En
medio de negociaciones urgentes, el hundimiento del Crucero General Belgrano
provocó el fracaso de la última esperanza de enfrentar un conflicto armado. Las
razones del Almirante Anaya para negarse al plan de paz y el papel clave de
Margaret Thatcher para que no prosperara.
Por
Juan Bautista "Tata" Yofre
Leopoldo
Galtieri, Basilio Lami Dozo y Jorge Anaya. Este último se negó a la propuesta
de paz del presidente peruano Fernando Belaúnde Terry.
Unos
años más tarde de finalizado el conflicto argentino-británico de Malvinas, el Almirante
Harry Train, comandante de la Flota del Atlántico de la Armada de los Estados
Unidos de Norteamérica, y simultáneamente Comandante Supremo Naval de la OTAN
durante el período de la guerra de las Malvinas, hizo la siguiente observación,
publicada por el Boletín del Centro Naval (Buenos Aires, marzo de 1987):
“El Operativo Rosario fue planeado e inicialmente ejecutado como una invasión
diplomática. Como un aguijón de las atascadas negociaciones con los británicos
sobre la soberanía de las islas. La operación nunca fue intentada como una
operación de combate.”
En
otras palabras, desde el 2 de abril hasta el 1º de mayo de 1982, la Argentina
se enfrascó en una batalla donde sus combates se libraban en los pupitres del
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas o en la Organización de los Estados
Americanos, mientras el Reino Unido de la Gran Bretaña dispuso, al margen de
las escaramuzas en los organismos internacionales, la movilización de sus
efectivos y reservas para una dura batalla militar. Durante el mes de abril la
gran atención de la Junta Militar se depositó en lo que ocurría en Nueva York,
Washington, Lima y Londres. Con el paso de las semanas, crecía en el Comité
Militar un clima de sorpresa y desazón frente a acontecimientos difíciles de
dominar, porque sobrepasaban a sus integrantes. Ahora comenzaba otro mes de
conflicto y los discursos quedaron atrás. “El enemigo está dispuesto a pegar y
pega fuerte”, dijo el Presidente de la Nación durante la reunión del gabinete,
el 3 de mayo. En la misma ocasión dijo que al comenzar su gestión no tenía
previsto un cambio tan radical de las circunstancias como el que se produciría
luego del 2 de abril, por lo tanto, pedía “prudencia” a sus colaboradores.
El
1º de mayo se inició la guerra, y entró en vigencia el día “D” para Gran
Bretaña. A través del Mensaje Militar Conjunto Nº 26, Galtieri, Anaya y Lami
Dozo entendieron que la hora de las palabras había terminado. Según el relato
de la Junta Militar “seis buques británicos se acercaron a Puerto Argentino
ejecutando fuego naval sobre la ciudad, mientras el Almirante británico John
Forster “Sandy” Woodward intimaba a rendición, la que fue rechazada por el
Gobernador Militar en las islas Malvinas, General Mario Benjamín Menéndez. Esto
fue comunicado por parte telefónico al Estado Mayor Conjunto en Buenos Aires.”
Nada se dice del ataque de un bombardero Vulcan al aeropuerto, que había
despegado de las Isla Ascensión y reabastecido en el aire en seis ocasiones, ni
del desembarco de patrullas del Servicio Aéreo Especial y Naval Especial para
marcar “blancos” ya que carecían de apropiadas fotografías satelitales o
aéreas. La Junta Militar no va a sostener lo mismo: “El cable informativo 2172,
del día 3 de mayo, y el Mensaje Militar Conjunto Nº 39 sostenían que el enemigo
recibe información satélite sobre posición diurna y nocturna de todas unidades
superficie propias’”.
En
el Diario de Guerra de los comandantes se dice:
"El Ministro
británico Francis Pym llegó a Nueva York antes de una operación británica
masiva sobre Malvinas. Mientras, se desarrollaban acciones aisladas. Aquí
declaró que la semana pasada había viajado a Washington para negociar con
Alexander Haig (Secretario de Estado norteamericano) en su rol de “mediador”,
pero que ahora viene a verlo ya como “aliado”. Si no hay una respuesta
diplomática argentina para el lunes 3, entonces podría comenzar una operación
mayor.
El
sábado 2 de mayo de 1982, el embajador argentino en la OEA, Raúl Quijano, me
dijo “off the record”:
“Se estuvo a punto de
llegar a un arreglo sobre la última propuesta de los Estados Unidos. El Almirante
Anaya empujó para endurecer la posición argentina. El gobierno no desea convocar
al TIAR, nuevamente, porque teme que se produzca un enfrentamiento entre
Latinoamérica y los Estados Unidos. Galtieri está muy dubitativo sobre qué
camino tomar. Considera a los Estados Unidos un país amigo y el canciller
Nicanor Costa Méndez cree que la futura negociación diplomática contará con la
participación de los Estados Unidos. Yo dije que eso nos mantendría desarmados
y con los brazos caídos. Para Galtieri es muy difícil la posición, porque los
americanos eran los amigos de ayer. Se habla de la posibilidad del retiro del
embajador argentino, Esteban Takacs”.
El
hundimiento del crucero General Belgrano fue el pretexto principal que usaron
tanto el entonces almirante Anaya y la primer ministro británica Margaret
Thatcher, que lo provocó, para descartar un acuerdo de paz.
La
propuesta peruana y el hundimiento del crucero ARA Belgrano.
“Lo
que voy a relatar ahora, me dijo el Brigadier Basilio Lami Dozo en un diálogo
grabado, es la reunión de la Junta Militar que se realizó en la sede el Estado
Mayor Conjunto después del hundimiento del crucero General Belgrano y del
bautismo de fuego de la Fuerza Aérea. Era una reunión muy importante porque
íbamos a analizar y definir sobre el proyecto de acuerdo del presidente del
Perú, Fernando Belaúnde Terry. La reunión fue muy tensa porque el Almirante
Anaya estaba con el hundimiento del Belgrano y la pérdida de gran parte de sus
tripulantes. Anaya estaba muy conmovido por el hundimiento (se emocionó). Dijo
Anaya:
“A pesar del
hundimiento del Belgrano y lo que significa para nosotros, doy el visto bueno
para aprobar el acuerdo”.
Analizamos
la propuesta los tres solos, sin presencia del canciller. Después de
analizarla, primero definimos si era aceptable. El pensamiento (general) era de
que era aceptable pero que era conveniente cambiar una palabra. En lugar de poner
“deseos de los isleños” poner “intereses de los isleños”. Y para poder hacer
esto íbamos a mandar a dialogar con el presidente del Perú una comisión
integrada por un Brigadier, un General y un Almirante. Los designados eran el Brigadier
Mayor (José) Miret, el General (Héctor) Iglesias, Secretario General de la
Presidencia y el Almirante (Roberto Benito) Moya, jefe de la Casa Militar de la
Presidencia. Iban a salir al día siguiente, a primera hora, a Lima. Pero, aún
si no aceptaba el cambio de “intereses” por “deseos” era intención de la Junta
aceptar el proyecto de convenio para no tener un enfrentamiento bélico con la
flota inglesa.
En
la Junta esperábamos que si el conflicto se presentaba en el campo diplomático
todavía podíamos esperar alguna posición de los Estados Unidos favorable a la
Argentina. Pero si había un enfrentamiento militar el gobierno de los Estados
Unidos iba a apoyar al gobierno inglés. Y así fue. La reunión terminó pasada la
medianoche. Tras la reunión pasé la noche en el comando (Edificio Cóndor).
Cuando llegó a mi despacho, el Brigadier Miret me esperaba y le dije que al día
siguiente debía viajar a Lima a conversar con las autoridades peruanas y
aprobar el acuerdo.”
Vista
parcial del Informe de los comandantes en jefe de las FF.AA. en el momento que
tratan la propuesta del presidente Belaúnde Terry el 2 de mayo de 1982.
“A
eso de las dos de la mañana, el ayudante que estaba de turno me despierta
diciendo que hay una comunicación urgente con el General Galtieri para mí. Lo
atiendo y me dice que había hablado con el presidente Belaúnde Terry diciéndole
que en principio la propuesta del convenio era aceptable, pero que era
conveniente por el hundimiento del General Belgrano esperar unos días para la
reunión final y la aceptación final de la Junta Militar.”
“Cuando
terminamos de hablar esta cuestión le dije: ‘Mira Leo esto no es lo que
tratamos. La Junta va a aceptar como está y la Junta iba a mandar
representantes. Yo en estas condiciones no mando mi representante porque no era
lo que aceptamos’. Entonces me dice que lo mismo vamos a mandar al General
Iglesias y al Almirante Moya a conversar con el presidente del Perú.”
“Le
pregunté, ¿cuál es el problema que hay ahora? Y me contesta que el
almirantazgo, cuando llega el Almirante Anaya a la sede de su comando, el
Edificio Libertad, estaba esperando cuáles eran las novedades de la reunión de
la Junta, y cuando se habló que se aceptaba el convenio, el almirantazgo le
manifestó al Almirante Anaya que ellos no estaban de acuerdo por la cantidad de
pérdidas, y en especial porque al General Belgrano lo hundieron fuera de la
zona de exclusión. Anaya le comunicó eso a Galtieri y Galtieri me lo comunicó a
mí.”
Muchos
años después de la guerra, Alexander Haig intentó explicar su fracaso como
mediador, gestión a la que llamó “mi Waterloo":
“El verdadero
problema fue el sistema de veto que funcionaba en la junta de los militares
argentinos. Nadie podía decir que sí y todos podían decir que no. El Ejército y
la Fuerza Aérea, de alguna manera, eran más razonables. Galtieri hubiera
aceptado las propuestas de paz, pero el Ejército no podía avanzar sin el
consentimiento de la Armada”.
Hay
otras opiniones, otras miradas, sobre lo que sucedió al Crucero Belgrano. Años
más tarde, el comandante de la Armada Argentina, Almirante Enrique E. Molina
Pico (1994-1996) fijó una posición oficial:
“Decir que el
hundimiento del Crucero Belgrano fue un crimen de guerra es faltarles el honor
militar a los que murieron. Fue una acción de guerra, no un crimen de guerra.
Todos los que estábamos en el mar, en plena guerra, teníamos un sobre en el que
se establecían los considerandos de la Zona de Exclusión, decretada por el
gobierno británico, y se prevenía que el gobierno de Su Majestad se reserva el
derecho de atacar a cualquier nave o aeronave que considere un peligro para sus
fuerzas’”.
Se
entiende afuera de la “Zona de Exclusión”. El mismo día, 2 de mayo, también es
atacado el aviso ARA “Alférez Sobral”, muriendo su capitán y siete tripulantes.
Tras el hecho, la flota argentina volvió a sus bases y ya no saldría por temor
a ser hundida. Permaneció en aguas poco profundas para dificultar la cercanía
de los submarinos nucleares.
Anaya,
Galtieri y Lami Dozo. El Ejército y la Aeronáutica eran proclives a aceptar una
propuesta de paz.
- ¿Por
qué retiras la flota- Incomodó Lami Dozo a su colega Anaya.
- Porque
se descalibró el instrumental.
- ¿Y
cuándo la traés? (al Teatro de Guerra).
- Cuanto
antes.
La
flota de guerra no salió más a mar abierto por temor a los submarinos
nucleares. Había quedado neutralizada. Los del Ejército decían con sorna que
“navegaba sobre rueditas por la Ruta 3”.
Lami
Dozo volvió a agregar: “Yo no estuve de acuerdo (con suspender la negociación
peruana). Le dije a Anaya:
“Comprendo lo que
siente la Armada por el crucero General Belgrano y lo comparto, pero a veces
hay que tomar decisiones cuando hay mucho dolor encima, pero hay que tomarlas.
Y la decisión que acordamos era aceptar el proyecto de acuerdo a la forma que
estaba escrito y con el breve cambio de “intereses” por “deseos”, así que
manden ustedes (sus representantes) pero desde ahora te digo que voy a comenzar
a trabajar solo para un convenio. Lo único que voy a hacer es decirles a
ustedes que estoy trabajando y con quiénes estoy trabajando. Y cuando tenga el
resultado les avisaré… cómo van las gestiones. Así que le dije que nos veremos
en la próxima reunión, corté y le comunique al Brigadier Miret que no iba a ir
a Lima y que me venga a ver al día siguiente. Y lamentablemente no se pudo
hacer el convenio.”
“Mi
pensamiento me dice que, sin el conocimiento de la Junta Militar, el crucero
General Belgrano regresaba de un intento de recuperar las islas Georgias del
Sur, que no tenía casi guarnición inglesa después que se rindiera la guarnición
argentina. Por razones que no conozco suspendió ese intento y regresaba a
Ushuaia bordeando la zona de exclusión. El ARA Belgrano era un navío
fundamental para la defensa de Puerto Argentino. Por el alcance de sus cañones
podía impedir el bombardeo constante que sufría Puerto Argentino y la base
aérea. El alcance de sus cañones era superior al alcance de la flota inglesa,
entonces el crucero anclado en Puerto Argentino era un elemento fundamental
para evitar el bombardeo nocturno de la flota inglesa.”, señaló el jefe de la
Fuerza Aérea durante el conflicto.
Fernando
Belaúnde Terry, el presidente peruano que esbozó el plan de paz en el conflicto
de Malvinas.
Argumentos
no válidos.
“Después de analizar
los hechos llegue a la conclusión que el hundimiento del General Belgrano fuera
de la zona de exclusión tuvo como propósito sabotear el acuerdo. Que la
Argentina saboteara el acuerdo por el hundimiento, esa es una parte. Otra gente
dice que también se sumó a tratar de nivelar las pérdidas que había tenido la
flota inglesa en un intento de desembarco dos días antes en la zona cerca de
Puerto Argentino. Ahí fue hundida la fragata HMS Sheffield, que era el buque
más importante de la flota de tareas inglesa. Mi conclusión personal fue que el
objetivo fundamental de la orden de hundir el Belgrano, según nuestras fuentes,
y que después fue confirmada por la propia ex Primer Ministro, se debía
exclusivamente a que la Thatcher no quería firmar ningún acuerdo. Ella quería
una victoria militar por razones políticas y razones militares. Políticas
porque tenía problemas con su liderazgo en el Partido Conservador. Estaba por
perder la presidencia del Partido Conservador. Y exclusivamente militares
porque la Armada inglesa, dentro de la OTAN, perdía su rol ofensivo y le
dejaban a la Armada inglesa un papel defensivo que era antisubmarino y
antiaéreo y el rol ofensivo quedaba en manos de la Armada de los Estados
Unidos. Indudablemente logró su objetivo al sabotear el acuerdo que le presento
Belaúnde Terry. El proyecto no era de Perú, el presidente peruano fue el medio
en que se valieron ciertos sectores del gobierno inglés con el apoyo de ciertos
sectores del gobierno norteamericano en presentar ese acuerdo.”
“Empecé a trabajar
ese acuerdo con dos ciudadanos argentinos que tenían muy buenos contactos con
el gobierno del presidente Reagan. Uno era el doctor Ricardo Zin y el otro el
escribano Wenceslao Bunge y la funcionaria que más conversaba con ellos era
Jeanne “Juanita” Kirkpatrick, la embajadora de los EEUU en las Naciones Unidas
que ayudó muchísimo para lograr un acuerdo…lamentablemente no pudimos llegar a
un acuerdo por decisión de la Primera Ministra inglesa que no quería llegar a
ningún acuerdo o reunión por la soberanía.”
El
documento secreto con la propuesta de paz peruana.
La
propuesta peruana del 2 de mayo de 1982, surge de la conversación telefónica
entre el presidente Belaúnde y el canciller Costa Méndez, y establecía:
1)
Cese inmediato de las hostilidades.
2)
Retiro mutuo de fuerzas.
3)
Presencia de representantes ajenos a las dos partes involucradas en el
conflicto para administrar temporalmente las islas.
4)
Los dos gobiernos reconocen la existencia de reclamaciones discrepantes y
conflictivas sobre la situación de las islas.
5)
Los dos gobiernos reconocen que las aspiraciones y los intereses de los
habitantes locales tienen que ser tomados en cuenta en la solución definitiva
del problema (también se negoció el concepto “puntos de vista” de los intereses
de la población).
6)
El grupo de contacto que intervendría de inmediato en las negociaciones para
implementar este convenio estaría compuesto por varios países a designarse de
común acuerdo.
7)
Antes del 30 de abril de 1983 se habrá llegado a un acuerdo definitivo, bajo la
responsabilidad del grupo de países antes mencionados."
Existía,
con respecto a las otras propuestas de negociación, dos puntos que llamaban la
atención, el 3º y 6º, porque dejaba al margen a los dos países involucrados en
la contienda, la Argentina y Gran Bretaña. En el 3º de la administración local
y el 6º de las negociaciones diplomáticas. Durante una conversación telefónica,
Belaúnde le dijo a Costa Méndez que “las terceras partes tendrían que
reemplazar por entero a todo lo que fuera administración británica”. Los países
propuestos por Belaúnde Terry fueron Perú y Brasil, por la Argentina, y
Alemania Occidental y los Estados Unidos, por el Reino Unido. El canciller
Costa Méndez se encargó de desechar a los Estados Unidos, porque había votado
en contra la declaración del TIAR, entonces los peruanos mencionaron a Canadá
(también rechazado) y finalmente se habló de Italia, aunque luego volvió al
cuarteto los Estados Unidos de Norteamérica.
Fuente:
https://www.infobae.com
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