El exgobernador de las Islas contó las intimidades
de la cúpula militar durante el conflicto bélico por las Malvinas.
El fallecido represor, Mario Benjamín Menéndez,
fue uno de los cabecillas dentro del andamiaje de la dictadura
militar y desempeñó un rol protagónico en la Guerra de Malvinas
como gobernador de las islas entre el 7 de abril de 1982 y el día de la
rendición, el 14 de junio.
Retirado de la política desde la caída de la
dictadura, el exrepresor mantuvo un perfil bajo, que quebró en contadas
oportunidades. Una de ellas fue la entrevista que brindó a PERFIL en 2012,
donde reconoció que el país no estaba en condiciones de sostener un conflicto
bélico como el de 1982.
—¿Qué declaró a la comisión? —Me preguntaron sobre
los problemas en la defensa de las islas y les contesté: sé bien lo que es una
defensa móvil, pero para tenerla hay que contar con movilidad y cobertura
aérea. En las Malvinas, no había porque el terreno no daba para mover
vehículos, y a pie se morían. La logística no la podía trasladar y, encima, los
ingleses tenían aviones todo el tiempo en la zona. La cantidad de helicópteros
que teníamos daba para mover una compañía, no más. Entonces, no se puede oponer
a una fuerza de tres, cuatro o cinco regimientos.
En todo caso, se pudo haber intentado algo parecido
a una guerra de guerrillas. Se trató de hacer tres operaciones de relativa
importancia con comandos, pero fracasaron. Propuse adoptar un dispositivo
inicial diferente, pero me dijeron que no porque había razones superiores que
aconsejaban que había que poner las tropas de determinada manera.
—¿Por qué el Ejército ocultó todo lo que pasó en
Malvinas? —Había un grupo de generales que estaba sacando partido de eso y
otros, que estaban en el Estado Mayor, que si reconocían eso por ahí les iban a
decir que se fueran. Eso les servía a los que habían quedado acá para decir:
nosotros no tenemos responsabilidades, los inútiles fueron los otros. El Informe
Oficial del Ejército pone en letra grande todo lo que se mandó al sur para
apoyar el combate en Malvinas y, después, en letra muy chiquita abajo, al
estilo de la de los contratos, como para que no se lea, dice: “De esto, por
distintas razones, solamente el 10% o el 20% llegó a las islas”.
—¿Le prohibieron hablar cuando regresó? —Sí, y me
sancionaron varias veces cuando lo hice al poco tiempo de terminada la guerra.
Para ese momento, estaba preparando junto con Carlos Turolo un libro con mis
declaraciones, que lo iba a lanzar en función de cómo evolucionara la
situación. Cuando La Voz del Interior publicó un informe preliminar del General
Rattenbach sobre Malvinas, se me terminó de subir la espumita. Entonces, le
dije que lo editara. Me pusieron sesenta días de arresto en el penal de
Magdalena por hacer declaraciones a un periodista que habían servido para la
publicación de un libro sin la autorización del Ejército.
—¿Para no asumir la culpa de los errores? —No sé si
la culpa o la responsabilidad. Incluso, el General Rattenbach firmó en
desacuerdo y en disidencia el informe realizado de la famosa Comisión de
Análisis y Evaluación, llamada Comisión Rattenbach. Por eso es un contrasentido
que se llame así. Sin embargo, él en su momento tampoco se animó a decirlo, por
el clima político que se vivía. Pero públicamente él asumió que era parte del
informe. Años después, escribió un documento donde lo criticó, no totalmente,
pero en muchos aspectos.
—En el informe no lo dejaban muy bien parado. —A
mí, además del Informe Rattenbach me enjuiciaron dos veces y fui absuelto de
todos los cargos. Cuando he hecho tribunales de honor, los he ganado todos. Soy
un ciudadano que puede salir a la calle como usted, debo hacerlo porque tengo
una responsabilidad que es la de dar un testimonio.
—Martín Balza también ha criticado su actuación.
—Es un mentiroso y lo pensé mucho antes de hacerle un tribunal de honor. No le
gustan porque se ha tenido que chupar varios. Sabe que no tiene razón, pero es
muy hábil y ha inventado la historia de que no participó de la guerra contra el
terrorismo y que él fue el tipo que más hizo en Malvinas y que los otros fueron
unos nabos, o unos pusilánimes. Políticamente él es aceptable porque nunca va a
decir que no es cierto lo de los 30 mil desaparecidos. No digo que no los haya,
pero creo es una cifra inventada. Él no integraba el Estado Mayor, era un jefe
de grupo de artillería al que se le dio la misión de integrar los fuegos de la
artillería terrestre.
—¿Cuál fue el mayor error que se cometió en Malvinas?
—Aceptar la guerra, porque no la propusimos nosotros. Para ese entonces,
teníamos una plaza llena que condicionó al gobierno. ¿Alguien tendría que
haberlo previsto? No lo sé. Entonces la alternativa fue: vamos a reforzar las
Malvinas para defenderlas, de manera que los ingleses pierdan tiempo, que les
cueste y que eso los pueda llevar a hacer lo que nosotros queríamos: la
negociación. Eso está plasmado en lo que nos dijo el General Galtieri el 22 de
abril: “Las fuerzas de tareas inglesas cada vez están más al sur. En la medida
en que sigan, no van a poder volver sin hacer algo. Ahora, si ese algo es
atacar Malvinas y ustedes aguantan yo creo que después nos vamos a sentar a la
mesa”. Le pregunté: ¿Aguantamos o no? Desde el 1 de mayo, aguantamos 44 días,
más los anteriores.
—¿Por eso existió tanta improvisación? —El primer
plan, que hizo el Teniente coronel Mohamed Alí Seineldín, incluía a quinientos
hombres del Ejército, más un par de aviones, un par de barquitos, que después
no estuvieron como para controlar las costas o la pesca y recorrer el
territorio insular. El segundo lo armó el General Américo Daher cuando dijeron:
vamos a mandar tropas para defender las Malvinas, pero para eso no había
logística en las islas. El tercero comenzó cuando se envió a la Brigada X, tan
de apuro que ni yo estaba enterado de que iba a venir. Luego, Galtieri resolvió
mandar a la Brigada III, después de discutir conmigo y con el General Oscar
Jofre, porque le parecía que las fuerzas eran escasas y que había que poner
más. Lo hizo sin reconocer lo que se le había dicho claramente y en voz alta:
Si no hay movilidad y logística, más tropas no sirven, es más problema. Las
mandó igual y desembarcaron con lo puesto para ocupar la isla Gran Malvina,
porque “los ingleses no tenían que encontrar ni un centímetro libre”.
—¿Por qué no renunció si no estaba de acuerdo?
—Debería haberme enojado y vuelto al continente porque no se hacía caso al
asesoramiento del hombre que estaba en el terreno. Resolví aceptar una solución
a medias, que no son las mejores. En la Comisión Rattenbach lo definí en dos
palabras: imprevisión e improvisación.
Fuente: https://www.perfil.com
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