Por Luis Cervera
La mañana de este día transcurría entre mate y
charla tratando de distender en poco la tensión que reinaba en el ambiente,
donde cada uno trataba de preparar de la mejor forma posible toda la
documentación personal de vuelo y agregando golosinas, cigarrillos y chocolates
al equipo de supervivencia, en fin, tratando de satisfacer gustos personales
para menguar el sufrimiento en una fortuita eyección, desde ya que nadie lo
deseaba, pero, ¿cómo estaban dadas las cosas era factible que ocurriera?
La meteorología era dudosa y no se tenía en claro
que ocurriría si ordenaban la salida de alguna misión. Por de pronto las
Escuadrillas que estaban de alerta eran las de:
- Capitán Carlos Varela
- Alférez Marcelo Moroni
- Teniente Mario Roca
- Vicecomodoro Ernesto Dubour
- Alférez Alfredo Vázquez
- Teniente Sergio Mayor
Reserva hasta el decolaje el Teniente Luis Cervera
Casi llegando al medio día, comenzó a levantar el
techo y la factibilidad de salir era cada vez mayor. Ya estábamos todos con los
equipos personales colocados cuando llego la Orden Fragmentaria de partir en
busca de dos fragatas destacadas en la zona de la Bahía de Ruiz Puente, próxima
a Darwin en el estrecho de San Carlos.
Con la reunión previa al vuelo realizada, nos
dirigimos a los aviones y yo con la consigna de ocupar cualquier lugar, si
alguno de ambas escuadrillas sufría alguna falla desde la puesta en marcha
hasta el decolaje. Es decir, mis posibilidades de salir en esta misión eran remotas,
pero no del todo descartables.
Resulta que, en plataforma, los siete aviones
pusimos en marcha los motores y comenzaron el rodaje a la cabecera de pista,
mientras yo según orden expresa quedaba en plataforma. Desde este lugar vi
despegar la escuadrilla de Capitán Varela Carlos, mientras al Teniente Mayor,
numeral 3 del Vicecomodoro Dubourg, se le bloqueaba la rueda derecha y se iba a
la tierra fuera de la calle de rodaje, ante la imposibilidad de despegar del
Teniente Mayor, recibí la orden de ocupar su lugar.
Me dirigí rápidamente a la cabecera tratando de
hacer las cosas lo más rápido posible, pero por más que me apurara ya los
perdía de vista a los demás aviones que ya habían despegado, ante estas
circunstancias, trate de tranquilizarme y comencé a hacer las cosas como si
fuese solo.
Posterior al despegue puse rumbo al reabastecedor
con la esperanza de llegar a tiempo y poder reunirme con el resto de la
escuadrilla. Dicha navegación era preocupante, en la soledad que me encontraba
por si me llegaba a pasar algo, nunca nadie jamás iba a conocer lo ocurrido, ya
que me encontraba mar adentro con unos 20.000 pies de altura y 360º de agua a
mi alrededor.
Ya próximo al reabastecimiento comencé a buscarlos
y tanta era mi ansiedad por encontrarlos que veía puntitos por todos lados. Sin
darle mayor importancia seguí unos minutos más con la misma altura y rumbo, así
fue que llegué a verlos a todos merodeando alrededor del Hércules, estando muy
próximo vi que estaba una manguera libre y como venía me fui a esa. Tan es así
que llegando a la canasta de acople tuve que reducir potencia al mínimo y sacar
frenos de vuelo para poder equiparar velocidades y efectuar mi acoplamiento y posterior
reabastecimiento.
Como todo esto se hacía sin ningún tipo de
comunicación, nadie se había enterado de mi integración al grupo, cuando terminé
el reabastecimiento me retiré del Hércules y mi dilema era a quien formar, ya
que en esos momentos yo no sabía quién era quien. Esperé un momento a que ellos
se acomodaran primero y fue así que lo vi al Capitán Varela que andaba en el “tordillo”, avión pintado de gris, que estaba en
mantenimiento mayor cuando inicio la guerra, de esa manera pude distinguir los
respectivos jefes de escuadrillas.
Fui y le formé muy cerca al Vcom Dubourg, este no
entendía nada, ya que había llegado al Hércules con un solo numeral y cuando se
aleja de este se encuentra con dos numerales, es imaginable las preguntas que
interiormente se hacía ¿de dónde salió este?
Luego navegando a ras del agua estaba mirando mi
tablero de instrumentos cuando escucho el tableteo propio de un cañón, mi susto
fue mayor, más no sabiendo de donde procedían. En ese mismo instante cuando
levanto la vista para mirar a mi guía, veo fogonazos de sus cañones, quien
estaba haciendo una pequeña practica para comprobar su correcto funcionamiento,
sin pensar en el infarto que podía provocar a sus numerales; por supuesto que
posterior al aterrizaje las bromas y cargadas fueron innumerables. El “Conejo”
Dubourg con su buen sentido del humor aguantó todas las chanzas con una sonrisa
socarrona.
Llegando a las Islas la nubosidad estaba muy baja,
era agua y nubes sin claros intermedios. Así en estas condiciones penetramos lo
mismo, sin saber lo que encontraríamos, pero a medida que avanzábamos por el
sur de la Isla Gran Malvinas comenzó a levantar un poquito el plafón alcanzando
no más de 20/30 metros de altura. Gracias a esto comenzamos a distinguir los
peñascos próximos a las islas, apreciando el cruce por el sur del estrecho de
San Carlos y llegando a la Isla Soledad pusimos rumbo norte en dirección a la
Bahía de Ruiz Puente.
A pocos minutos de navegar rasante en esa
dirección, el terreno comenzó a elevarse hasta reducirnos la visibilidad a 0
(cero) metros, por lo que optamos virar a la izquierda y continuar por el
estrecho hasta el objetivo.
Grande fue la desilusión, luego de una aproximación
tan riesgosa, llegar a la bahía de Ruiz Puente y no encontrar nada, no nos
resignábamos volver a la base sin encontrar el objetivo. En ese momento de
desilusión se desordenaron un poco las cosas, ya que el Capitán Varela con su
escuadrilla continuó hasta la desembocadura norte del estrecho y en cambio el
Vcom. Dubourg optó por hacer un viraje de 180º en el estrecho a la altura de la
bahía de San Carlos.
En el momento de hacer el retorno dentro del
estrecho la nubosidad estaba a unos 20 metros del agua y ambos lados
acantilados, era como hacer esta maniobra dentro de una caja de zapatos. En la
mitad del viraje, al ser yo el N° 3 y para no perderlos de vista debía hacer un
radio de viraje más pequeño, lo que me hacía acortar la distancia con el
Alférez Vázquez. Ya estando encima de este y con gran riesgo de tocarnos,
decidí pasar al otro lado por el espacio que había entre el A4-B de Vázquez y
el agua, ya que por arriba era imposible por las nubes y perdería de vista a
todos en un lugar tan estrecho, cosa que implicaba un riesgo mayor que no
deseaba correr.
Cuando ya todos estábamos con rumbo general sur
comenzamos a tranquilizarnos y buscar algún blanco de circunstancia sin tener
suerte, y a pesar nuestro, debimos regresar con las bombas a la base. A Dios
gracias regresamos todos y así como a nosotros se nos complicó y frustró
nuestra misión, igual fue para la artillería antiaérea inglesa, que no nos tuvo
en línea de tiro en ningún momento.
Al fin, en el reencuentro de todos los integrantes
de ambas escuadrillas, por supuesto que no faltaron los abrazos y comentarios
jocosos de lo ocurrido en el paseo por el estrecho de San Carlos.
¡Esa noche el Jefe de Escuadrón pago el whisky para
todos!.
Fuente: https://www.facebook.com
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