Por Alicia Panero
Una historia de abandono, desinformación y
exclusión
Justo Silveiro Falcón, soldado infante de Marina,
clase 1962, murió en la mañana del 12 de junio de 1982. Cargador de la pieza
Base, Batería Bravo, del Batallón de Artillería de la Compañía 1. Se encontraba
recargando, cuando un misil enemigo impactó a escasos metros de donde se
desempeñaba.
La Compañía 1 estaba apostada como apoyo, protegiendo
posiciones de Pony Pass y Tumbledow, en cercanías de Felton Stream. Había
nacido en Pampa del Indio, a unos 250 kilómetros de Resistencia, Chaco. Hijo de
Ángela, tuvo trece hermanos más de sangre y dos de crianza. Sus camaradas lo
describen como “un referente entre sus compañeros por compromiso, sacrificio,
valentía y franqueza”.
El cuerpo del soldado fue llevado, como tantos
otros, cuando terminó la guerra, al cementerio civil de Puerto Argentino, donde
estuvo hasta a construcción de Darwin.
Luego de su muerte en combate, para su familia todo
fueron dudas, incertidumbre, falta de información oficial. Sus familiares
señalan “todos los años, para el 2 de abril vienen de la escuela a buscar
información, y no sabemos qué pasó, no podemos reconstruir la historia”. A
pesar de que Justo es un héroe evocado y homenajeado por su ciudad, hoy, recién
37 años después, los Falcón comienzan a reconstruir el silencio de pos guerra.
Y no de la mano del estado.
La documentación prueba que fue identificado y
enterrado en el cementerio militar argentino de Darwin en la tumba A 1 18,
según indica el informe británico, reconocido por su número de identificación
militar y procedente del cementerio civil de Puerto Argentino.
A principios de 2018 y en pleno proceso de
identificación del Plan Proyecto Humanitario, su familia comenzó a preguntar.
Ángela, la mamá de Justo, había viajado antes de la puesta en valor del
cementerio y no encontró su tumba, los nombres en las cruces eran pequeños, las
inscripciones en inglés y es probable que solo estuviera entonces su número de
identificación militar en la cruz. Ángela murió en 2001 esperando a su hijo que
ella creía vivo, o prisionero. Un Estado siempre ausente, una Comisión de
Familiares que no contiene a todos los familiares de caídos, dejó a esta madre
con la incertidumbre hasta su muerte. Nunca quiso homenajes ni placas ni
nombres de su hijo en el pueblo, porque ella lo esperaba.
En 2010 viaja a Darwin su hermana, Antonia, y otra
vez no pudieron encontrar su tumba, se tuvo que conformar con prender una vela
en el cenotafio donde están los nombres de todos los caídos. Alguien intentó
ayudarla a encontrar la tumba, pero no fue posible. ¿Cómo no dudar entonces?
Hace unos años apareció un hombre en Pampa del
Indio, diciendo que Justo estaba vivo en otra ciudad del Chaco, sus hermanos
casi enloquecen, estuvieron a punto de vender lo poco que tenían para ir a
buscarlo.
Un posteo de Facebook, escrito por un veterano y
compañero de él, les trajo la noticia de que Justo Silveiro descansaba en paz
en Darwin. Habían pasado 36 años de la guerra. Quien escribe esta nota, les
envió una foto de la tumba y le entregó a la secretaría de Derechos Humanos de
la Nación, a cargo de Claudio Bernardo Avruj, toda la documentación que prueba
la identificación en 1982 del soldado Falcón, ellos no la tenían, con el
especial pedido de que se pongan en contacto con la familia, les expliquen lo
qué pasó, cómo fue, los contengan, los tranquilicen y los consuelen, si es que
después de 36 años eso era posible. Nunca los llamaron.
Por estos días, han vuelto a pedir la foto de la
tumba, nunca la vieron, se la hemos enviado junto a toda la documentación que
acredita la identificación. Cosa que debió hacer, hace más de un año ya, el
estado. Una vez más, son los particulares que suplen a esa secretaría
indolente, con funcionarios más interesados en anunciar el próximo identificado
que en reparar el daño anterior, porque el derecho a la verdad, aunque esa
verdad exista, si no es informada a los deudos como corresponde, es como si no
existiera.
Tuvieron la posibilidad de reparar y no lo
hicieron, de contener, de dar certezas y no lo hicieron. Debe ser que le
corresponde a alguien que desconocemos, porque si no es la Secretaría de
Derechos Humanos, o la Comisión de Familiares de Caídos, a quien también se le
informó de esta situación, ¿quién es? Que nos lo informen.
Justo Falcón aparece en el listado donde se piden
las cruces viejas del cementerio construido por los británicos, su nombre esta,
además, en el libro de actas de la comisión de Familiares de Caídos en el folio
número 121. Estos folios corresponden al cambio de cruces de la puesta en valor
del cementerio en 2004, entre los soldados identificados, está el nombre de
Justo Falcón. Es inexplicable que no
pudieran encontrar su tumba en 2010. Es inexplicable que no les informaran
formalmente cómo fue el proceso de su identificación en 2017 o 2018.
En todos los procesos que tienen que ver con Malvinas,
hay excluidos, marginados, casi siempre son gente del interior profundo del
país, en quienes nadie piensa, a quienes nadie atiende a pesar de las alertas
dadas por los que tenemos herramientas para hacerlo y debemos ser un mero nexo
entre familias, comisión y secretaría. No quienes tenemos que dar
explicaciones.
Es imperioso, urgente, salvar estas omisiones,
imperdonables, con los Falcón y también averiguar si quedan otros esperando la
verdad.
Los hermanos del soldado deben poder viajar de
nuevo al cementerio y alguien los tiene que acompañar hasta la tumba A 1 18,
donde nunca fue visitado por su familia, donde el soldado estuvo solo estos 37
años.
El daño es irreparable y fue generado por la
improvisación, la falta de interés, la carencia de empatía, con una familia
llena de dudas y deudos dolientes. Lo que sufrió la mama de Justo ya no se
puede remediar. La información que necesitaba su familia ha sido provista por
alguien que no es el estado, lo que sí puede hacer ese estado y la comisión de
Familiares de Caídos es que los hermanos se encuentren de una vez por todas con
la tumba de Justo Silveiro Falcón, en honor a la memoria de él y de su madre.
El Plan Proyecto Humanitario, para la
identificación de los soldados argentinos, ha sido un éxito gracias al trabajo
británico. Los argentinos solo tienen una comisión deficiente, una Secretaría
de Derechos Humanos que discrimina y fuerzas armadas que en otras épocas se
apropiaron de tumbas.
El mensaje marketinero de la Secretaría no alcanza.
Hay que trabajar en profundidad con equipos interdisciplinarios, centralizar la
información. La Comisión de Familiares de Caídos debe trabajar para todos, no
discriminar, debe poder dar respuestas, porque si no, solo es una agencia de
viajes, muchas veces donde quedan excluidos.
Los pocos y únicos muertos que tenemos en el
cementerio de guerra administrado por el país vencedor, deben ser honrados con
la verdad completa, y sus familias no pueden tener más dudas.
Fuente: https://realpolitik.com.ar
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