En junio de 1982 las marina y la fuerza aérea
abandonaron el gobierno de facto tras no ponerse de acuerdo con el ejército
sobre el nombramiento de Reynaldo Bignone. La recomposición de la junta, tres
meses más tarde, confirmó el escepticismo de la CIA.
Leopoldo Galtieri visitó las islas Malvinas,
durante la guerra, en mayo de 1982.
Tras la derrota de Argentina en la guerra contra el
Reino Unido, librada entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982 por las islas
Malvinas, el presidente de facto Leopoldo Galtieri, que había jugado contra su
antecesor, Roberto Viola, para que su mandato se cortara a menos de nueve
meses, fue a su vez desalojado del poder, donde se mantuvo aún menos, casi seis
meses.
La tragedia de Malvinas desató una crisis política
inmediata. Las tensiones acumuladas entre las Fuerzas Armadas no se
resolvieron, y el 22 de junio, luego de cuatro días de deliberaciones inútiles,
el Ejército nombró presidente, contra la opinión de la Marina y la Fuerza Aérea,
a quien pasaría a la historia como el último dictador de la Argentina en el
siglo XX, Reynaldo Bignone.
Un documento de septiembre de 1982 analizó con
escepticismo la reconstitución de la junta militar.
La Armada y la Aeronáutica se retiraron del
gobierno. Uno de los documentos desclasificados recientemente en los Estados
Unidos sobre los años de la dictadura 1976-1983 analizó el caso como parte de
las internas militares. Porque apenas nombrado Bignone, Cristino Nicolaides
comenzó a querer su puesto.
La Nación dedicó uno de sus famosos editoriales,
"El fin del Proceso", a la crisis política que siguió al fin de la
guerra de Malvinas: "Lo que ha concluido no es el gobierno organizado por
el General Galtieri, sino un sistema establecido en 1976 por las Fuerzas
Armadas", decía. Por fin, mientras el gabinete de Bignone se llenaba con
civiles, los militares tejían la reconstitución de la junta con Nicolaides por
el Ejército, Rubén Franco por la Armada y Augusto Hughes por la Fuerza Aérea.
“Es improbable que la reconstitución de la junta
haga más coherente la política argentina”, valoró la CIA.
Un reporte de inteligencia ordinario, del 25 de
septiembre de 1982, expresó el escepticismo de los analistas de la CIA:
"Es improbable que la reconstitución de la junta esta semana haga más
coherente la política argentina y puede debilitar la posición del presidente Bignone".
A modo de comentario, agregó: "El regreso de
los comandantes de la Armada y de la Fuerza Aérea a la junta terminó con la
ruptura que siguió a la selección del Ejército hecha en julio del General
Bignone como presidente. La reciente reestructuración en la Armada y la Fuerza Aérea
que llevó al nombramiento de nuevos comandantes para los dos servicios ayudó a
allanar el camino para la reunificación de la junta".
El nombramiento de Reynaldo Bignone fracturó la
junta militar. El que sería el último dictador fijó las elecciones en octubre
de 1983.
La junta religada contaba con un militar que quería
ocupar el lugar de Bignone y dos representantes de Fuerzas que se habían
opuesto al nombramiento de Bignone: "Es probable que los elementos
fuertemente nacionalistas en cada uno de los servicios se opongan a él cuando
trate de tomar las medidas de austeridad indicadas por el Fondo Monetario
Internacional y en otros asuntos económicos y políticos", advirtió el
texto. "Mientras tanto, la inflación, con una tasa anual de 600% durante
los últimos dos meses, causa malestar sindical que los conspiradores podrían
explotar".
Aunque Nicolaides esperaba "abandonar a
Bignone y asumir él mismo la presidencia" y "los simpatizantes de
Nicolaides podrían intentar hacer que el régimen parezca inestable para
justificar la remoción de Bignone", se avecinaban ciclos de promoción y
retiro que llamaban a poner los planes en pausa.
Cristino Nicolaides esperaba “abandonar a Bignone y
asumir él mismo la presidencia”.
Lo que sucedió, finalmente, fue un incremento de
las presiones civiles, a partir de la formación de una coordinadora política,
la Multipartidaria, de la que participó Raúl Alfonsín, quien sería el primer
presidente democráticamente elegido desde 1973. Las organizaciones de derechos
humanos y las embajadas también intensificaron sus campañas; el 16 de diciembre
hubo una manifestación masiva, por cuya represión murió Dalmiro Flores, por el
fin de la última dictadura.
En 1983 Bignone fijó la fecha de las elecciones
para octubre. También firmó un decreto secreto para ordenar la destrucción de
cualquier prueba sobre el terrorismo de Estado y la desaparición de personas. Y
aunque en septiembre promulgó una ley de autoamnistía para los militares, que,
tras recuperar sus funciones, el Congreso declaró nula, Bignone murió con
prisión domiciliaria por haber cometido delitos contra la humanidad, como sus
pares, a los 90 años, tras múltiples juicios, en 2018.
Fuente: https://www.infobae.com
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