17 de enero de 2020

"EL DÍA NEGRO DE LA FLOTA BRITÁNICA - 8 DE JUNIO 1982”


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Cachón (*) nació en 1952 en un campo cerca de Balcarce. Quince años más tarde su familia se trasladó a Mar del Plata y ahí terminó la escuela secundaria. Se preparaba para entrar en Medicina en La Plata cuando un amigo lo entusiasmó para ir a dar el examen a la escuela aeronáutica de Córdoba.

-"Fui porque me pagaban el pasaje y quería conocer una ciudad diferente", dice Cachón.
Al amigo lo bocharon y él aprobó con muy buenas notas.

En el 76 se convirtió en Aviador.

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Cachón se enteró de la toma de Malvinas como la mayoría de los argentinos, por la radio.

La alegría de que iba a poder entrar en combate le duró poco. Su entrenamiento era para el combate aéreo o con blancos en tierra.

En el mar es todo diferente.

“Llévelos a la gloria", le dijo el Capitán Pablo Carballo, con ese sonido latoso de los transmisores de los aviones de combate.

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El Primer Teniente Carlos Cachón volaba su cazabombardero A4B Skyhawk por sobre las heladas aguas del Atlántico Sur cuando recibió la inesperada orden de tomar el mando de la escuadrilla que debía impedir el desembarco británico en Bahía Agradable.

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Un hecho fortuito dejó a Cachón como responsable de la misión. Los aviones de los jefes, el Capitán Carballo y el Primer Teniente Filippini, habían sufrido el congelamiento de sus estructuras de reabastecimiento y no podían desplegarlas para recibir el combustible del avión cisterna que debía hacer la maniobra en pleno vuelo.

Cachón respiró profundo y se dispuso a concretar la misión más importante de su vida y para la que se había preparado rigurosamente en los últimos doce años.

No muy lejos de ahí, en la entrada de la Bahía Agradable, al sur de Puerto Argentino, dos cargueros de 3.250 toneladas, el Sir Tristán y el Sir Galahad, repletos de soldados británicos se disponían a comenzar el desembarco más importante de la guerra.

El Teniente CACHÓN dio un vistazo a sus instrumentos y abrió la comunicación con los aviones que habían quedado a su mando. Reiteró las órdenes y la escuadra se deslizó hacia las islas. Tenían que volar a gran altura y bajar casi al ras del agua apenas estuvieran sobre el objetivo. Todo en una maniobra muy peligrosa de apenas unos segundos. Llevaba tres bombas de 250 kilos de fabricación argentina. Eran las que estaban dando el mejor resultado. Antes habían probado con bombas de 500 y 1.000 kilos, pero eran tan poderosas que traspasaban los barcos y explotaban en el agua.

Era ya la media mañana y Cachón llevaba volando desde hacía casi dos horas. Había avanzado durante varias millas al ras del agua y la sal se le pegaba al parabrisas. Ahora estaba a gran altura para caer sorpresivamente sobre el blanco, pero no podía ver los barcos por la sal y la bruma espesa que cubría la bahía.

De otro de los aviones viene el aviso esperado:

- “¡Están ahí, a la derecha, uno a cada lado de la península!".

Los dos barcos aparecieron entre las nubes grises. Cachón dio la orden: tres de los cinco aviones irían sobre la izquierda y atacarían al Sir Tristán. El suyo y otro de los Skyhawk lanzarían sus bombas contra el Sir Galahad.

Simón Weston ya estaba listo. Tenía su mochila cargada y estaba recibiendo las órdenes de un teniente:

- “Tenemos que tomar la altura de Sapper Hill para encaminarnos directamente a Puerto Stanley".

En ese momento sintió el primer sacudón. Fue eso, un movimiento brusco. La primera bomba había pegado sobre la escotilla, pero estalló a casi un kilómetro de distancia, sobre la playa.

La segunda bomba del primer avión argentino tuvo la misma suerte. Cachón vio la acción y decidió bajar un poco más para apuntar directamente al sector de máquinas del navío. Era peligroso porque estaba al alcance de la artillería británica, pero imprescindible para que las bombas alcanzaran el blanco.

Cachón se preparó para pulsar el botón que libera las bombas y esperó estar casi sobre el Galahad.

Lanzó la primera y la segunda casi al mismo tiempo. Vio como llegaban a la proa y explotaban sobre la cubierta. La tercera fue directamente al centro del barco, en la zona de máquinas. La cabeza explosiva traspasó la primera cubierta y llegó a la segunda, donde estaban los soldados listos para desembarcar.

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La explosión se produjo en forma directa sobre dos camiones cargados con combustible para misiles.

En un segundo todo fue rojo, amarillo y hervía.

-"Se convirtió en el infierno. Era sangre, defensa y fuego. Mucha sangre derramada", recuerda Simón Weston.

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Cachón se elevó y no supo más nada. De otro avión le aseguraron que le había pegado al barco, pero él no pudo ver nada. Se tenía que alejar lo antes posible porque seguramente ya estaba en el radar de los aviones británicos que se acercaban.

Weston fue alcanzado de lleno por el fuego. El calor era tan intenso que derretía la suela de las botas. Trató de alzar a un compañero herido, pero ya no tuvo fuerzas. Tenía buena parte del cuerpo quemado. Alguien lo empujó hasta la cubierta superior. Sólo recuerda que en un momento apareció un helicóptero para rescatarlo.

Veinticinco años más tarde me encuentro con Carlos Cachón en su modesto departamento del centro de Mar del Plata.

Lleva los mismos bigotes que lucía en la foto que le sacaron en Río Gallegos poco antes de subirse al avión el día en que hundió al Sir Galahad. Ya no pertenece a la Fuerza Aérea. Pidió la baja en 1986. Tenía 34 años y una desilusión enorme con sus superiores.

“Cuando volvimos ese día a la base no pudimos festejar más que por unos minutos.

Nos confirmaron desde Puerto Argentino que habíamos hundido el barco y nos abrazamos y reímos.

Pero no había pasado una hora cuando vino la otra noticia terrible. De la segunda escuadrilla que había partido para un nuevo ataque, sólo regresó un avión. Todos los otros fueron derribados. Fue un día agridulce. Como todos en la guerra", cuenta Cachón mientras juega con una réplica en madera de su avión que le hizo un artesano de San Luís.

-"Nos entró no sólo miedo sino terror. La capacidad de derribo que tiene un buque es del 70% u 80%. Es decir que de 10 aviones que atacan, 7 u 8 son derribados. Pero estábamos bien adiestrados y enseguida hubo mucho adoctrinamiento. En pocos días estábamos mentalmente preparados para el combate", cuenta el Aviador.

(*) Capitán(RE) - Fuerza Aérea Argentina

Fuente:
Artículo: Se conocieron, se confesaron y se perdonaron... de Aviación Argentina, el Lunes, 15 de noviembre de 2010

"Malvinas: Guerra en el Atlántico Sur" por Alberto N. Manfredi (h)

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