Entrevistados por Infobae, los legendarios pilotos
de las secciones Zeus y Vulcano describen cómo lograron asestarle con bombas
convencionales uno de los peores golpes a la flota británica
Por Loreley Gaffoglio
Los testimonios que describen cómo lograron
asestarle con bombas convencionales uno de los peores golpes a la flota
británica
Base Aérea de Río Gallegos, 25 de mayo de 1982.
“Ojalá que hoy podamos festejar el aniversario de
la Patria como corresponde”, arengó “Cruz”, el indicativo que eligió para
honrar a la cruz de Cristo y a la Cruz del Sur, al asomar en el comedor de la
base.
El Capitán Pablo Carballo estaba listo para
combatir. Se había colocado el traje antiexposición y el equipo de
supervivencia que además del salvavidas y del bote inflable, incluía una navaja
para poder cortar las cuerdas de su paracaídas en casos de eyección.
El jefe de escuadrilla les insuflaba ánimo a los
pilotos de A4-B Skyhawk del legendario Grupo 5 de Caza. Sabía que ése día
debían entrar en acción. Aunque las órdenes fragmentarias demoraban en llegar.
Con sus compañeros se dirigió al "submarino", el estrecho sector de
la base que escondía la sala donde se estudiaban las rutas de vuelo sobre la
profusa cartografía malvinense. Un laberinto de bahías, ensenadas y pequeñas
islas de costas recortadas que a los pilotos de tanto escudriñarlas se les
aparecían en sueños como hologramas.
El Capitán Pablo Carballo, el Alférez Jorge
Barrionuevo, el Teniente Carlos Rinke y el Primer Teniente Mariano Velasco del
Grupo 5 de Caza en la base de Río Gallegos de la Fuerza Aérea durante la guerra
de Malvinas.
La tensa espera a que el teléfono sonara y arribara
luego la orden secreta saturaba el ambiente de ansiedad y miedo disimulado. Las
misiones casi suicidas, especialmente aquel día patrio, suponían una lotería
entre vida o muerte. A Carballo lo atribulaba el pánico de perder a alguno de
sus hombres. El más joven de los pilotos tenía sólo 23 años y el inicio de la
jornada había sido devastador.
Por la mañana, un verdugo de última generación, el
destructor HMS Coventry, trillizo del Sheffield y del Glasgow y emblema del
poderío naval británico, había abatido con sus deletéreos misiles Sea Dart de
largo alcance (65 km) a los pilotos Hugo del Valle Palaver y Jorge García. En
su haber, también había postrado a un helicóptero y averiado con sus cañones
Oerlikon y MK8 a una lancha patrullera.
Palaver había sido derribado a gran altitud con la
asepsia de esa precisión computarizada de los Sea Dart, mientras regresaba de
una misión en San Carlos. Alcanzado por otro misil, García se había eyectado,
pero no había rastros de él en el océano. Sólo un año después, su cuerpo sería
encontrado en una playa de la isla Golding, al sur de la isla Bordón. Hoy
descansa en la parcela A-fila 4/02 del cementerio de Darwin.
Cerca de mediodía llegaron las dos misiones de las
ocho planificadas por la Fuerza Aérea aquel 25 de mayo. Las acciones de combate
confluían en una trampa mortal de combinada destreza misilística, al noroeste
de Gran Malvina.
El ágil destructor HMS Coventry podía desarrollar
una velocidad de 30 nudos (56 km/h) y era un as de la Royal Navy por su
capacidad defensiva de misiles Sea Dart y cañones navales MK8 y Oerlikon
"Contacto de piquete antiaéreo"
Los observadores terrestres de la Armada, apostados
en la isla Bordón, habían detectado al piquete de radar que abatió a Palaver y
a García a unos 30 km al norte de la isla Bordón. La posición fue transmitida a
uno de los aviones de exploración de la Fuerza Aérea que a su vez se la
retransmitió al comando, en el continente.
El temible Coventry y su escolta, la fragata
Broadsword, dotada con misiles Sea Wolf de corto alcance (15 km), maximizaban
su capacidad ofensiva al operar en dupla. La orden de John "Sandy"
Woodward, comandante de la task force, era eliminar a los cazas argentinos
mientras las tropas británicas aseguraban las cabezas de playa en San Carlos.
La fragata misilística Tipo 22 HMS Broadsword
estaba equipada con los Sea Wolf que alcanzaban una distancia de 15 km. En 1995 fue adquirida por la marina brasileña
que la rebautizó con el nombre de Greenhalgh
El capitán del Coventry, David Hart Dyke, le había
insistido al almirantazgo en que su buque era vulnerable si acechaba un ataque
argentino desde tierra; sus misiles de largo alcance eran más eficaces bien
alejados de las costas. Pidió adentrase en el océano para truncar el juego
sorpresivo y a las escondidas de los pilotos enemigos y ante la negativa de
Woodward, concluyó: "Como en el ajedrez, se sacrifican piezas para el jaque
mate final. Yo iba ser una de esas piezas", según testimonió en su libro
Four Weeks In May.
Pero la asimetría, en realidad, era inversa. El
Conventry y la Broadsword fraguaban un tabique antiaéreo casi imposible de
doblegar. Al menos para seis vetustos Skyhawk que luego, por fatigas mecánicas,
se restringirían a cuatro.
La ruta planificada para Zeus y Vulcano una vez
detectado el piquete de radar. Sin embargo, por la distancia no fue necesario
el reabastecimiento al regreso de la misión. Gentileza: “Malvinas, la batalla
aérea”.
Las órdenes imponían planes de vuelo taxativos.
Zeus, la primera sección liderada por Carballo junto a su "numeral de
hierro", el Teniente Carlos Palo Rinke, debía despegar a las 14:00, evadir
peinando el océano los potentes radares del binomio inglés, capaces de
detectarlos a 200 millas (320 km), y sorprender por tierra desde la isla Bordón
para destripar a uno de los blancos navales.
El Capitán Pablo Carballo y su “numeral de hierro”
Carlos Rinke.
Un minuto después despegaría Vulcano, al mando del Primer
Teniente Mariano "Cobra" Velasco, con su numeral, el Alférez Jorge “Bam
Bam” Barrionuevo. Debían llegar hasta la isla Rasa en el extremo NW de la Gran
Malvina, acariciar las bruscas ondulaciones del terreno en dirección este hasta
alcanzar la isla Bordón. Siempre besando el suelo para despistar a los radares.
Y arremeter en el tramo final a toda potencia para descargar sobre el otro
blanco tres bombas BR de 500 libras (227 kilos) cada una y en cada raqueta.
Similar armamento se había dispuesto para Zeus. No habría reabastecimiento. No
era necesario cuando las operaciones se realizaban al oeste del Estrecho de San
Carlos.
Sería un vuelo sigiloso de poco más de una hora
hasta localizar a los buques, intentar evadir los misilazos, la artillería y a
los Harrier si acecharan como buitres, hasta montarse sobre el flanco más
vulnerable y evacuar las bombas en los veloces objetivos navales.
El numeral Jorge “Bam Bam” Barrionuevo, que tenía
apenas 24 años en el 1982, y el jefe de la sección, Mariano “Cobra” Velasco
delate de sus Skyhawk.
La bomba más grande
“Señor, déjeme salir con la bombola”, le rogó
Carballo al jefe del escuadrón, el Vicecomodoro Gustavo Zini. Así había
bautizado a las bombas MK 17 de fabricación inglesa de 1000 libras (454 kg)
que, una en cada Skyhawk, lanzarían con Rinke.
“Carballo, ¡cumpla la orden!”, decretó Zini. Aunque
la insistencia de "Cruz" terminó disuadiendo al jefe.
En la pista, los técnicos repartían rosarios. A 800
km/h y por distintas rutas, Zeus y Vulcano buscaron reeditar la epopeya de
David contra Goliat. A medida que se aproximaban, "Cruz" recordaba
las palabras de su mujer: "Cumplí con tu deber que yo voy a saber cuidar
de tus hijos". Y frente a eso se retrucaba: "Qué suerte que soy
piloto de combate; si reviento, no voy a sufrir".
El Teniente Carlos Rinke tenía 26 años cuando
combatió en Malvinas
En la mente de Palo, en cambio, afloraba un dejo de
gratitud: "Por ahora, sigo participando. Pero todo puede cambiar". A
sus 26 años, Rinke sabía de eso. Lo había experimentado junto a su jefe, 48
horas antes en el ataque a la HMS Antelope. Conocía la intimidad de ese
instante fatídico que antecede a la catástrofe.
Como le sucedió el Primer Teniente Lucas Guadagnini
que enfrentó el granizo del fuego antiaéreo, alcanzó a arrojar su bombola pero,
tacleado en el aire, se estrelló y desintegró contra la antena de la fragata
enemiga. Ninguno de sus compañeros en la misma faena pudo siquiera observar la
tragedia. En el aire suele ocurre así: una milésima de segundo que otros ojos
no logran captar en la huida sobreviene el ocaso.
"Escobar, ¿pero queeé hiciste?"
La inventiva del bioquímico Ernesto Haggi se había
probado eficaz. La costra salina ya no se adhería en los parabrisas de los
Skyhawk al surfear la superficie marina. Salvo en uno: el de Carballo. El
eficiente mecánico, el Cabo Ricardo Escobar, lo había limpiado con tanto ímpetu
que había eliminado aquel milagroso líquido protector. Con la visibilidad
esmerilada, "Cruz" debió improvisar otra ruta. No podía cepillar el
terreno de las islas. Una mínima elevación "ciego" hacia adelante
suponía una muerte segura. Decidió bordear el recorte sinuoso de las costas por
el mar, sin mayores desniveles que las olas, hasta alcanzar el primer punto de
notificación en Gran Malvina. Su leal numeral lo seguía a la par. Al alcanzar
isla Rasa, al oeste de la isla Bordón, "Rayo", un avión de apoyo,
reconfirmó la ubicación de la Broadsword y el Conventry. Navegaban en fila
india hacia el este.
“Cobra” y “Bam Bam” venían rezagados según el plan
de vuelo y sin contacto visual con los Zeuz, cuando delante de las estelas que
Carballo y Rinke abrían sobre el mar, otearon dos puntos en el horizonte.
“Cumplí con tu deber que yo voy a saber cuidar a
tus hijos”, le dijo Mirta, la mujer de Carballo cuando supo que el piloto iba a
combatir en las islas.
“Ok, chicas, estoy a la vista. ¡Viva la Patria!”, sacudió
Cruz por la radio.
"Las vimos a unos 35 km de distancia, a unos
dos minutos de vuelo, maniobrando de manera frenética en el horizonte, relata
Rinke a Infobae.
Los pilotos desconocían que hacía rato que el piquete
naval los estaba esperando a los cuatro. No sólo los habían auscultado con los
radares, también habían interceptado y traducido, gracias a un intérprete, sus
comunicaciones por radio, narró Hart Dyke. Las maniobras eran parte del
lanzamiento de los misiles. Pero sus ecos, al volar tan bajo y tan pegados,
primero desaparecían de la pantalla y luego al superponerse los blancos
confundían del radar.
"Sabía cuándo despegaban de las pistas en
Argentina", le confió Hart Dyke a The Telegraph. Cuántos aviones, el tipo
de aviones, los nombres de los pilotos y a qué blanco se dirigían".
“Bam Bam” Barrionuevo afirmó a Infobae que todos
los movimientos en Río Gallegos eran adelantados a los ingleses por espías
chilenos apostados cerca de la base. "Cualquiera podía observar el trajín
en la pista. Y los chilenos los informan al detalle", confió el ahora
Brigadier (RE).
"Fuego, Fuego"
Con los halcones volando a la par a máxima potencia
hacia la Broadsword, elegida por “Cruz y Palo” ya que era la que mayor blanco
les ofrendaba, los buques iniciaron su ataque a cañonazos y artillería mientras
que por la baja altura fracasaban en el intento por engancharlos con los
misiles. La tempestad de impactos repiqueteaba en el mar, adelante de las
narices de los Skyhawk. Era solo cuestión objetiva de segundos para que esa
suerte se invierta. "Era un final que se aproximaba, evoca Rinke, ya sea el
de ellos o el nuestro. Era el pasa o no pasa. No había vuelta atrás. Nosotros
con nuestros avioncitos a todo o nada contra la fragata".
Carballo a la izquierda y Rinke a la derecha
esquivan la copiosa lluvia de cañonazos y artillería disparada desde la
Broadsword. La imagen fue tomada por uno de los tripulantes de la fragata
misilística y se convirtió en emblema del coraje de los pilotos argentinos.
"Sentíamos el fuego bastante nutrido y la
fragata se desplazaba rápidamente hacia nuestra derecha, lo que nos obligó a
hacer un suave viraje en esa dirección para no perderla de la mira",
continúa. "No habíamos tenido la posibilidad de practicar el tipo de tiro
contra un barco en movimiento lateral. Hicimos una corrección final y,
finalmente, antes de pasar por arriba de la fragata, disparamos según la
puntería de cada uno".
El helipuerto en popa por donde salió la bomba de
1000 libras que luego continuó su trayecto hacia el mar sin detonarse.
A las 15:24 una de las bombolas ingresó por el
costado de popa, diezmó el sistema de propulsión y, descontrolada, emergió
hacia arriba como un tirabuzón destrozando la cubierta del helipuerto y la
nariz de un Sea Lynk para luego caer al mar. Nunca explotó. La otra se hundió
en el océano. Herido en sus entrañas, el Broadsword quedó inmóvil. El recorrido
del explosivo desgarró las partes vitales de la fragata. Pero la ofensiva con
aquellas bombas pesadas no había sido la decisión más acertada. "De haber
lanzados las más livianas, quizás la hubiéramos mandando a pique. Pero entonces
no lo podíamos saber", dice Carballo.
Los daños en la cubierta y el helicóptero Sea Lynk
En la huida, continuó el acecho con cañones cuando
una esquirla impactó en el ala derecha del avión de Cruz y el tanque comenzó a
perder combustible.
El casco perforado por donde ingresó la bomba
lanzada por los Zeus
“Cobra y Bam Bam” al acecho
Simultáneamente, “Cobra” y su numeral se dirigían
desde la isla Bordón a la zona roja a 900 km/h, agazapados 8 metros sobre el
oleaje de un mar 4, con sus racimos de bombas en el TER (Triple Eyectal
Raquet), dispuesto entre los dos tanques de combustible.
“A la vista a las 10”, alertó Barrionuevo a su jefe
de sección a unos 15 km de distancia del piquete de radar.
“Cobra” asiente con una pulsación de su radio e
inicia un viraje por izquierda para enfrentar al blanco. Ahí observa el daño en la popa de la Broadsword:
"Un hilo negro, finito, como una línea vertical se elevaba hacia el
cielo", grafica.
"Como venía muy bajo, lo que daba el cuero, al
virar tuve que ascender levemente y bajar de nuevo. La Coventry maniobraba
frenética con una agilidad increíble, a unos 400 o 500 metros de la Broadsword,
cuando observo un fogonazo que emerge del destructor. Una humareda: el
lanzamiento del misil Sea Dart hacia mí", dice Velasco.
El Coventry lanza su misil Sea Dart
Mientras tanto, en la sala de operaciones del
Coventry reinaban la desesperación y la impotencia. El capitán Hart Dyke había
desestimado minutos antes el ingreso de los Harrier en la contraofensiva. Pensó
que no llegarían a tiempo y temía al fuego amigo desde la Broadsword. El radar
del destructor había logrado captar a Velasco al ascender en el viraje, pero
enseguida lo había perdido por la posición rasante. Los ecos de “Cobra y Bam
Bam”, además, se sobreponían y engañaban al radar. De todas maneras, Hart Dyke ordenó el top de
lanzamiento hacia los Vulcano. Cuando quiso lanzar el siguiente, se desacopló
el sistema de radar, la computadora se apagó y debió ser reiniciada
manualmente. Ya era tarde. No había
ángulo para los Sea Dart. “Cobra y Bam
Bam” acechaban como albatros errantes contra una orca amenazada en su capacidad
asesina.
El Coventry no logra defenderse con eficacia del
ataque de los Skyhawk
"Barrionuevo venía atrás, a mi izquierda,
cuando vi la estela del Sea Dart", continúa Velasco. "Lo seguí con la
vista, pero por su traza oblicua me di cuenta que su trayectoria era de no
impacto. El Sea Dart pasó al costado, a unos 300 metros de mi ala derecha y
antes de sobrepasarme se le apagó el motor y comenzó a cabecear sin control. Y
así continuó su rumbo. Nosotros seguimos concentrados en el Coventry. Ahora
veía los impactos de sus cañones en el agua. Se veían como si fueran chorros de
una ballena saliendo a la superficie. Íbamos bien, no pensé que podrían
derribarnos".
Las tres bombas de Velasco mutilan al destructor
En una nerviosa maniobra defensiva, el Coventry
vira bruscamente para lograr una mejor posición para el lanzamiento de sus
armas y ofrenda su banda de babor. “Cobra” toma altura aprieta y unos 100 o 50
metros antes de sobrepasarla, lanza las tres bombas de 266 kg. Salieron las
tres juntas, con un intervalo de mini segundos.
Al desprenderse, el Skyhawk de Velasco se alivianó
y cabeceó levemente hacia arriba. Cuando “Bam Bam” está por lanzar las suyas,
observa una densa nube negruzca arropando al destructor. Dispara una, dos, tres
veces, pero las suyas no logran desprenderse. Solo en el cuarto intento siente
un golpe grave. Simultáneamente, Hart Dyke envía a la tripulación a cubierta
con fusiles y armas largas mientras otros cubren los puestos en las
ametralladoras. También ordena encandilar a los pilotos con el sistema de luces
nocturnas. La piedra lanzada por la honda de David golpea a Goliat antes de que
sea decapitado.
Su final está anunciado, la entrada de agua, el
incendio y la escora son irreversibles
“Pegaron muy bien las tres, señor. Lo vi clarito.
Era una CL 42”, le grita por radio “Bam Bam” a su jefe.
¡Huijaaaa!, retruca “Cobra” con su original sapucai
de combate.
Entre frenéticas maniobras evasivas, estalla la
euforia en la radio. Carballo y Rinke, que van mucho más adelante, celebran la
cacería en el aniversario de la Revolución de Mayo.
Minutos después, “Cruz”, alcanzado por una esquirla
en el ala derecha de su avión, nota la sangría de combustible. Por radio evalúa
si no será conveniente eyectarse. En una maniobra audaz, su leal numeral se
ubica por debajo del Skyhawk para sopesar los daños. La pérdida no es del todo
grave, le avisa Rinke por radio. "Creo que con lo que tengo llego hasta la
base", calcula Carballo, pero pide que un Hércules reabastecedor se
acerque para socorrerlo. Decide, finalmente, seguir vuelo sin auxilio. Al
asomarse a Río Gallegos, “Palo” sugiere improvisar un desfile aéreo. "Está
loco, Rinke, no nos mataron los ingleses, ¿quiere ahora que nos maten los
nuestros?", se atajó el jefe.
En tan solo 20 minutos es deglutido por el
Atlántico
Según la versión inglesa, dos de las bombas pegaron
debajo de la sala de operaciones provocando un incendio voraz, incapacitando a
la plana mayor y matando en el acto a siete oficiales. Allí mismo estaban Hart
Dyke y sus hombres dirigiendo la contraofensiva. El capitán quedó aturdido y
con su rostro quemado por la explosión. La segunda bomba ingresó y no se detonó,
pero la tercera sesgó la vida de otros 7 suboficiales en la sala de máquinas y
compartimentos contiguos.
El capitan del Conventry, David Hart Dyke, con el rostro quemado por la
explosión es recibido por su familia al regresar de Malvinas. Su hija más
pequeña observa con aprehensión las huellas de la guerra en la cara de su
padre.
La agonía de Goliat
Herido de muerte, el Coventry comenzó a escorase
con vértigo y los suboficiales de menor rango en cubierta debieron liderar el
zafarrancho de abandono. El casco de aluminio de uno de los buques más valiosos
de la Royal Navy, embriagado de mar en su anatomía, dio una vuelta campana.
Habían pasado apenas 20 minutos del ataque argentino. Exhibía para las cámaras
fotográficas de la tripulación de la Broadsword su acelerada agonía: dos de sus
hélices emergían de la superficie marina.
Diecinueve tripulantes ingleses fallecen en el
ataque
Durante la evacuación, otros dos tripulantes
perecieron. Hart Dyke se lanzó al mar, fue rescatado por una de las balsas
salvavidas y luego transportado en helicóptero a su buque escolta. Desde el
puente de mando pudo observar el aciago acto final: el Atlántico Sur engullendo
a su sofisticado buque de guerra que 8 días antes había evacuado de su bodega
las cargas de profundidad nucleares que transportó desde Gibraltar cuando se le
ordenó sumarse a la flota.
Tras la vuelta de campana, sus dos hélices asoman en
el mar. El lugar del hundimiento fue resguardado por los ingleses como tumba de
guerra.
Diecinueve tripulantes de un total de 280 murieron
en el ataque a Coventry. Otros 30 resultaron heridos. Quince minutos después
dos Exocet de la Marina desguazarían al Atlantic Conveyor. El 25 de mayo es
recordado desde entonces por los británicos como el día más sombrío para su
flota en Malvinas.
En los anales de las guerras convencionales de
segunda mitad del siglo XX, los cuatro pilotos, “Cruz”, “Palo”, “Cobra” y “Bam
Bam”, esculpieron sus nombres como la metáfora alada de David y Goliat en la
cruenta guerra del Atlántico sur.
Los valientes pilotos Barrionuevo, Rinke, Velasco y
Carballo en una imagen más actual
Fuente: https://www.infobae.com
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