De
la recuperación y la Operación Rosario, el envío de la Task Force británica a
los errores políticos, militares y diplomáticos que llevaron al conflicto
bélico
Por
Martín Balza (*)
Vehículos
anfibios en Puerto Argentino
Aquel
viernes 2 de abril de 1982, y todo el período de la posterior y fugaz ocupación
de nuestras islas Malvinas, terrón irredento y brumoso, conmovieron a la
Nación. El sabor amargo de la derrota aún hoy nos entristece, pero nos
compromete a conocer qué pasó en esa “pequeña gran guerra”.
El
día señalado, en un otoño que no terminaba de instalarse, los argentinos
despertamos con la noticia de que se habían recuperado las Malvinas.
“Argentinazo” titulaba el diario Crónica de Buenos Aires.
El
país entero, y en particular la Plaza de Mayo, tradicional foro de los grandes
acontecimientos, fue llenándose de una espontánea multitud pocas veces conocida
que de algún modo deseaba exteriorizar, en comunidad, la alegría que la
embargaba. Parecía que por fin la Argentina se sacudía de las frustraciones, la
desesperanza, la amargura, los desencuentros, como si un tiempo augural se
hubiera iniciado. Pocos apreciaron que ese mismo día se cernía la tormenta de
una guerra que se iniciaría el 1° de mayo.
Al
día siguiente, el 3 de abril, una fracción de nuestra Armada, al mando del Capitán
de Corbeta Alfredo Astiz, recuperaron las Islas Georgias del Sur a 1500 km al
este de las Malvinas, ocupadas por un pequeño destacamento británico del orden
de los 25 hombres que, si bien se rindió, nos ocasionó la muerte de dos
soldados y suboficiales.
El
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU) emitió la Resolución 502, que
exigía el inmediato retiro de todas las fuerzas argentinas en Malvinas. Votaron
a favor de esa propuesta inglesa los Estados Unidos (EEUU), Francia, el Reino
Unido, Guyana, Irlanda, Japón, Jordania, Togo, Zaire y Uganda. En contra, solo
Panamá. Se abstuvieron China, la Unión Soviética, Polonia y España.
El
ministro de Asuntos Exteriores español, José Pérez Llorca, calificó a Malvinas
como un caso “distante y distinto al de Gibraltar”; y el embajador soviético en
Buenos Aires manifestó que “la Unión Soviética apoyaría, en lo que pudiese, a
la Argentina”.
La
primera ministra Margaret Thatcher envió la Task Forces a las islas Malvinas
luego de la recuperación argentina (Shutterstock)
En
Londres, la primera ministra Margaret Thatcher logró del Parlamento la
autorización para el envío de una Fuerza de Tareas (Task Force) al Atlántico
Sur, que hasta llegó a disponer de más de 110 naves de distinto tipo. A saber:
38 aviones, 140 helicópteros, 4 submarinos nucleares y más de 20000 hombres. La
decisión se denominó Operación Corporate.
El
4 de abril, los EEUU autorizaron el uso de la base aeronaval de la isla
Ascensión, que fue el principal y decisivo centro de apoyo logístico para las
operaciones aeronavales en el Atlántico Sur.
Los
días 5/6 de abril, en distintas gestiones del ministro de Relaciones
Exteriores, Nicanor “Canoro” Costa Méndez, en Washington manifestaba que la
recuperación de las islas fue “un acto independiente de política exterior de
una potencia media”. Tremendo disparate pronunciado por un ministro de una
dictadura desprestigiada en el exterior, y que su propio pueblo había repudiado
hasta una semana antes por haber conculcado elementales derechos humanos y
esenciales libertades.
El
7 de abril asumió en Puerto Argentino como Gobernador de las islas el General
Mario Benjamín Menéndez, y juró por la Biblia y el Estatuto del autodenominado
Proceso de Reorganización Nacional. Asistieron, entre otros, los siguientes
políticos, empresarios y sindicalistas: Carlos Contín (Unión Cívica Radical),
Abelardo Ramos (Frente Izquierda Popular), Deolindo Bittel (Partido
Justicialista), Julio Amoedo (Conservador Popular), Enrique Inda (Socialista
Popular), Alberto Robledo (Partido Federal), Jacques Hirsch (Unión Industrial
Argentina), Eduardo García (Cámara Argentina de Comercio), Federico Zorraquín
(Asociación de Bancos de Argentina), Jorge Triacca y Ramón Baldassini
(Confederación Nacional de los Trabajadores), Saúl Ubaldini (Confederación
General del Trabajo), la profesora Celina Reppeto, el obispo de Lomas de Zamora
Desiderio Colino y el entonces General Jorge Rafael Videla. Presidió el acto el
ministro del Interior, General Ibérico Saint Jean.
Aprecio
que la designación de un gobernador militar fue uno de los tantos errores
políticos–diplomáticos durante la crisis pues evidenciaba la intención de
mantener las islas abandonando la idea manifestada por el propio Costa Méndez:
“La condición era entrar, tocar e irse” (Touch and go). Y yo agregaría:
negociar aprovechando la internacionalización de la crisis, pero se optó por un
criollo veni, vidi, vici.
Leopoldo
Galtieri en el balcón de la Casa Rosada (Víctor Bugge)
Al
día siguiente, 8 de abril, Gran Bretaña impuso unilateralmente una zona de
exclusión marítima de 200 millas náuticas con epicentro en Malvinas.
El
10 de abril se produjo otra multitudinaria concentración espontánea en Plaza de
Mayo, y Leopoldo Fortunato Galtieri desde el balcón de la Casa de Gobierno con
su típica bravuconada afirmó: “La dignidad y el honor de la Nación no se
negocian. Si quieren venir que vengan. Le presentaremos batalla”.
Adelantó
que durante toda la guerra la Junta Militar, integrada por el General Galtieri,
el Almirante Jorge Anaya y el Brigadier Basilio Lami Dozo, como así también
todos los altos mandos de las Fuerzas Armadas, jamás pisaron la zona de combate
de Malvinas, con la única excepción de tres Generales de Brigada, un Brigadier
y un Contralmirante.
A
partir del 12 de abril se tomó conocimiento de un “rosario” de comandos
estratégicos y tácticos, desde la Junta Militar hasta los que estaban en
Malvinas, la mayoría de ellos inoperantes y burocráticos. Se vulneraba así un
principio elemental de la conducción militar seguido desde Alejandro el Grande
hasta la actualidad: Unidad de Comando. A partir de la iniciación de la guerra
lo comprobaríamos, y quienes estábamos en las islas lo soportaríamos. La
conducción estratégica nacional y militar en el continente desperdició un
tiempo precioso mientras la Task Force se desplazaba rumbo al Atlántico Sur.
No
puedo omitir una curiosa y errónea apreciación de nuestra diplomacia. En marzo
de 1982, ante una pregunta del canciller Costa Méndez a nuestro embajador en
Londres, Carlos A. Ortiz de Rozas, acerca de cuál sería la reacción del Reino
Unido ante la recuperación de las islas por medio del Instrumento Militar, el
embajador contestó: Ignorar el hecho, protestar o retirar el embajador en
Buenos Aires o romper relaciones diplomáticas y aplicar sanciones económicas.
Leopoldo
Galtieri y Alexander Haig (Víctor Buggé)
El
14 de abril, el mediador designado por los Estados Unidos, Alexander Haig,
desmintió versiones periodísticas originadas en medios estadounidenses,
relacionadas con el apoyo brindado a Gran Bretaña. Tales versiones, que respondían
a la realidad de los hechos, provenían de Carl Berstein, prestigioso periodista
conocido por sus denuncias en el Caso Watergate, que originó la renuncia del
presidente Richard Nixon en 1974. Al día siguiente, el “supuesto” mediador
Haig, en Buenos Aires, negó las versiones.
La
incapacidad política, diplomática y por supuesto militar no supo recordar lo
que Carlos Pellegrini había sentenciado ante una gran crisis sufrida por el
país: “Para saber qué camino se ha de seguir, es necesario saber adónde se
quiera llegar”.
Inexorablemente
la tormenta se cerniría. (Continuará)
(*)
Ex Jefe del Ejército Argentino. Veterano de la Guerra de Malvinas y ex
Embajador en Colombia y Costa Rica.
Fuente:
https://www.infobae.com
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