Relato
en primera persona de uno de los oficiales que tomó la casa del gobernador en
Malvinas, fue herido en combate y conoció a sus adversarios.
El
Capitán de Fragata (Retirado) Diego F. García Quiroga, es un oficial de la
Armada, oriundo de la provincia de Tucumán y prestó servicios en Malvinas
durante la Guerra de 1982. En ese entonces era Teniente de Fragata (3ra
jerarquía de oficiales) y fue integrante de la Agrupación de Buzos Tácticos,
unidad que desembarcó en Malvinas el 1º de abril en el marco del inicio de la
“Operación Rosario”.
Destructor
A.R.A “Santísima Trinidad” Malvinas Fuerza de Tareas 40
Días
antes de zarpar, se le había encomendado la tarea de reunir un grupo de Buzos
para una operación real en el sur. La noche del 26 de marzo, viajó hacia Puerto
Belgrano junto a 8 Buzos Tácticos y al día siguiente se reunió con el oficial
que fue el jefe del Grupo de Fuerzas Espaciales de la Armada que desembarcó en
Malvinas, el Capitán Pedro Giachino.
“Poco
antes de la medianoche del 1 de abril desembarcamos en botes de goma desde el
Destructor A.R.A “Santísima Trinidad”. El grupo de Giachino, los Comandos
Anfibios y los Buzos Tácticos, fuimos los primeros argentinos en desembarcar en
las islas. Lo hicimos en Mullet Creek, unos 13 kilómetros al sur de Puerto
Stanley”, dijo García Quiroga.
Preparando
todo para el desembarco (Fuerzas Especiales a bordo del Santísima Trinidad).
“Allí,
luego de hacer un rápido reconocimiento del terreno para ubicarnos, iniciamos
la marcha hasta la casa del gobernador, Rex Hunt, a la que llegamos antes de
que amaneciera. El objetivo de nuestro grupo era apoderarse del funcionario y
llevarlo a la estación de radio. Queríamos que desde allí transmitiera un
mensaje a los pobladores y les aconsejara no salir de sus casas; de esa forma
minimizaríamos la posibilidad de que el combate produjese bajas civiles”, relató.
Capitán
Giachino, Teniente García Quiroga y Cabo Urbina. Los tres heridos en la toma.
Los
Royal Marines apostados desde temprano en el interior de la casa de Hunt
comenzaron a disparar cuando advirtieron la presencia de las tropas argentinas
y en el fragor del fuego de metrallas, hirieron al Capitán Giachino en el
momento en que intentaban ingresar al edificio. “Yo lo seguía y recibí también
tres disparos, provenientes de armas diferentes. Uno me atravesó el codo, otro
el torso y el tercero se incrustó en el cortaplumas suizo que colgaba de mi
cinturón, a la altura de la ingle”, dijo García Quiroga.
García
Quiroga y la navaja que amortiguó el 3er disparo.
Durante
su testimonio, el oficial reconoció que quedó aturdido, pero consciente. “Caído
a unos dos metros detrás de Giachino, sentía un dolor muy intenso en el brazo
derecho con el que ya no podía empuñar mi arma y tenía la sensación de vivir la
situación desde la distancia y en cámara lenta. Entre los gritos y los
disparos, escuché las expresiones de frustración del Cabo Urbina, que había
sido herido mientras trataba de acercarse para cumplir su misión de enfermero.
También recuerdo el ruido de un helicóptero al que no pude ver, y la excitación
que se disipaba transformándose en quietud y en calma. El sol se elevaba y
pensé que era una buena mañana para morir; al lado de amigos y acostado en el
pasto”, contó.
No
todo era tan lejano a la realidad, ya que de repente se acercó un Royal Marine
y García Quiroga imaginó que ese soldado venía a terminar el trabajo.
“Desapareció enseguida de mi campo visual, pero yo sentía sus manos en mi
correaje sin poder saber qué estaba haciendo. Más tarde me enteraría de que me
estaba inyectando morfina y de que luego de eso había untado sus dedos con mi
sangre para pintarme una “M” en la frente, advirtiendo así que había recibido
una dosis, ya que una repetición inmediata podía ser letal”, recordó.
Luego
de la rendición inglesa, los reunieron en el patio de la casa del gobernador,
en “el corralito”, como lo llamaron los Comandos.
Un
helicóptero argentino lo trasladó al buque hospital, el Rompehielos A.R.A.
“Irizar”, con una breve escala en el aeropuerto de Puerto Argentino. “Una vez
en el aeropuerto pude ver a miembros de mi unidad que habían desembarcado desde
el submarino A.R.A. Santa Fe casi al mismo tiempo que yo, pero al noreste de
Puerto Argentino. Ninguno me hablaba y todos miraban al piso cuando pasó mi
camilla, lo que me hizo preguntarme si todavía estaba vivo”.
Al
necesitar una atención que no podía realizarse a bordo del “Irizar”, el Teniente
tuvo que ser evacuado al continente. En ese trayecto de casi 1000 kilómetros
García Quiroga recuerda que “Durante el vuelo a Comodoro Rivadavia un soldado
me daba golpecitos en la cara para que no perdiera la conciencia. No habría
sobrevivido sin él. Cuando recobré el conocimiento me acompañaban mi mujer, mis
padres y mi segundo comandante, quien me contó que el Capitán Giachino había fallecido
“.
Aun
así, su esfuerzo no fue en vano, se tomó la casa y la operación fue un éxito,
aunque con novedades para el lado argentino. El gobernador accedió a entregar
el mando y luego se hizo una formación en el patio y se izó el pabellón
nacional. Ahí valió la pena el esfuerzo y coraje de los soldados que fueron a
recuperar la soberanía en esa mañana malvinera.
Formación,
izado de pabellón nacional y afirmación de la Soberanía Argentina en las Islas
Malvinas
Así
pasaron a la historia los primeros argentinos que se enfrentaron a la defensa
inglesa, en la casa del gobernador Rex Hunt. Uno abatido y dos heridos de bala.
El Teniente Diego García Quiroga, es reconocido como héroe, pero él no cree
merecer esa distinción, ya que afirma que lo que hizo fue en cumplimiento del
deber y por voluntad de ser militar.
“Enfrenté
con 28 años a un enemigo al que había aprendido a admirar por sus capacidades,
pero esa fue mi elección y estaba muy contento por la oportunidad que tenía,
sintiendo que a través del combate sabría cuál era, de una vez, la medida de mi
coraje. De ese modo llegué a Malvinas, entusiasmado y al lado de compañeros en
los que confiaba de una manera que todavía hoy sigue siendo única”, expresó.
Pasó
la guerra, pasaron los años, García Quiroga fue a vivir a Noruega y conoció a
Mike Seear, quien había sido jefe de operaciones del 7º regimiento Gurkha en la
guerra. También en visitas a Inglaterra, participó de reuniones, exposiciones y
eventos donde también se encontró con personas que quizás nunca había pensado
ver.
Capitán
García Quiroga junto a Teniente de la Armada Argentina.
En
uno de esos encuentros, y quizás el más inesperado fue con Mike Norman, jefe de
los Royal Marines que les habían disparado desde la casa del gobernador en
1982. “Me dijo que llevaba años esperando conocerme. También conocí allí a Sir
Rex Hunt, el ex gobernador y mi viejo “objetivo”. Lady Mavis, su mujer, me
sugirió que si se me ocurría visitar de nuevo la casa “tratara de no arruinar
los rosales” como habíamos hecho el 2 de abril”, comentó.
Otra
de las personas que conoció, fue la mismísima Margaret Thatcher, con la cual
intercambió saludos y algunos recuerdos. “Margaret Thatcher se paró, derecha
como un mástil, con una firmeza que no delataba sus 81 años. Sonriendo con
cortesía, dijo que ‘era un gran acontecimiento que yo estuviera presente allí’.
Agregó que la guerra había sido un asunto lamentable, ‘pero conveniente para el
Reino´. Le contesté que era una pena que aquel 2 de abril Rex Hunt no hubiese
aceptado mi invitación a desayunar, y me replicó que no sería una buena idea
tratar de repetir la invitación. Me interrogó por los veteranos en la
Argentina, preguntándome si se reconocía su esfuerzo. Sabía que yo vivía en
Noruega, y me preguntó cómo vivía allí, si estaba contento, si tenía una buena
vida… Le dije que sí, pero que a veces todo me parecía demasiado tranquilo, y
que extrañaba la excitación y la ansiedad de aquellos otros días. Se acercó un
poco, me miró fijo y me susurró: “Yo también”, así recordó esos momentos.
Gobernador
Rex Hunt
En
su análisis García Quiroga sacó como conclusión que la guerra dejó un saldo
negativo para las dos partes “Se perdieron 904 vidas; una vida cada dos
habitantes de las islas. Treinta barcos fueron hundidos o gravemente dañados;
138 aviones derribados, destruidos o capturados. Pero esa mañana del 2 de
abril, todo eso pertenecía al futuro. La vida tenía para mí una excitación
inigualable. Junto a mis camaradas sentía que estábamos jugando un pequeño pero
significativo papel en la historia de la Nación. Nunca más me sentí así y es
posible que el conflicto cambiara la forma en que veo las cosas; sin embargo,
todavía sueño con la gloria “.
Fuente:
https://viapais.com.ar
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