Cachón
(*) nació en 1952 en un campo cerca de Balcarce. Quince años más tarde su
familia se trasladó a Mar del Plata y ahí terminó la escuela secundaria. Se
preparaba para entrar en Medicina en La Plata cuando un amigo lo entusiasmó
para ir a dar el examen a la escuela aeronáutica de Córdoba.
-"Fui
porque me pagaban el pasaje y quería conocer una ciudad diferente", dice
Cachón.
Al
amigo lo bocharon y él aprobó con muy buenas notas.
En
el 76 se convirtió en Aviador.
Cachón
se enteró de la toma de Malvinas como la mayoría de los argentinos, por la
radio.
La
alegría de que iba a poder entrar en combate le duró poco. Su entrenamiento era
para el combate aéreo o con blancos en tierra.
En
el mar es todo diferente.
“Llévelos
a la gloria", le dijo el Capitán Pablo Carballo, con ese sonido latoso de
los transmisores de los aviones de combate.
El Primer Teniente Carlos Cachón volaba su cazabombardero A4B Skyhawk por sobre
las heladas aguas del Atlántico Sur cuando recibió la inesperada orden de tomar
el mando de la escuadrilla que debía impedir el desembarco británico en Bahía
Agradable.
Un
hecho fortuito dejó a Cachón como responsable de la misión. Los aviones de los
jefes, el Capitán Carballo y el Primer Teniente Filippini, habían sufrido el
congelamiento de sus estructuras de reabastecimiento y no podían desplegarlas
para recibir el combustible del avión cisterna que debía hacer la maniobra en
pleno vuelo.
Cachón
respiró profundo y se dispuso a concretar la misión más importante de su vida y
para la que se había preparado rigurosamente en los últimos doce años.
No
muy lejos de ahí, en la entrada de la Bahía Agradable, al sur de Puerto
Argentino, dos cargueros de 3.250 toneladas, el Sir Tristán y el Sir Galahad,
repletos de soldados británicos se disponían a comenzar el desembarco más
importante de la guerra.
El
Teniente CACHÓN dio un vistazo a sus instrumentos y abrió la comunicación con
los aviones que habían quedado a su mando. Reiteró las órdenes y la escuadra se
deslizó hacia las islas. Tenían que volar a gran altura y bajar casi al ras del
agua apenas estuvieran sobre el objetivo. Todo en una maniobra muy peligrosa de
apenas unos segundos. Llevaba tres bombas de 250 kilos de fabricación
argentina. Eran las que estaban dando el mejor resultado. Antes habían probado
con bombas de 500 y 1.000 kilos, pero eran tan poderosas que traspasaban los
barcos y explotaban en el agua.
Era
ya la media mañana y Cachón llevaba volando desde hacía casi dos horas. Había
avanzado durante varias millas al ras del agua y la sal se le pegaba al
parabrisas. Ahora estaba a gran altura para caer sorpresivamente sobre el
blanco, pero no podía ver los barcos por la sal y la bruma espesa que cubría la
bahía.
De
otro de los aviones viene el aviso esperado:
-
“¡Están ahí, a la derecha, uno a cada lado de la península!".
Los
dos barcos aparecieron entre las nubes grises. Cachón dio la orden: tres de los
cinco aviones irían sobre la izquierda y atacarían al Sir Tristán. El suyo y
otro de los Skyhawk lanzarían sus bombas contra el Sir Galahad.
Simón
Weston ya estaba listo. Tenía su mochila cargada y estaba recibiendo las
órdenes de un teniente:
-
“Tenemos que tomar la altura de Sapper Hill para encaminarnos directamente a
Puerto Stanley".
En
ese momento sintió el primer sacudón. Fue eso, un movimiento brusco. La primera
bomba había pegado sobre la escotilla, pero estalló a casi un kilómetro de
distancia, sobre la playa.
La
segunda bomba del primer avión argentino tuvo la misma suerte. Cachón vio la
acción y decidió bajar un poco más para apuntar directamente al sector de
máquinas del navío. Era peligroso porque estaba al alcance de la artillería
británica, pero imprescindible para que las bombas alcanzaran el blanco.
Cachón
se preparó para pulsar el botón que libera las bombas y esperó estar casi sobre
el Galahad.
Lanzó
la primera y la segunda casi al mismo tiempo. Vio como llegaban a la proa y
explotaban sobre la cubierta. La tercera fue directamente al centro del barco,
en la zona de máquinas. La cabeza explosiva traspasó la primera cubierta y
llegó a la segunda, donde estaban los soldados listos para desembarcar.
La
explosión se produjo en forma directa sobre dos camiones cargados con
combustible para misiles.
En
un segundo todo fue rojo, amarillo y hervía.
-"Se
convirtió en el infierno. Era sangre, defensa y fuego. Mucha sangre
derramada", recuerda Simón Weston.
Cachón
se elevó y no supo más nada. De otro avión le aseguraron que le había pegado al
barco, pero él no pudo ver nada. Se tenía que alejar lo antes posible porque
seguramente ya estaba en el radar de los aviones británicos que se acercaban.
Weston
fue alcanzado de lleno por el fuego. El calor era tan intenso que derretía la
suela de las botas. Trató de alzar a un compañero herido, pero ya no tuvo
fuerzas. Tenía buena parte del cuerpo quemado. Alguien lo empujó hasta la
cubierta superior. Sólo recuerda que en un momento apareció un helicóptero para
rescatarlo.
Veinticinco
años más tarde me encuentro con Carlos Cachón en su modesto departamento del
centro de Mar del Plata.
Lleva
los mismos bigotes que lucía en la foto que le sacaron en Río Gallegos poco
antes de subirse al avión el día en que hundió al Sir Galahad. Ya no pertenece
a la Fuerza Aérea. Pidió la baja en 1986. Tenía 34 años y una desilusión enorme
con sus superiores.
“Cuando
volvimos ese día a la base no pudimos festejar más que por unos minutos.
Nos
confirmaron desde Puerto Argentino que habíamos hundido el barco y nos
abrazamos y reímos.
Pero
no había pasado una hora cuando vino la otra noticia terrible. De la segunda
escuadrilla que había partido para un nuevo ataque, sólo regresó un avión.
Todos los otros fueron derribados. Fue un día agridulce. Como todos en la
guerra", cuenta Cachón mientras juega con una réplica en madera de su
avión que le hizo un artesano de San Luís.
-"Nos
entró no sólo miedo sino terror. La capacidad de derribo que tiene un buque es
del 70% u 80%. Es decir que de 10 aviones que atacan, 7 u 8 son derribados.
Pero estábamos bien adiestrados y enseguida hubo mucho adoctrinamiento. En
pocos días estábamos mentalmente preparados para el combate", cuenta el
Aviador.
(*)
Capitán(RE) - Fuerza Aérea Argentina
Fuente:
Artículo:
Se conocieron, se confesaron y se perdonaron... de Aviación Argentina, el
Lunes, 15 de noviembre de 2010
"Malvinas:
Guerra en el Atlántico Sur" por Alberto N. Manfredi (h)
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