Antecedentes y preparativos
Pionero de los vuelos de exploración profunda del
Atlántico Sur, el KC-130H Hércules de la I Br Aé inició ese tipo de operaciones
en el año 1980 (foto: Carlos Ay, El Palomar, 09/1981).
Con la recuperación de las Islas Malvinas el día 2
de abril de 1982, la Fuerza Aérea Argentina (FAA) se vio inmersa en un
conflicto en el que no estaba preparada ni equipada para afrontar.
Sin embargo, sus pilotos llegaron al conflicto con
una preparación teórico-práctica que pronto iba a ser puesta a prueba ya que
serían protagonistas de misiones que asombrarían y causarían admiración en todo
el mundo por lo arriesgadas, por lo imprevistas y, sobre todo, por la pericia y
coraje con que las efectuaron.
Al comienzo del conflicto, la FAA contaba con siete
C-130H y dos KC-130H, de los que sólo el C-130H TC-67 estaba fuera de servicio.
Las seis bombas Alaveses de 250 Kg. colgadas de un
(MER) Multiple Ejerctor Rack bajo el ala izquierda del TC-68 (foto: vía
Fundación Marambio).
La necesidad de contar con aviones de exploración
lejana y eventualmente disponer de cierta capacidad de ataque y bombardeo,
sobre todo después de haber quedado fuera de servicio los P-2 Neptune de la
Aviación Naval, obligaron a la Fuerza Aérea a buscar una solución alternativa y
tal vez poco convencional.
Para ello ya se contaba con la valiosa experiencia
de vuelos de larga duración sobre el agua.
Explorando el Atlántico Sur
En efecto, el 27 de septiembre 1980 el KC-130H
TC-69, despegando desde la Base Aérea Militar Río Gallegos, había sobrevolado
por primera vez Grytviken en la Isla San Pedro (Georgias del Sur), la estación
científica Corbeta Uruguay en la Isla Morrell del grupo Tule del Sur (Sándwich
del Sur) y la isla Laurie en las Orcadas del Sur; efectuando lanzamiento de
sacas de correspondencia en las estaciones Corbeta Uruguay y Orcadas.
La mira de tiro MATRA SFOM, tal como fue instalada
en el TC-68 (foto: Vía Fundación Marambio).
Más tarde despegó de Río Gallegos, sobrevoló las
Islas Malvinas y aterrizó en El Palomar a la madrugada del día siguiente.
El 20 de noviembre se efectuó un segundo vuelo de
exploración lejana con el KC-130H TC-70, sobrevolando las islas Georgias del
Sur y Sándwich del Sur, con regreso a la BAM Río Gallegos después de volar
17:45 horas ininterrumpidas.
Justamente el TC-67 efectuó el primer vuelo de un
Hércules argentino a Puerto Stanley el 26 de febrero de 1981, al que le
siguieron dos cruces más desde la BAM Río Gallegos transportando carga general.
Llamativamente ese avión, el TC-67, fue el único
Hércules que no participó de la guerra por encontrarse en reparaciones luego
del accidente ocurrido durante el aterrizaje en la Base Aérea Marambio, en la Antártida
el 23 de noviembre de 1981 con rotura del tren de nariz y daños estructurales
en ese sector.
Indudablemente, todos estos vuelos eran de alguna
manera la preparación para lo que fue poco más de un año después el vuelo para
atacar al petrolero “British Wye” y luego al petrolero “Hércules”.
Un ataque increíble
El Comando de la Fuerza Aérea Sur tenía en
conocimiento que buques mercantes y petroleros civiles de distinto tipo
abastecían a la Task Force británica de forma permanente, manteniendo un
tráfico constante hacia y desde la Isla de Ascensión, muy lejos de la costa
argentina y fuera del alcance de los aviones de exploración argentinos.
Estando al corriente de ello y conociendo las
propias limitaciones técnicas y, aun cuando la FAA ya venía empleando dos
Boeing 707, TC-91 y TC-92, en misiones de exploración de largo alcance, no
había forma de atacarlos a semejante distancia.
Es ahí donde comenzó a funcionar el ingenio de los
integrantes de la FAA, quienes decidieron poner en práctica un sistema muy poco
ortodoxo, aunque efectivo, al utilizar un C-130 Hércules como bombardero de
largo alcance, único avión capaz de cubrir semejantes distancias con un
adecuado margen de seguridad.
Tripulado por el Vicecomodoro Alberto Vianna, los Capitanes
Andrés Valle y Roberto Cerruti, el Suboficial Principal Pedro Razzani, el Suboficial
Auxiliar Carlos Nazzari y el Cabo Principal Carlos Ortiz, efectúa su única
práctica de tiro lanzando bombas de ejercicio en el campo de tiro “Loma del
torito”, perteneciente al III Cuerpo del Ejército Argentino en La Calera, Córdoba,
para ajustar el sistema de puntería y establecer procedimientos de bombardeo y
certificar la instalación realizada en el AMC (foto: FAA, 24/05/1982).
Peligro de defensas antiaéreas no existían toda vez
que en la mayoría de los casos se trataba de buques civiles que navegaban sin
ningún tipo de escolta.
Durante el mes de mayo se puso en marcha la idea de
utilizar un C-130 como bombardero estratégico, motivo por el cual se eligió al
matriculado TC-68 por estar en muy buenas condiciones, como todos los aviones
de la FAA en aquella época, y además por haber venido adecuadamente cableado de
fábrica.
Por ello, el 21 de mayo se lo llevó al Área de
Material Córdoba (AMC), donde se le hicieron las conexiones correspondientes
para permitirle lanzar bombas desde los pilones disponibles en los semi-planos.
De izquierda a derecha: Vicecomodoro Vianna
(comandante), Capitán Valle (copiloto), Capitán Cerruti (navegador), Suboficial
Principal Razzini (primer mecánico), Suboficial Auxiliar Nazzari (loadmaster y
observador), dos suboficiales no identificados y Cabo Primero Ortiz (segundo
mecánico y observador) durante la recepción del TC-68 al término de la
instalación de los dispositivos lanza-bombas (foto: vía Fundación Marambio,
Córdoba, 24/05/1982).
Hércules “artillado”
En lugar de los tanques auxiliares sub-alares, se
instaló un adaptador fabricado a los efectos y del mismo se colgó un lanzador
norteamericano MER (Multiple Ejector Rack) capaz de soportar seis bombas Expal
(Explosivos Alaveses) de producción española de 250 kg. cada una.
Los trabajos concluyeron a los tres días y el TC-68
emprendió el regreso a El Palomar.
Con la mira de tiro la situación fue distinta:
Primero se planteó la posibilidad de que el navegante dibujara una escala
horizontal en el parabrisas del Hércules y utilizara ese precario sistema de puntería,
algo muy parecido a las miras de tiro de los antiguos I.Ae.24 Calquín, pero
finalmente se llegó a la conclusión que lo mejor era instalar una mira MATRA
SFOM como las utilizadas por los IA-58 Pucará.
Bombas PG FAS 250 similares a las Alaveses colocadas
en el MER, tal como se hacía en el TC-68 (foto: Juan Carlos Cicalesi).
Para extender su radio de acción se le colocaron
cuatro tanques sub-alares dentro de la bodega, tal como se hizo con el TC-66
para el vuelo transpolar, aunque en ese histórico viaje fueron colocados solo
dos tanques.
No hubo tiempo para hacer muchas pruebas, por lo
que el sistema quedó en tan solo siete días en condiciones para ser utilizado
cuando se presentase la primera oportunidad.
Combatiendo en el Atlántico Sur
Con sus seis bombas Expal de 250 kg. instaladas, el
TC-68 descansa en la plataforma de la I Br Aé a la espera de una oportunidad de
atacar (foto: vía Juan Carlos Cicalesi).
En esta novedosa configuración, entre el 28 de mayo
y el 8 de junio el Hércules bombardero cumplió siete misiones de exploración y
reconocimiento ofensivo.
La primera misión de bombardeo efectivo fue a las
Georgias y demandó 11:05 horas de vuelo partiendo de, y volviendo a, El
Palomar.
La segunda misión de bombardeo efectivo fue al
petrolero “Hércules” y demandó 11:20 horas de vuelo, también operando ida y
vuelta desde El Palomar.
La misión más extensa fue el 1 de junio con 14:10
horas de vuelo continuo y, como en los casos anteriores, operó también desde y
hacia la I Brigada Aérea (I Br Aé).
La primera experiencia operativa
Esta tuvo lugar el 29 de mayo, cuando el TC-68
protagonizó un inusual ataque contra el petrolero civil “British Wye” de
bandera británica e integrante de la Task Force.
El carguero “British Wye” de bandera británica
anclado en las Georgias del Sur. Nótese el helicóptero naval Westland Wessex
que sobrevuela la zona al fondo de la imagen (foto: vía Juan Carlos Cicalesi).
Este se encontraba en la posición 47º 54´ Sur y 30º
19´ Oeste, al Norte de las Islas Georgias del Sur, y a casi 2000 kilómetros de
Comodoro Rivadavia (Chubut).
El C-130 realizó una pasada de reconocimiento a
baja altura y 10 minutos después realizó una segunda pasada a unos 150 pies de
altura y le lanzó ocho bombas de 250 kg. desde los MER sub-alares: Cuatro
cayeron al mar sin estallar, tres detonaron a babor y la última pegó y rebotó
sobre la cubierta, sin explotar.
Posteriormente, el improvisado bombardero
estratégico regresó a su base en El Palomar a la espera de una nueva
oportunidad.
Si bien este ataque no fue reconocido por la
Argentina sino hasta marzo de este año, la descripción del ataque que hicieron
los tripulantes del petrolero deja pocas dudas sobre la posibilidad de una
misión de bombardeo de largo alcance del avión argentino.
Tanto por razones logísticas como de necesidad
imperativa, los británicos también habían fletado buques de terceros países,
uno de los cuales protagonizaría la segunda misión del C-130 bombardero
argentino.
El superpetrolero “Hércules” en plena navegación
(foto: vía Juan Carlos Cicalesi).
En efecto: El petrolero de bandera liberiana
“Hércules”, un buque tipo VLCC (Very Large Crude Carrier) perteneciente a
United Carriers (compañía estadounidense) fue charteado por Amerada Hess
Shipping Corp (compañía inglesa) para transportar petróleo crudo desde el
oleoducto Trans-Alaska en la costa Oeste de los Estados Unidos, girando
alrededor del Cabo de Hornos por no poder pasar por el Canal de Panamá, dado
que poseía 220.000 toneladas de desplazamiento, con una eslora de 250 metros y
una manga de 45 metros, hasta llegar a
Hess en las Islas Vírgenes.
El 25 de mayo de 1982, el “Hércules” inició uno de
sus viajes de regreso a Alaska, habiendo descargado petróleo crudo en el Caribe.
Aparentemente, lo hacía casi sin carga liquida;
aunque lo que en verdad llevaba era carga bélica, consistente en municiones,
trajes térmicos, repuestos de vehículos, aviones y electrónica, combustible
aeronáutico y algo de petróleo crudo.
Se sospechaba que, una vez vacío, había sido
cargado nuevamente en Belice desde donde también partían buques logísticos
ingleses hacia el Atlántico Sur… sonaba particularmente extraño que un armador
invirtiera en un largo viaje hasta Alaska, haciéndolo totalmente anti-económico
si no transportaba ninguna carga.
Operando con el indicativo “Buque 1”, el Boeing 707
TC-91 fue el responsable de detectar y rastrear al superpetrolero “Hércules” en
navegación por el Atlántico Sur. Aquí lo vemos en una imagen de época que lo
muestra dentro de los talleres de Aerolíneas Argentinas en Ezeiza, punto de
partida de sus vuelos de exploración (foto: vía Carlos Abella).
El 8 de junio de 1982, el buque navegaba por aguas
internacionales a unas 600 millas náuticas de la costa argentina y a 500 millas
náuticas de las Islas Malvinas cuando se presentó la oportunidad de atacar.
“Hércules contra Hércules”
Un día antes, los dos Boeing 707, con áreas de
reconocimiento denominadas “Tronco 1” asignada al TC-91 y “Tronco 2” al TC-92,
habían despegado del aeropuerto internacional de Ezeiza a las 05:20 horas para
efectuar una misión de exploración y reconocimiento lejano.
Empleando el indicativo “Buque 1”, el TC-91 detectó
un blanco muy grande que en principio interpretaron que se podía tratar de un
portaaviones.
Sin embargo, luego de un cuidadoso descenso, los
observadores de abordo, entre los que se encontraba el Mayor José Baroni,
comprobaron que se trataba de un superpetrolero. La aeronave, al mando del Mayor
Horacio Genolet, radió la posición y se planificó el ataque.
El Hawker-Siddeley HS-125 LV-ALW, perteneciente a
Yacimientos Petrolíferos Fiscales, fue asimilado al Escuadrón Fénix durante la
guerra y cumplió la función de Elemento Control Aéreo Táctico durante el
histórico ataque al petrolero Hércules (foto: Enrique Abeledo).
Por la velocidad de un buque de este tipo, no más
de 18 nudos, no fue difícil localizarlo al día siguiente: Bastaba con hacer un
pequeño cálculo y pronto se localizaría semejante blanco.
La operación de ataque estuvo al mando del Vicecomodoro
Alberto Vianna y se denominó “Tigre”, tal como era el indicativo de Vianna,
aunque internamente se la había bautizado con el nombre “Matilde”, el que solo
se utilizó de manera extraoficial.
La misión de ataque se planificó de la siguiente
manera: Como bombardero adelantado, por su menor velocidad, primero saldría el
TC-68 y luego lo seguirían el Hawker-Siddeley HS-125 LV-ALW, perteneciente a la
flota aérea de Yacimientos Petrolíferos Fiscales y asimilado al Escuadrón
Fénix, en función de Elemento Control Aéreo Táctico (ECAT) y dos bombarderos
medianos Canberra Mk.82.
El primero en sobrevolar el buque fue el C-130
Hércules, que por medio de la frecuencia internacional le pidió que se
identifique, a lo que este mantuvo silencio de radio.
En su declaración, el capitán de la tripulación de
origen italiano asegura que el ataque se efectuó a las 13:00 horas, que no
vieron el avión y solo escucharon ruido de un cuatrimotor.
Después de sobrevolarlo varias veces, inició la
corrida de tiro, entrando desde la popa y en 45º, a una altura aproximada de 60
metros, lanzando las bombas e impactando una de ellas en el combés (cubierta
superior a proa).
El Canberra B-105 muestra con orgullo sus “kill
marks” del Conflicto del Atlántico Sur. Destacan entre ellas la silueta del
buque hundido el 8 de junio (foto: Carlos Ay).
Inmediatamente después, llegaron los dos Canberra:
El primero en “entrar” fue el B-105 que, al mando del Mayor Jorge Chevalier,
acertó con las dos bombas Mk.17 de 500 kg de fabricación inglesa que portaba en
su bodega.
Al iniciar la corrida de tiro el segundo Canberra
(B-108), al mando del Capitán Juan Nogueira, llegó la orden de cesar el ataque.
Los indicativos de las aeronaves intervinientes
fueron “Buque 1” y “Buque 2” para los Boeing 707 de exploración lejana y
búsqueda de blancos navales de superficie, “Viejo” para el puesto de comando de
la FAS, “Ranquel” para el ECAT, “Negro” para los bombarderos Canberra, “Tigre”
para el C-130 y “Mudo” para la I Br Aé.
El C-130 despegó de El Palomar a las 06:00 horas y
regresó a las 17:20 horas.
Los Canberra partieron desde la BAM Mar del Plata a
las 11:06 horas, se reunieron con el C-130 en el área del blanco, efectuaron su
ataque incompleto y retornaron a Mar del Plata luego de cinco horas de vuelo.
Vista del superpetrolero “Hércules” desde el TC-68
minutos antes del primer ataque (foto: vía Fundación Marambio).
De esta manera concluyó para sus integrantes la
acción de guerra en que se neutralizó, por no decir “hundió”, el buque más
grande jamás atacado en la historia de la guerra.
Fuente: https://www.gacetaeronautica.com
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