACIÓN DE LA COMANDANCIA CIVIL Y MILITAR, Buenos Aires, 10 de junio de
1829, en; Www.abc.gov.ar.
[10] PROCLAMA DE LUIS
VERNET EN EL MOMENTO DE TOMAR POSESIÓN DE SU CARGO, Puerto de la Soledad, 30 de
agosto de 1829, en; Www.abc.gov.ar.
[11] FERNS, Harry (1979)
“Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX” Buenos Aires. Editorial Hachette, p.
232.
[12] KENNEDY, Paul (1995) “Auge
y caída de las grandes potencias” Barcelona. Plaza
& Janes Editores, pp. 198-199.
[13] FERMANDOIS, Joaquín
(1988) Evolución del sistema internacional, en, WILHELMY, Manfred “Política
internacional: enfoques y realidades” Buenos Aires. Grupo Editor
Latinoamericano, p. 94.
[14]
Ibídem, p. 96.
[15]
MANNING, William (1932)
“Diplomatic Correspondence of de United States. Interamerican Affairs.
1831-1860. Argentina” Volumen I. Washington. Carnagie Endowment for
International Peace, p. 86.
[16] HALPERIN DONGHI, Tulio
(2001) “Historia Contemporánea de América Latina” Madrid. Alianza Editorial, p.
157.
[17] Carta de lord
Palmerston, 28 de febrero de 1838. CAILLET-BOIS,
Ricardo (1982) “Una Tierra Argentina. Las Islas Malvinas” Buenos Aires.
Fundación Alejandro Shaw, p. 396.
[18]
CAILLET-BOIS, Ricardo, op. cit., p. 399.
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