Por
Martín Balza (*)
El
2 de abril se conmemora el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de
Malvinas, instituido para honrar a nuestros muertos y a todos los que
combatieron por un sentimiento, por un suelo lejano y querido. Aceptando que la
primera víctima de la guerra es la verdad, intentaré una reflexión acerca del
tema, atento a que nunca se sancionó una ley que defina con claridad quién es
veterano de guerra. En mi opinión, son los miembros del Ejército, de la Armada,
de la Fuerza Aérea, de la Gendarmería Nacional, de la Prefectura Naval, y los
pocos civiles convocados, que prestaron servicios en la zona de combate de las
islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur, o dentro de la zona de exclusión, fijada
unilateralmente por el Reino Unido, o sobre la superficie aérea, o fuera de la
zona de exclusión si se hubieran producido acciones de combate con fuerzas
británicas en tierra, mar o aire.
En
este conflicto, a diferencia del de 1978 con Chile, no se sancionó una ley de
movilización, y esto afectó logísticamente a las unidades.
En
1982, al término de la guerra, los efectivos acreditados como veteranos eran
14.189, distribuidos de esta manera: Ejército, 10.189; Armada, 3.119; Fuerza
Aérea, 1.000; Gendarmería, 40; y Prefectura, 29. Curiosamente, a fines de 1999,
según el Ministerio de Defensa, el número de veteranos había ascendido a 22.200
(Ejército, 10.306; Armada, 10.321; Fuerza Aérea, 1.478; Gendarmería, 53; y
Prefectura, 62). Es decir que el Ejército incrementó un 3%, la Fuerza Aérea un
48% y la Armada un 231%. Es comprensible que entre 1982 y 1990 pueden haberse
hecho ajustes en la medida que se reunieron nuevos antecedentes.
Sin
embargo, lo exagerado y poco comprensible es que en 1982 la participación de
oficiales y suboficiales era del 26%, y de soldados del 74%, porcentaje
totalmente ajustado a la realidad. Pero en 1999, siempre según el Ministerio de
Defensa, el porcentaje de soldados disminuyó al 52% y el de cuadros (oficiales
y suboficiales) se incrementó al 48%.
Como
veterano de guerra no puedo aceptar que combatieron 11.532 soldados y 10.661
oficiales y suboficiales. Lo niega la historia militar y el más mínimo sentido
común.
Esta
flagrante anomalía e injustificado incremento de cuadros fue informada de
inmediato, a fines de 1999, al entonces ministro de Defensa, Jorge Domínguez;
al presidente de la Comisión de Defensa de la Cámara de Senadores, Jorge
Villaverde, y al de la Cámara de Diputados, Juan Manuel Casella. Entre otros
considerandos expresaba: “Atendiendo a que los presuntos errores o
irregularidades que pudieran estar produciéndose en el carácter de Veterano de
Guerra, con las consecuencias de que este carácter legal lleva implícito
beneficios laborales, económicos, previsionales y sociales, se estaría
ocasionando un serio perjuicio económico al erario y moral al genuino ex
combatiente (Veterano de Guerra), considero indispensable la formulación de
parámetros comunes para las Fuerzas intervinientes, para adjudicar el carácter
de veterano con justicia y equidad, y reducir la cantidad de personas que
injustificadamente detentan esa situación (…) Ello, con una considerable
reducción de los costos que actualmente afronta y deberá afrontar el Estado
nacional, los gobiernos provinciales, municipales, obras sociales y empleadores
(…) Asimismo, considero que se deben adoptar medidas que impone la legislación
vigente tanto en el orden administrativo y civil”.
Ninguno
de los nombrados acusó recibo. Un mes después entregué el mando del Ejército. En
la actualidad el número de “veteranos” podría superar los 23.000.
Casi
cuarenta años después, sigo pensando que durante todo este tiempo hubo
autoridades y políticos que relacionaron la gesta de Malvinas con la atroz
dictadura que nos llevó a esa guerra absurda jamás pensada, y evidenciaron un
artificial sentimiento hacia los veteranos en las ceremonias conmemorativas,
sin valorar la generosa entrega y derramamiento de sangre. Me pregunto
entonces: ¿se conmueven al visitar el Cenotafio en la Plaza San Martín?
¿Visitan a nuestros mutilados? ¿Conocen la cantidad de los veteranos que se han
suicidado y a los que aún hoy continúan con las secuelas de un estrés post
traumático? Pareciera que no, ¡pero nuestro pueblo nunca los olvidó!
El
reconocimiento del Estado argentino a los veteranos recién se realizó casi diez
años después, con la condecoración del Congreso de la Nación. En 1989 se
concretó el primer desfile en las calles de Buenos Aires. En tal sentido debo
rescatar el nombre de un legislador de la Nación que desde su banca trabajó
arduamente por todo lo relacionado con el respeto, el apoyo y la reivindicación
de los veteranos: el diputado Lorenzo Pepe.
Cada
nueva conmemoración es siempre un espacio para la reflexión y el recuerdo. En
esta tan particular fecha en la que los recordaremos desde nuestras casas y sin
actos, pidamos a Dios, Nuestro Señor, por todos los caídos y heridos en un
conflicto en el que ellos fueron ajenos a las decisiones de políticos que no
conocieron la guerra, pero incluyamos también en nuestra plegaria a los dignos
adversarios: los soldados británicos. Recordemos que es la paz la que debe ser
depositada en el corazón de los hombres.
(*)
Ex Jefe del Ejército Argentino. Veterano de la Guerra de Malvinas y ex
Embajador en Colombia y Costa Rica.
Fuente:
https://www.infobae.com
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