El 8 de junio de 1982, dos oleadas de aviones cazas
se lanzaron sobre el desembarco inglés en Bahía Agradable, provocando el mayor
daño a la flota real durante la guerra
Por Martín Balza (*)
8 de junio de 1982: la Sir Galahad se incendia en
Bahía Agradable luego del ataque de los Skyhawk A-4B de la Fuerza Aérea
Argentina (youtube)
El 8 de junio a la mañana recibí en mi puesto de
comando una comunicación radial de mi observador adelantado de artillería
ubicado en el monte Harriet con el Regimiento de Infantería 4. Me informó que
al disiparse la bruma había detectado dos buques británicos en dirección a
Bahía Agradable. Y también movimiento de helicópteros.
La poca precisa información inicial fue confirmada
por el Capitán de comunicaciones Alfredo Frisoli, que concurrió personalmente a
mi unidad. De inmediato se informó al Comandante de la Agrupación
"Ejército" Puerto Argentino, quien solicitó al continente apoyo de
fuego aéreo, ya que el objetivo estaba fuera del alcance de nuestra artillería.
Después del mediodía, dos oleadas de nuestros
Skyhawk A-4B atacaron a los buques Sir Tristram y Sir Galahad. La acción se vio
facilitada por la rapidez de su ejecución y el error de los británicos de no
haber instalado previamente en tierra misiles "tierra-aire" para
proteger y defender el desembarco.
Tres pilotos argentinos dejaron su vida en esa
arriesgada misión: José Arrarás, Danilo Bolzán y Alfredo Jorge Vázquez.
Los ingleses declararon haber sufrido más de 52
muertos y 62 heridos. Ese día fue recordado como el más negro para la flota
real.
Los dos buques, de 3250 toneladas cada uno, tenían
capacidad para transporte logístico y de tropas, pero carecían de armamento
antiaéreo. A mi juicio fue una operación innecesaria que ocasionó importantes
pérdidas y que los británicos llamaron "el desastre de Bluff Cove".
El Almirante Sandy Woodward lo reconoció con
hidalguía: "Debí haberlo impedido, por supuesto. Es mi culpa". Y
agregó: "Una de mis profundas tristezas acerca del desastre de Bluff Cove
es que siempre será la imagen viva de la guerra de las Falklands para muchas
personas, ya que la televisión estaba allí filmando las terribles imágenes en
vivo de los soldados quemados y gravemente heridos".
Los ingleses desembarcaban en la Bahía cuando
fueron atacados por las dos oleadas de cazas argentinos (@flaklands_utd)
El diario madrileño Ya, en su edición del 11 de
junio de 1982, consignó: "El propio ministro de Defensa, John Nott, ha
asegurado ayer tarde en el Parlamento que las pérdidas sostenidas a causa de
los ataques del día 8, son trágicas".
¿Fue un error el desembarco en Bahía Agradable? En
mi opinión sí, pero también los vencedores los cometen.
El estrangulamiento y cerco total del último y
principal reducto argentino era inevitable, y los británicos podrían haber
prescindido de dicho desembarco. Pero lo hicieron. Quizás porque originalmente
el plan general inglés consistía en que las fuerzas de tierra pudieran avanzar
desde dos zonas diferentes, en un movimiento de pinzas, sobre Puerto Argentino.
Apenas oscureció concurrí al cerro Sapper Hill, donde
mi unidad tenía destacado un pelotón de observación adelantado de artillería,
agregado al Batallón de Infantería de Marina 5 (BIM 5), y pude observar el
resplandor que originaba el incendio de los buques ingleses.
Momentos después, el General Mario Benjamín
Menéndez, con su característico quepis y abrigo civil, concurrió a una de mis
posiciones al sur de la ciudad porque quería ver el incendio.
Le indicamos que para ello tenía que concurrir al
cerro, pero era conocido por todos que no se trataba de un lugar muy apacible
durante la noche: los cañoneos navales británicos eran incesantes hasta el
amanecer. Me informaron que no concurrió.
No existían posibilidades de contraatacar el
desembarco británico con fuerzas terrestres. No había reservas, ningún contraataque
había sido planeado, se carecía de movilidad terrestre y helitransportada, la
artillería propia estaba fuera de alcance y sin movilidad.
El rescate de los heridos de Sir Galahad y Sir
Tristram (BT.com)
Ese mismo día, en horas de la tarde, un avión Sea
Harrier atacó el sector de mi puesto de comando al sur de Puerto Argentino. La
artillería antiaérea abrió fuego con misiles y cañones. Sobre un diáfano cielo
azul se vio nítidamente un hongo de color negro petróleo, del cual se
desprendió en tirabuzón la inconfundible figura del Harrier. Segundos después
vimos el paracaídas con el piloto que se había eyectado.
Con mis binoculares observé que el cuerpo estaba
inmóvil, probablemente muerto. Cayó al mar, y uno de nuestros helicópteros
despegó para intentar rescatarlo, pero debió aterrizar de inmediato por un
nuevo ataque de dos aviones similares al derribado.
La acción fue saludada con los clásicos sapucay de
los soldados litoraleños. Fue el último derribo de los trece aviones que el
Reno Unido perdió en la guerra.
Desde ese día era fácilmente apreciable que, al
cerco naval y aéreo, materializado a fines de abril, inexorablemente estrechaba
el cerco terrestre sobre Puerto Argentino. Los ingleses seguramente también
experimentaban el rigor del combate, pero se hallaban en mejores condiciones y
disponían de reservas frescas, mientras que nosotros estábamos inmóviles y
desgastados, en posiciones prematuramente ocupadas desde mediados de abril.
La posición defensiva de Puerto Argentino tenía un
extenso y débil perímetro, era una "tela de cebolla", solo un
incompetente como el General Cristino Nicolaides, antes que se iniciara la
guerra, la calificó como "una fortaleza inexpugnable".
El avance inglés encontró débiles resistencias,
excepto en el sector defendido por BIM 5, apoyados por los grupos de Artillería
3 y 4. Los ingleses calificaron a esa unidad como un "Batallón de élite de
Infantería de Marina". Doy fe de su profesionalismo y de la de su jefe el Capitán
de Fragata Hugo Robacio.
Los combates se intensificaron, y los días 12 al 14
de junio fueron definidos por el periodista inglés Bob Mc Gowan, del Daily
Express, como "un episodio terrorífico, desesperado y al mismo tiempo
trágico, que aparejó un número no especificado de muertos y cincuenta heridos
entre los ingleses".
Simon Weston, se convirtió en un símbolo británico
del “desastre” de Bahía Agradable: el ataque le provocó quemaduras en el cuerpo
y sufrió más de 70 operaciones en 22 años. Fue condecorado por el Duque de
Edimburgo (Simonweston.com official site)
La dislocación psicológica y material era evidente
al amanecer del 14 de junio. Nuestras tropas estaban cercadas y acorraladas por
el ataque enemigo desde el oeste, y por el mar desde el norte, el sur y el
este. El aniquilamiento había sido logrado por los ingleses.
Nuestro adversario seguramente confiaba en la
victoria, pero no ahorró sacrificios para obtenerla. El heroísmo fue el mismo
en los dos bandos.
Durante la guerra los ingleses fueron mis enemigos,
pero con el más alto respeto. Quizá muchos de nosotros seríamos olvidados
excombatientes el resto de nuestras vidas sin el respeto ni reconocimiento de
quienes nos enviaron a la guerra y nos ignoraron cuando regresamos al
continente. Me refiero a la superioridad insensible e ingrata.
Nunca más volvería a ver a muchos de mis bravos
veteranos de Malvinas. La guerra había terminado, pero sus secuelas recién empezaban.
Era, "el fin del comienzo", pero de un comienzo que continúa.
Aquella fría mañana del 14 de junio culminaba la
guerra y la denominada por los británicos "Operation Corporate", que
se había iniciado el 21 de mayo con el desembarco en San Carlos.
Al término de un infierno de más de 50 horas un
silencio sepulcral reinaba en nuestra zona. Se había cumplido lo que expresó
Jorge Luis Borges en su Poema conjetural: "Zumban las balas en la tarde
última/ hay viento y hay cenizas en el viento, /se dispersan el día y la
batalla deforme, /y la victoria es de los otros".
Después de una leve nevisca que cayó sobre nuestros
silenciados cañones, quedé deslumbrado por un tenue destello del sol que se
abrió paso en la niebla que cubría el mar.
(*) Ex Jefe del Ejército Argentino. Veterano de la
Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica
Fuente: https://www.infobae.com
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