Cómo
la falta de provisiones y armamento, las fallas en la distribución de las
tropas y la creencia de muchos de los altos mandos que los ingleses no
atacarían decidieron el destino de la guerra antes de disparar un solo tiro
Por
Martín Balza (*)
El
éxito de la Operación Rosario sorprendió a las fuerzas argentinas y quizás, en
menor medida, a las británicas. La predicción de la estrategia nacional y
militar no previó el día después. En Puerto Argentino se conformó un Comando
Conjunto, aunque solo en los papeles, a órdenes del Gobernador, General Mario
B. Menéndez, del cual dependía el componente Ejército a cargo del General Oscar
Jofre, el componente Naval a cargo del Contraalmirante Edgardo Otero y el
componente Aéreo a órdenes del Brigadier Luis Castellanos. No se atinó a
aprovechar el período inicial de la recuperación, y se actuó como si las
operaciones militares pudieran subordinarse a las negociaciones diplomáticas.
Como consecuencia de ello se evidenciaron las improvisaciones, imprevisiones y
limitaciones de todo tipo que aflorarían en el campo táctico que es donde
mueren las palabras: la zona de combate Malvinas. Ello afectó, entre otros
aspectos, la movilidad, el poder de fuego y la logística en las islas. No
llegaron en su justa medida blindados, cañones pesados, artillería antiaérea,
radares, vehículos de distinto tipo, materiales para la prolongación de la
pista de aterrizaje y abastecimientos necesarios para miles de hombres que
necesitaban una dieta superior a las 4000 calorías. La incompetencia en el
continente olvidó una de las más importantes sentencias de Napoleón: “El
soldado combate con el estómago”. Curiosamente llegaron dos automóviles Ford
Falcon, uno para Menéndez y otro para un jefe de unidad.
El
16 de abril, a través de la Embajada de Suiza en nuestro país, el Reino Unido
hizo conocer su decisión de atacar cualquier aeronave, buque o submarino
argentino que afectara el cumplimiento del accionar de la Task Force en el
Atlántico Sur. El día 21 visitó las islas el General Cristino Nicolaides, quien
manifestó que él “tendría que estar ahí con sus hombres”, pero no vio a ninguno
de ellos y jamás regresó. Días después en Buenos Aires, dijo: “Puerto Argentino
es una fortaleza inexpugnable”. En realidad, era una “tela de cebolla”, pero
para quien había afirmado que el comunismo había nacido 50 años antes de
Cristo, no nos extrañaba que la comparara con la célebre línea Maginot, sistema
de fortificaciones construida por iniciativa del ministro de Guerra francés
André Maginot en nueve años (1927/1936), y que fue perforada sin inconvenientes
por los alemanes en 1940. La “fortaleza” a la que se refirió Nicolaides se
preparó en veinte días.
El
día 22 nació nuestro cuarto hijo en Paso de los Libres, una nena después de
tres varones, y la conocí tres meses después; algo similar le ocurrió a
soldados nuestros y británicos. Esa mañana arribó Galtieri, que al igual que
días anteriores lo habían hecho sus pares de la Junta Militar, el Almirante
Anaya y el Brigadier Lami Dozo, y solo permaneció unas pocas horas sin reunirse
con los jefes de las unidades tácticas. A su regreso a Río Gallegos, Galtieri,
en forma inconsulta y nada evaluada, ordenó el envío de la Brigada de
Infantería III con asiento en la Provincia de Corrientes, a pesar de que se le
habían solicitado tropas reducidas de la especialidad de montaña o de comandos.
Tal torpe decisión, avalada por su Estado Mayor, agravaba sensiblemente la
situación pues se agregaban hombres, pero sin los abastecimientos y pertrechos
necesarios. En las islas ese despropósito se atribuía a que el entonces
Presidente y Jefe del Ejército era adicto a la bebida alcohólica, pero
recordemos que, en la Guerra de Secesión de los Estados Unidos, mientras el General
Ulysses. S. Grant ganaba batallas en el oeste, el presidente Abraham Lincoln
recibió muchas quejas acerca de que Grant era irremediablemente adicto al
whisky; en una de ellas respondió Lincoln: “Quisiera que Grant enviara un
barril de su whisky a cada uno de mis otros Generales”. Pero no era el caso.
Posteriormente, Grant fue el 18vo presidente de los EEUU.
El
25 de mayo de 1982, el general del ejército argentino Mario Benjamín Menéndez,
que gobernó como gobernador durante los 73 días de la Guerra de las Malvinas,
se dirige a sus tropas en Darwin (AP)
En
esos días concurrió a las islas el segundo comandante de la Brigada
Aerotransportada IV, Coronel Víctor Pino, con parte de su Estado Mayor, con la
finalidad de seleccionar probables zonas de lanzamiento de paracaidistas para
una operación que finalmente no se realizó. Habría sido una masacre ya que
entonces la superioridad aérea local era totalmente británica, el cerco
marítimo se había concretado y, además, las condiciones climáticas y las
características del terreno eran adversas.
El
26 de abril, cumpliendo la orden de Galtieri, llegó la Brigada de Infantería
III al mando del General Omar E. Parada. Una de sus unidades, el Regimiento de
Infantería 12, lo hizo luego de un desgastante peregrinaje patagónico, y fue
enviado a la zona de Darwin, Pradera del Ganso. Sus dotaciones eran
incompletas, se carecía de algún importante armamento y de total movilidad. En
otra torpe decisión, el Regimiento de Infantería 5, al mando del Coronel Juan
R. Mabragaña, fue enviado a la isla Gran Malvinas, lo que lo aisló
completamente, como ya lo habían hecho con el Regimiento de Infantería 8, a
órdenes del Teniente Coronel Ernesto Repossi. Ambos recibieron de Menéndez la
siguiente misión: “Negar espacio de maniobra al enemigo, contribuir a la
defensa de Puerto Argentino y mantener tenazmente (innecesaria adjetivación) la
presencia de tropas argentinas en la isla”. La pregunta que surge es, ¿con qué
medios? Además, se creó innecesariamente un Teatro de Operaciones secundario
denominado “Litoral”, separado del principal por el estrecho de San Carlos, que
distrajo y desperdició regimientos de Infantería. Gran desconocimiento del
principio de la conducción: “economía de fuerzas”. Los últimos días de abril
solicité al General Jofre la conveniencia de traer del continente cañones
pesados (20 km de alcance y 155mm), su respuesta fue: “Hablemos en serio,
enfrentamiento no va a ver”. Por su parte, Galtieri aseguró: “En el peor de los
casos será un duelo a primera sangre”, ambos confiaban en que rápidamente
intervendrían los organismos internacionales.
Soldados
argentinos aprovechan un momento de descanso para informarse. (abril 1982).
(Rom·n von Eckstein)
El
28 de abril el parlamento estadounidense aumentó la presión y al día siguiente
aprobaron la Resolución 382 del Senado de total apoyo al Reino Unido, que fue
aprobada por 79 votos contra 1. Es interesante citar la predicción del
International Herald Tribune sobre la situación en el Atlántico Sur: “El apoyo
a la Argentina en Latinoamérica es tan ancho como el Río de la Plata, pero con
un solo centímetro de profundidad. Excepto Venezuela y a veces Perú, las
repúblicas más importantes han dicho muy poco. Entre las más pequeñas solo
apoyaron a la Junta: Cuba, Guatemala, Nicaragua y Panamá”.
El
Reino Unido recibió una significativa ayuda de la OTAN y del gobierno de Chile,
presidido por Augusto Pinochet Ugarte. ¿En qué consistió? Lo comprobaríamos a
partir de la iniciación de la guerra el sábado 1° de mayo de 1982.
(*)
Ex Jefe del Ejército Argentino. Veterano de la Guerra de Malvinas y ex
Embajador en Colombia y Costa Rica.
Fuente:
https://www.infobae.com
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