6 de junio de 2019

EL C-130 HÉRCULES BOMBARDERO


 Por Arturo Max

Antecedentes y preparativos

 
Pionero de los vuelos de exploración profunda del Atlántico Sur, el KC-130H Hércules de la I Br Aé inició ese tipo de operaciones en el año 1980 (foto: Carlos Ay, El Palomar, 09/1981).

Con la recuperación de las Islas Malvinas el día 2 de abril de 1982, la Fuerza Aérea Argentina (FAA) se vio inmersa en un conflicto en el que no estaba preparada ni equipada para afrontar.

Sin embargo, sus pilotos llegaron al conflicto con una preparación teórico-práctica que pronto iba a ser puesta a prueba ya que serían protagonistas de misiones que asombrarían y causarían admiración en todo el mundo por lo arriesgadas, por lo imprevistas y, sobre todo, por la pericia y coraje con que las efectuaron.

Al comienzo del conflicto, la FAA contaba con siete C-130H y dos KC-130H, de los que sólo el C-130H TC-67 estaba fuera de servicio.

 
Las seis bombas Alaveses de 250 Kg. colgadas de un (MER) Multiple Ejerctor Rack bajo el ala izquierda del TC-68 (foto: vía Fundación Marambio).

La necesidad de contar con aviones de exploración lejana y eventualmente disponer de cierta capacidad de ataque y bombardeo, sobre todo después de haber quedado fuera de servicio los P-2 Neptune de la Aviación Naval, obligaron a la Fuerza Aérea a buscar una solución alternativa y tal vez poco convencional.

Para ello ya se contaba con la valiosa experiencia de vuelos de larga duración sobre el agua.

Explorando el Atlántico Sur

En efecto, el 27 de septiembre 1980 el KC-130H TC-69, despegando desde la Base Aérea Militar Río Gallegos, había sobrevolado por primera vez Grytviken en la Isla San Pedro (Georgias del Sur), la estación científica Corbeta Uruguay en la Isla Morrell del grupo Tule del Sur (Sándwich del Sur) y la isla Laurie en las Orcadas del Sur; efectuando lanzamiento de sacas de correspondencia en las estaciones Corbeta Uruguay y Orcadas.

 
La mira de tiro MATRA SFOM, tal como fue instalada en el TC-68 (foto: Vía Fundación Marambio).

Más tarde despegó de Río Gallegos, sobrevoló las Islas Malvinas y aterrizó en El Palomar a la madrugada del día siguiente.

El 20 de noviembre se efectuó un segundo vuelo de exploración lejana con el KC-130H TC-70, sobrevolando las islas Georgias del Sur y Sándwich del Sur, con regreso a la BAM Río Gallegos después de volar 17:45 horas ininterrumpidas.

Justamente el TC-67 efectuó el primer vuelo de un Hércules argentino a Puerto Stanley el 26 de febrero de 1981, al que le siguieron dos cruces más desde la BAM Río Gallegos transportando carga general.

Llamativamente ese avión, el TC-67, fue el único Hércules que no participó de la guerra por encontrarse en reparaciones luego del accidente ocurrido durante el aterrizaje en la Base Aérea Marambio, en la Antártida el 23 de noviembre de 1981 con rotura del tren de nariz y daños estructurales en ese sector.

Indudablemente, todos estos vuelos eran de alguna manera la preparación para lo que fue poco más de un año después el vuelo para atacar al petrolero “British Wye” y luego al petrolero “Hércules”.

Un ataque increíble

El Comando de la Fuerza Aérea Sur tenía en conocimiento que buques mercantes y petroleros civiles de distinto tipo abastecían a la Task Force británica de forma permanente, manteniendo un tráfico constante hacia y desde la Isla de Ascensión, muy lejos de la costa argentina y fuera del alcance de los aviones de exploración argentinos.

Estando al corriente de ello y conociendo las propias limitaciones técnicas y, aun cuando la FAA ya venía empleando dos Boeing 707, TC-91 y TC-92, en misiones de exploración de largo alcance, no había forma de atacarlos a semejante distancia.

Es ahí donde comenzó a funcionar el ingenio de los integrantes de la FAA, quienes decidieron poner en práctica un sistema muy poco ortodoxo, aunque efectivo, al utilizar un C-130 Hércules como bombardero de largo alcance, único avión capaz de cubrir semejantes distancias con un adecuado margen de seguridad.

 
Tripulado por el Vicecomodoro Alberto Vianna, los Capitanes Andrés Valle y Roberto Cerruti, el Suboficial Principal Pedro Razzani, el Suboficial Auxiliar Carlos Nazzari y el Cabo Principal Carlos Ortiz, efectúa su única práctica de tiro lanzando bombas de ejercicio en el campo de tiro “Loma del torito”, perteneciente al III Cuerpo del Ejército Argentino en La Calera, Córdoba, para ajustar el sistema de puntería y establecer procedimientos de bombardeo y certificar la instalación realizada en el AMC (foto: FAA, 24/05/1982).

Peligro de defensas antiaéreas no existían toda vez que en la mayoría de los casos se trataba de buques civiles que navegaban sin ningún tipo de escolta.

Durante el mes de mayo se puso en marcha la idea de utilizar un C-130 como bombardero estratégico, motivo por el cual se eligió al matriculado TC-68 por estar en muy buenas condiciones, como todos los aviones de la FAA en aquella época, y además por haber venido adecuadamente cableado de fábrica.

Por ello, el 21 de mayo se lo llevó al Área de Material Córdoba (AMC), donde se le hicieron las conexiones correspondientes para permitirle lanzar bombas desde los pilones disponibles en los semi-planos.

 
De izquierda a derecha: Vicecomodoro Vianna (comandante), Capitán Valle (copiloto), Capitán Cerruti (navegador), Suboficial Principal Razzini (primer mecánico), Suboficial Auxiliar Nazzari (loadmaster y observador), dos suboficiales no identificados y Cabo Primero Ortiz (segundo mecánico y observador) durante la recepción del TC-68 al término de la instalación de los dispositivos lanza-bombas (foto: vía Fundación Marambio, Córdoba, 24/05/1982).

Hércules “artillado”

En lugar de los tanques auxiliares sub-alares, se instaló un adaptador fabricado a los efectos y del mismo se colgó un lanzador norteamericano MER (Multiple Ejector Rack) capaz de soportar seis bombas Expal (Explosivos Alaveses) de producción española de 250 kg. cada una.

Los trabajos concluyeron a los tres días y el TC-68 emprendió el regreso a El Palomar.

Con la mira de tiro la situación fue distinta: Primero se planteó la posibilidad de que el navegante dibujara una escala horizontal en el parabrisas del Hércules y utilizara ese precario sistema de puntería, algo muy parecido a las miras de tiro de los antiguos I.Ae.24 Calquín, pero finalmente se llegó a la conclusión que lo mejor era instalar una mira MATRA SFOM como las utilizadas por los IA-58 Pucará.

 
Bombas PG FAS 250 similares a las Alaveses colocadas en el MER, tal como se hacía en el TC-68 (foto: Juan Carlos Cicalesi).

Para extender su radio de acción se le colocaron cuatro tanques sub-alares dentro de la bodega, tal como se hizo con el TC-66 para el vuelo transpolar, aunque en ese histórico viaje fueron colocados solo dos tanques.

No hubo tiempo para hacer muchas pruebas, por lo que el sistema quedó en tan solo siete días en condiciones para ser utilizado cuando se presentase la primera oportunidad.

Combatiendo en el Atlántico Sur

 
Con sus seis bombas Expal de 250 kg. instaladas, el TC-68 descansa en la plataforma de la I Br Aé a la espera de una oportunidad de atacar (foto: vía Juan Carlos Cicalesi).

En esta novedosa configuración, entre el 28 de mayo y el 8 de junio el Hércules bombardero cumplió siete misiones de exploración y reconocimiento ofensivo.

La primera misión de bombardeo efectivo fue a las Georgias y demandó 11:05 horas de vuelo partiendo de, y volviendo a, El Palomar.

La segunda misión de bombardeo efectivo fue al petrolero “Hércules” y demandó 11:20 horas de vuelo, también operando ida y vuelta desde El Palomar.

La misión más extensa fue el 1 de junio con 14:10 horas de vuelo continuo y, como en los casos anteriores, operó también desde y hacia la I Brigada Aérea (I Br Aé).

La primera experiencia operativa

Esta tuvo lugar el 29 de mayo, cuando el TC-68 protagonizó un inusual ataque contra el petrolero civil “British Wye” de bandera británica e integrante de la Task Force.

 
El carguero “British Wye” de bandera británica anclado en las Georgias del Sur. Nótese el helicóptero naval Westland Wessex que sobrevuela la zona al fondo de la imagen (foto: vía Juan Carlos Cicalesi).

Este se encontraba en la posición 47º 54´ Sur y 30º 19´ Oeste, al Norte de las Islas Georgias del Sur, y a casi 2000 kilómetros de Comodoro Rivadavia (Chubut).

El C-130 realizó una pasada de reconocimiento a baja altura y 10 minutos después realizó una segunda pasada a unos 150 pies de altura y le lanzó ocho bombas de 250 kg. desde los MER sub-alares: Cuatro cayeron al mar sin estallar, tres detonaron a babor y la última pegó y rebotó sobre la cubierta, sin explotar.

Posteriormente, el improvisado bombardero estratégico regresó a su base en El Palomar a la espera de una nueva oportunidad.

Si bien este ataque no fue reconocido por la Argentina sino hasta marzo de este año, la descripción del ataque que hicieron los tripulantes del petrolero deja pocas dudas sobre la posibilidad de una misión de bombardeo de largo alcance del avión argentino.

Tanto por razones logísticas como de necesidad imperativa, los británicos también habían fletado buques de terceros países, uno de los cuales protagonizaría la segunda misión del C-130 bombardero argentino.

 
El superpetrolero “Hércules” en plena navegación (foto: vía Juan Carlos Cicalesi).

En efecto: El petrolero de bandera liberiana “Hércules”, un buque tipo VLCC (Very Large Crude Carrier) perteneciente a United Carriers (compañía estadounidense) fue charteado por Amerada Hess Shipping Corp (compañía inglesa) para transportar petróleo crudo desde el oleoducto Trans-Alaska en la costa Oeste de los Estados Unidos, girando alrededor del Cabo de Hornos por no poder pasar por el Canal de Panamá, dado que poseía 220.000 toneladas de desplazamiento, con una eslora de 250 metros y una manga de 45 metros,  hasta llegar a Hess en las Islas Vírgenes.

El 25 de mayo de 1982, el “Hércules” inició uno de sus viajes de regreso a Alaska, habiendo descargado petróleo crudo en el Caribe.

Aparentemente, lo hacía casi sin carga liquida; aunque lo que en verdad llevaba era carga bélica, consistente en municiones, trajes térmicos, repuestos de vehículos, aviones y electrónica, combustible aeronáutico y algo de petróleo crudo.

Se sospechaba que, una vez vacío, había sido cargado nuevamente en Belice desde donde también partían buques logísticos ingleses hacia el Atlántico Sur… sonaba particularmente extraño que un armador invirtiera en un largo viaje hasta Alaska, haciéndolo totalmente anti-económico si no transportaba ninguna carga.

 
Operando con el indicativo “Buque 1”, el Boeing 707 TC-91 fue el responsable de detectar y rastrear al superpetrolero “Hércules” en navegación por el Atlántico Sur. Aquí lo vemos en una imagen de época que lo muestra dentro de los talleres de Aerolíneas Argentinas en Ezeiza, punto de partida de sus vuelos de exploración (foto: vía Carlos Abella).

El 8 de junio de 1982, el buque navegaba por aguas internacionales a unas 600 millas náuticas de la costa argentina y a 500 millas náuticas de las Islas Malvinas cuando se presentó la oportunidad de atacar.

“Hércules contra Hércules”

Un día antes, los dos Boeing 707, con áreas de reconocimiento denominadas “Tronco 1” asignada al TC-91 y “Tronco 2” al TC-92, habían despegado del aeropuerto internacional de Ezeiza a las 05:20 horas para efectuar una misión de exploración y reconocimiento lejano.

Empleando el indicativo “Buque 1”, el TC-91 detectó un blanco muy grande que en principio interpretaron que se podía tratar de un portaaviones.

Sin embargo, luego de un cuidadoso descenso, los observadores de abordo, entre los que se encontraba el Mayor José Baroni, comprobaron que se trataba de un superpetrolero. La aeronave, al mando del Mayor Horacio Genolet, radió la posición y se planificó el ataque.

 
El Hawker-Siddeley HS-125 LV-ALW, perteneciente a Yacimientos Petrolíferos Fiscales, fue asimilado al Escuadrón Fénix durante la guerra y cumplió la función de Elemento Control Aéreo Táctico durante el histórico ataque al petrolero Hércules (foto: Enrique Abeledo).

Por la velocidad de un buque de este tipo, no más de 18 nudos, no fue difícil localizarlo al día siguiente: Bastaba con hacer un pequeño cálculo y pronto se localizaría semejante blanco.

La operación de ataque estuvo al mando del Vicecomodoro Alberto Vianna y se denominó “Tigre”, tal como era el indicativo de Vianna, aunque internamente se la había bautizado con el nombre “Matilde”, el que solo se utilizó de manera extraoficial.

La misión de ataque se planificó de la siguiente manera: Como bombardero adelantado, por su menor velocidad, primero saldría el TC-68 y luego lo seguirían el Hawker-Siddeley HS-125 LV-ALW, perteneciente a la flota aérea de Yacimientos Petrolíferos Fiscales y asimilado al Escuadrón Fénix, en función de Elemento Control Aéreo Táctico (ECAT) y dos bombarderos medianos Canberra Mk.82.

El primero en sobrevolar el buque fue el C-130 Hércules, que por medio de la frecuencia internacional le pidió que se identifique, a lo que este mantuvo silencio de radio.

En su declaración, el capitán de la tripulación de origen italiano asegura que el ataque se efectuó a las 13:00 horas, que no vieron el avión y solo escucharon ruido de un cuatrimotor.

Después de sobrevolarlo varias veces, inició la corrida de tiro, entrando desde la popa y en 45º, a una altura aproximada de 60 metros, lanzando las bombas e impactando una de ellas en el combés (cubierta superior a proa).

 
El Canberra B-105 muestra con orgullo sus “kill marks” del Conflicto del Atlántico Sur. Destacan entre ellas la silueta del buque hundido el 8 de junio (foto: Carlos Ay).

Inmediatamente después, llegaron los dos Canberra: El primero en “entrar” fue el B-105 que, al mando del Mayor Jorge Chevalier, acertó con las dos bombas Mk.17 de 500 kg de fabricación inglesa que portaba en su bodega.

Al iniciar la corrida de tiro el segundo Canberra (B-108), al mando del Capitán Juan Nogueira, llegó la orden de cesar el ataque.

Los indicativos de las aeronaves intervinientes fueron “Buque 1” y “Buque 2” para los Boeing 707 de exploración lejana y búsqueda de blancos navales de superficie, “Viejo” para el puesto de comando de la FAS, “Ranquel” para el ECAT, “Negro” para los bombarderos Canberra, “Tigre” para el C-130 y “Mudo” para la I Br Aé.

El C-130 despegó de El Palomar a las 06:00 horas y regresó a las 17:20 horas.

Los Canberra partieron desde la BAM Mar del Plata a las 11:06 horas, se reunieron con el C-130 en el área del blanco, efectuaron su ataque incompleto y retornaron a Mar del Plata luego de cinco horas de vuelo.

 
Vista del superpetrolero “Hércules” desde el TC-68 minutos antes del primer ataque (foto: vía Fundación Marambio).

De esta manera concluyó para sus integrantes la acción de guerra en que se neutralizó, por no decir “hundió”, el buque más grande jamás atacado en la historia de la guerra.

Fuente: https://www.gacetaeronautica.com

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