Fue
en mayo de 1982. El hoy Capitán de Navío (RE) Fernando Azcueta dio la orden de
¡Fuego! contra la HMS Alacrity ¿Qué ocurrió en las profundidades del mar? ¿Qué
dice el informe secreto sobre el ataque? Casi 40 años después de la guerra, el
comandante argentino se encontró con su par inglés. Qué se dijeron frente a
frente dos hombres que en 1982 habían intentado eliminarse.
Por
Mariano Sciaroni
El
submarino ARA San Luis saliendo a la superficie
Los
dos veteranos marinos, ambos impecablemente vestidos, se miraron fijamente.
Nunca se habían tenido odio ni cuando, casi 40 años antes, habían intentado
matarse.
A
mediados del año 2019, en un bar en las cercanías de Portsmouth en el Reino
Unido, con un café de por medio, intercambiaron sus vivencias de la guerra de
1982 y comprobaron que los hombres de mar tienen cosas que los unen y que van
más allá de las épocas, los lenguajes y las banderas.
Uno
de ellos, el Capitán de Navío (RE) VGM Fernando María Azcueta, submarinista de
la Armada Argentina y comandante del Submarino ARA San Luis. El otro, el
Comodoro Chris J S Craig RN Rtd, comandante de la fragata británica HMS
Alacrity. Dos profesionales del mar, de los mejores hombres que se enfrentaron
por Malvinas.
Era
la primera vez que se veían, pero no la primera vez que se encontraban.
Submarino
ARA San Luis en las profundidades. Arte 3D por Andrea Assanelli
El
10 de mayo de 1982, en plena guerra por las Malvinas, el submarino ARA San Luis
permanecía en el Área de Patrulla MARÍA, en las cercanías de la entrada norte
del Estrecho de San Carlos, sobre la Ensenada del Norte.
Su
comandante y la tripulación habían pasado varios sobresaltos desde el inicio de
las hostilidades, especialmente el 1 de mayo, cuando atacaron a la flota
enemiga y fueron luego atacados por buques y helicópteros. Ni que hablar del 8
de mayo, cuando detectaron un contacto submarino y le lanzaron un torpedo
buscador.
El
Capitán de Fragata Fernando Azcueta no era un novato. Con 40 años y un padre
submarinista, tenía una vida dedicada a la Armada Argentina. Sus hombres
confiaban en él y lo seguirían hasta la puerta del mismo infierno.
En
horas de la tarde (a las 15:40 horas) de ese 10 de mayo, el equipo sonar del
submarino argentino detectó un buque en la superficie, que se dirigía hacia el
estrecho. El contacto transitaba a alta velocidad, por lo que el San Luis no pudo
posicionarse para lanzar sus torpedos. Según informó Azcueta a su ansiosa
tripulación “no es conveniente aumentar la velocidad y cavitar ya que las
condiciones de propagación (del sonido) son muy buenas”. Dicho de otra forma,
si aumentaba la velocidad lo detectarían rápidamente los sensores británicos,
que estaban a la escucha de cualquier cosa que pasaba debajo del mar.
Para
peor, a las 17:30, había izado el periscopio para intentar determinar de qué se
trataba ese blanco, pero, según anotó el comandante en el Diario de Guerra, “la
exposición hecha en la penumbra del crepúsculo no permitió el avistaje” y
“concordante con ello el blanco cambia su emisión radar a escala corta por lo
que temo haber dado un punto datos radar por ello no repito la observación
durante la aproximación”. Los equipos de guerra electrónica del submarino
habían detectado una posible contra detección por parte del radar del buque,
por lo que el periscopio volvió rápidamente a la seguridad del mar.
Con
todo ello, Azcueta consideró que era mejor esperar el regreso del blanco, más
cuando, por la experiencia de días anteriores, sabían que los buques volvían
por el mismo camino en que habían venido.
El
Capitán de Fragata Fernando María Azcueta, trabajando en su camarote durante
las operaciones de combate de 1982. La barba crecida denota que la foto se tomó
mucho tiempo después de la zarpada
Alrededor
de las 00:30, ya del 11 de mayo, los operadores de sonar en el submarino
comenzaron a rastrear no uno sino dos contactos en sus consolas, y de acuerdo
con su firma acústica, se los clasificó como destructores (DD) o fragatas (FF),
ordenando entonces Azcueta posicionar al submarino para el ataque (ningún barco
argentino se encontraba allí, por lo que cualquier detección se asumía como
hostil).
Estos
buques de guerra eran las fragatas Tipo 21 HMS Arrow y HMS Alacrity, regresando
al núcleo de la flota (donde se encontraban los portaaviones y los buques
logísticos) a alta velocidad y con señuelos antitorpedos desplegados (los
señuelos producen ruidos para seducir a los torpedos inteligentes y son
remolcados a una considerable distancia del buque).
La
Alacrity había ingresado al estrecho por el sur, con la peligrosa misión de
establecer si el mismo estaba minado (que no lo estaba) y, en su derrotero,
había hundido al buque logístico ARA Isla de los Estados con fuego de cañón. A
su vez, la Arrow había esperado a la primera al norte del estrecho, para juntas
volver al núcleo de la flota antes de las peligrosas horas del alba, cuando
podrían ser atacadas por aeronaves argentinas (ya que conocían perfectamente
que los aviones de ataque argentino solo operaban en horas diurnas).
Azcueta
no estaba errado acerca de lo peligroso de hacer ruido. Pocas horas antes, y en
la maniobra de acercamiento al Estrecho de San Carlos, la Arrow había tenido un
contacto sonar a las 23:17 horas, clasificándolo como POSIBLE SUBMARINO
(POSSUB, confianza 2 en este caso), pasando rápidamente a estaciones de
combate. Veinte minutos más tarde, sin embargo, se había reclasificado el
contacto como NO SUBMARINO, en tanto se entendió que lo que se había detectado
eran rocas en el fondo marino. Por la ubicación del contacto, posiblemente sus
sonaristas detectaron al ARA San Luis... pero no prestaron atención al mismo.
Sin
embargo, ahora regresaban a alta velocidad hacia la seguridad de la flota, por
lo que no podían escuchar al ARA San Luis (el ruido del agua sobre el casco del
buque complica la detección del sonar), quien, navegando lentamente al ras del
agua (a solo cuatro nudos), se acercó a 8,000 yardas (unos 7,3 km) del objetivo
más retrasado y a su izquierda: la HMS Alacrity.
De
acuerdo al Capitán Azcueta:
“No
expuse periscopio porque era de noche; las condiciones del lanzamiento fueron
excelentes, de polígono: corta distancia, muy buenos datos del blanco, yo paré
el submarino para que no trabajara el cable de filoguiado (y para convertir el
movimiento relativo en verdadero a efectos de facilitar el guiado del torpedo),
el buque apuntado, etc. Todo el lanzamiento por sonido con muy buenas
condiciones de propagación. No tenía más por hacer, al menos, no se me ocurrió
nada más. El lanzamiento fue contra el buque que navegaba sobre la costa que
estimo que era la Alacrity; la Arrow, a mi estribor, era su compañera”.
Como
un francotirador apostado, a las 01:42 Azcueta ordenó “FUEGO” y detener el
submarino. Pero el torpedo, por un defecto, no salió del tubo. Un par de
minutos más tarde, ahora el objetivo evaluado a 5.200 yardas (4,75 km), el
comandante del San Luis dio nuevamente la orden de disparar, y un torpedo
inteligente SST-4 en ajustes de baja velocidad, modo pasivo (esto es, el torpedo
al disponerse a atacar se limitará a escuchar los ruidos del blanco) y curso de
búsqueda en zig-zag finalmente dejó el submarino desde el tubo de torpedos
número 8.
La
fragata Tipo 21 HMS Alacrity en 1982.
El
disparo fue realizado en condiciones casi óptimas y, dado que el buque se
encontraba entre la costa y el submarino, los errores de apreciación de
distancia jamás podrían haber sido elevados. Esto es, la solución al cálculo
para el disparo de torpedos consiste en poder establecer con la mayor precisión
posible la distancia, curso, velocidad y azimut del blanco. Por lo menos en
este caso, tres de las variables eran casi exactas. Esto no era una cuestión
menor. La computadora de tiro VM8/24 (el cerebro que permite los cálculos y
puede guiar hasta tres torpedos en forma automática hasta el blanco) se había
roto a poco de comenzar la patrulla de guerra y, pese a los esfuerzos, no había
podido ser reparada. Los cálculos, entonces, eran manuales y solo se podía
guiar un único torpedo por vez, en modo manual y de emergencia.
El
SST-4, un torpedo pesado que es guiado desde el submarino por un fino cable de
cobre, comenzó a alejarse con rumbo Sur. Entonces se le ordenó al torpedo pasar
al modo de alta velocidad y, poco después, el operador le ordenó una muy leve
corrección del rumbo y, como también había sucedido el 1 de mayo, habiendo
pasado 3 minutos, llegó a la consola la señal de cable cortado. Es decir, el
torpedo no estaba más unido al submarino.
Eso
no quería decir que el torpedo se perdiera en las profundidades del océano: el
arma entonces debía seguir, como un robot, la última orden recibida y, llegado
a las proximidades del blanco, encender su propio sonar y atacar autónomamente
al enemigo.
Desde
el submarino era todo expectativa. Sin embargo, otros 3 minutos más tarde, solo
se pudo escuchar un sonido metálico en el azimut del torpedo. Pero ninguna
explosión.
El
Cabo Primero Damián Washington “Piti” Riveros, se encontraba a proa del
submarino, operando los tubos lanzatorpedos de babor y así lo relata:
“Encontramos
no uno, sino dos blancos para atacar en impecables condiciones, y más allá de
la forma en que ocupamos nuestros puestos de combate, muy silenciosa pero
eficiente, todo nuestro cuerpo se había convertido en un gran guerrero, que ya
estaba jugado pero habíamos jurado defender nuestra patria y además irnos a
pique antes que arriar el pabellón... la adrenalina estaba a flor de piel, no
podíamos ver al blanco pero lo teníamos ahí, tan cerca como lo imaginaba y
sentí que el torpedo tomó carrera y se eyectó fuera del tubo... allá iban las
esperanzas de todos nosotros y ya estábamos preparando el ataque al segundo
buque... de repente un golpe seco y solido pero no hubo explosión”.
El
Cabo Primero “Piti” Riveros en uno de los periscopios del San Luis. Detrás de
él, el equipo de navegación satelital Magnavox MX1102. Nuevamente, la barba y
el pelo crecido delatan que la foto fue tomada bien entrada la patrulla de
guerra.
Azcueta
ordenó un nuevo lanzamiento, la maniobra se vio abortada por lo que se
consideró un posible torpedo enemigo sobre la banda de estribor, apreciándose
poco después que se trataba del ruido producido por la inundación del tubo
número 3. Debido a la velocidad del objetivo, y suponiendo incorrectamente que
ambas naves estaban alertadas en ese momento, el Capitán no ordenó lanzar por
cuarta vez.
A
partir de allí, la tripulación del San Luis se preparó para lo peor: un
contraataque de los dos enemigos de la superficie. El Cabo Principal Alberto F.
Poskin, quien estaba en la sala de control como operador de los planos de
profundidad recuerda: “Pensamos... bueno sonamos, ahora van a contraatacar”.
Pero nada sucedió.
El
ataque había pasado desapercibido para los buques de guerra británicos, que
llegaron sanos y salvos a la seguridad de la flota a las 8:00. De hecho, Chris
Craig, comandante de la HMS Alacrity, se enteró del ataque frustrado solo un
año después, al leer un informe escrito por el propio Azcueta.
Según
el comandante Craig:
“No
tenía motivos para dudar de su palabra. Su sincronización y posición se
ajustaban a nuestra partida con precisión. Había elegido regresar a nuestra
mejor velocidad, haciendo maniobras evasivas y remolcando los señuelos de
torpedos. Sabía muy bien que nuestra alta velocidad nos impedía detectar
cualquier cosa en el sonar, pero ese era otro equilibrio de riesgo: haber
estado todavía corto de cobertura aérea de la Fuerza de Tarea a primera luz
podría haber resultado desastroso. Parece que Dios sonrió a la Alacrity esa
noche”.
Ese
informe también fue leído por el comandante de la Arrow, Paul Bootherstone,
quien recordó que su señuelo remolcado Tipo 182 había sufrido abolladuras ese
mismo día, considerándose entonces que los daños podrían haberse producido al
chocar con el fondo marino. En ese momento, anotó como “probable” que el golpe
fuera del torpedo argentino, que al perder el cable perdió su rumbo y
finalmente lo impactó sin detonar.
Un
par de horas más tarde, con los buques ya lejos, Azcueta ordenó romper el
silencio de radio y emitir este mensaje a sus superiores:
“POSICION
ENSENADA DEL NORTE, HE ATACADO DOS DD/FF… DATOS Y POSICIÓN DE LANZAMIENTO MUY
BUENOS, PRIMER TORPEDO EMERGENCIA CORTÓ CABLE, NEGATIVO IMPACTO. ANULADO
LANZAMIENTO SOBRE SEGUNDO BLANCO, CONSIDERO SISTEMA DE ARMAS NO CONFIABLE,
POSICIÓN PROPIA CONOCIDA POR ENEMIGO”
Esquema
del ataque del submarino ARA San Luis a la fragata HMS Alacrity, el norte de
Malvinas en las primeras horas del 11 de mayo de 1982.
Azcueta
tenía razón en catalogar a los torpedos SST-4 como un sistema “no confiable”.
Era la segunda vez que fallaban en combate, teniendo antes, en los tiempos de
paz, un enorme historial de problemas pese a que eran armas muy avanzadas.
Recién se solucionarían en la postguerra, con la ayuda del propio fabricante.
Después
de recibir el mensaje, el Comando de la Fuerza de Submarinos ordenó que la
unidad regresara a puerto. Finalmente, el 19 de mayo, después de 39 días de
patrulla, el ARA San Luis arribó a Puerto Belgrano.
Y,
aunque la tripulación y el personal de la base apresuraron las reparaciones
para que el submarino estuviera listo para la batalla nuevamente, menos de un
mes después las fuerzas argentinas en las Islas Malvinas se rindieron,
terminando la campaña antes de que se finalizaran las reparaciones.
Poco
más tarde, la Alacrity también regresó a su base británica, sin bajas en su personal.
A
la izquierda el Comodoro Chris J S Craig RN Rtd y a la derecha el Capitán de
Navío (RE) VGM Fernando María Azcueta. Portsmouth, Reino Unido, Julio de 2019.
“Mi
mujer le agradece que su torpedo no haya impactado”, le señaló con típico humor
británico el Comodoro Craig al Capitán Azcueta. Los dos marinos sonrieron en
ese segundo encuentro, ahora sin uniforme y sin las tensiones de una guerra.
Muy
distinto al que vivieron casi 40 años antes en unas frías aguas del Atlántico
Sur.
Fuente:
https://www.infobae.com
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