Más de 700 hombres y un puñado de mujeres
tripularon una treintena de buques mercantes y pesqueros, que sin armamento ni
entrenamiento bélico protagonizaron incontables misiones tácticas y logísticas
durante el conflicto de 1982. Cómo se produjeron los hundimientos del pesquero
Narwal y el ARA Isla de los Estados
Por Fernando Morales
Dos ataques contra embarcaciones argentinas que
tuvieron lugar hace 37 años muestran una faceta poco difundida de la guerra de
Malvinas. Allí, un grupo de héroes sin armas prestó su servicio con sacrificio
y entrega: los más de 700 miembros de la Marina Mercante argentina que
participaron de la acción bélica con enorme patriotismo.
"En Malvinas, la Marina Mercante argentina
tuvo un rol concreto y específico, indicado por la autoridad, que era, dentro
del rol general, el de prestar apoyo a todas las fuerzas que hubo en el área de
conflicto. Fueron 51 buques mercantes y cerca de un millar de tripulantes, contando
relevos, porque algunos buques tuvieron varias campañas. Hay que destacar que
hubo una participación importante de mujeres, quizá fue la mayor cantidad de
mujeres dentro de todas las organizaciones que se movilizaron", le contó a
Infobae Horacio Vázquez Rivarola, director del Museo Marítimo Ingeniero Pedro
Cerviño.
El primero de los ataques ocurrió hace 37 años, el
sábado 9 de mayo de 1982. En el receptor del apostadero naval Puerto Argentino
comenzó a sucederse la siguiente sucesión de mensajes.
09.05: Aquí Narwal. Somos atacados por aviones
ingleses en la altitud 52º 45' Sur y longitud 58º 02' Oeste. Tenemos heridos
graves.
09.12: Narwal, averiado y a la deriva, hace agua y
peligro de hundirse por fuerte tormenta. Lanzamos botes y balsas al agua con
heridos. Estamos tratando de contener la entrada de agua.
11.00: Falleció uno de los heridos. Otro avión
inglés nos sobrevuela y ataca nuevamente.
11.05: Han sido destruidas todas las balsas, resta
un bote para los que quedamos. Requerimos ayuda urgente.
11.25: Quedan seis hombres en un bote a la deriva.
No quedan elementos de salvamento. Narwal a punto de hundirse. Nos arrojamos al
agua. ¡¡¡Viva la Patria!!!
El emisor de estos desesperados mensajes no era
otro que el oficial de Comunicaciones Arturo Reinoso, del buque pesquero
Narwal. El marino mercante cumplía la última orden impartida por su capitán,
Néstor Fabiano, quien luego de llegar a la convicción de que su barco se hundía
irremediablemente, daba la orden de abandono.
En el conflicto bélico de 1982, los 23 pescadores
que tripulaban el Narwal más el Capitán de Corbeta Juan Carlos González Llanos
fueron tomados prisioneros y llevados a bordo del Invencible británico para ser
interrogados sobre las tareas de inteligencia naval que desarrollaban y en
virtud de las cuales la Corona Británica había decidido neutralizarlos. Entre
los tripulantes también fue conducido al navío inglés el cuerpo sin vida del contramaestre
Omar Rupp. El hecho marcó la primera muerte de un marino civil en la operación
militar de recuperación de las Islas Malvinas.
El Narwal medía 70 metros de eslora (largo), 11
metros de manga (ancho) y contaba con una capacidad de carga de 1400 toneladas
Medía 70 metros de eslora (largo), 11 metros de
manga (ancho) y contaba con una capacidad de carga de 1400 toneladas. Con el
consentimiento de sus propietarios, la nave comenzó a enmascarar con su labor
pesquera a partir del 23 de abril de 1982 importantes tareas de inteligencia
naval. Otros pesqueros como el Constanza o el María Alejandra completaban un
escenario de supuesta actividad pesquera "inocente".
Si bien en un principio la labor del Narwal no
despertó sospechas entre la flota británica, durante los primeros días de mayo,
según relata el por entonces capitán de pesca de la nave, Asterio Dawata,
fueron reiteradamente advertidos por los ingleses, que debían abandonar la zona
en la que se encontraban operando.
La mañana del 9 de mayo la paciencia británica se
agotó y dos Sea Harrier se lanzaron contra la pequeña y desarmada embarcación.
El ataque fue feroz: incluso con el buque ya fuera de servicio y sus
tripulantes en el agua, las aeronaves inglesas las destruyeron con fuego de
metralla. La misma metralla que había arrancado de cuajo las piernas de Rupp,
quien murió desangrado en la cubierta de su buque.
Hasta ser afectado por el entonces Comando en Jefe
de la Armada, el Narwal era un buque pesquero perteneciente a la Compañía
Sudamericana de Pesca y Exportación que realizaba su faena pesquera habitual en
el Atlántico sur
Si bien muchas de las crónicas sobre este suceso
hablan de un ataque injustificado por parte de las fuerzas británicas, es una
verdad aceptada por las fuerzas armadas beligerantes que las flotas mercantes
en operaciones constituyen objetivos lícitos, ya que hundir al petrolero que
lleva combustible para los vehículos, naves y aviones de combate, o al carguero
que transporta víveres y munición o al pesquero que realiza inteligencia, no es
más que minar la capacidad de combate del oponente, lo que en definitiva
constituye la premisa básica de la guerra.
La labor del Narwal y sus tripulantes mereció el
más alto grado de reconocimiento por parte del alto mando naval inglés, ya que,
a poco de iniciarse el interrogatorio, los oficiales de inteligencia ingleses
descubrieron que, a excepción de González Llanos, no estaban en presencia de
tropas de elite entrenadas para el espionaje, sino de simples pescadores con
una elevadísima dosis de patriotismo.
Omar Rupp recibió sepultura marina con honores
militares, siendo su cuerpo arrojado al mar desde la cubierta de la nave
enemiga a bordo de la cual se encontraba el príncipe Andrés, hijo de la Reina
Isabel.
Las exequias de Omar Rupp
La mayor pérdida de vidas civiles en Malvinas
Al día siguiente del hundimiento del Narwal tendría
lugar en el estrecho de San Carlos la más grande pérdida de vidas por parte de
marinos civiles ocurrida durante la efímera recuperación de las Islas Malvinas:
el hundimiento del ARA Isla de los Estados.
Aquel buque constituyó un caso muy particular ya
que, si bien era propiedad de la Armada Argentina, sus servicios estaban
afectados al tráfico comercial que realizaba la institución militar a través
del Comando de Transportes Navales, una suerte de empresa naviera estatal que
cumplía la tarea de llevar mercancías a regiones del país que no eran rentables
para las navieras privadas.
El ARA Isla de los Estados
Es por ello que habitualmente los buques de la
empresa estaban tripulados por personal superior y subalterno de la Marina
Mercante. Vale destacar también que todo el personal superior de la marina
civil ostenta un grado militar como oficial de reserva de la Armada, con lo
cual va de suyo que en caso de necesidad el Comandante en Jefe de las Fuerzas
Armadas los puede convocar al servicio activo. Esta obligación no aplica al
personal subalterno.
"Pero Malvinas hizo que eso no fuera
necesario. De los más de 700 hombres y mujeres en el Teatro de Operaciones
ninguno tuvo que ser movilizado, aceptamos el llamado de la patria en forma
voluntaria", recuerda para Infobae un veterano civil.
El Isla de los Estados fue el primer buque mercante
en arribar a Puerto Argentino, al margen de su dotación náutica. Llevaba
personal militar de las tres Fuerzas Armadas. En el momento de su hundimiento a
los 15 marinos mercantes se agregaron un coordinador de la Armada, tres hombres
de la misma fuerza, dos del Ejército, uno de la Fuerza Aérea y uno de la
Prefectura Naval. Además, entre los marinos mercantes se encontraban los
ciudadanos españoles Manuel Olveira, Alfonso López y Héctor Sandoval. Sólo
López y el coordinador miliar Alois Payarola sobrevivieron.
El plano del Isla de los Estados
Los hechos
Entre el 2 de abril y el 10 de mayo de 1982 el Isla
de los Estados protagonizó diversas misiones logísticas. Su particular diseño
lo transformaba en uno de los únicos buques que podían atracar en el muelle de
Puerto Argentino. Esto hacía que otros navíos de gran porte fondearan en las
proximidades del apostadero naval y aguardaran que el Isla se acercara a
recibir su carga.
Una de las primeras y más importantes misiones de
esta nave fue la que protagonizó junto al mercante Río Cincel, segundo buque en
arribar a las islas portando nada menos que parte de la pista de aterrizaje de aluminio
que serviría para el despegue y aterrizaje de los aviones de la Fuerza Aérea
Argentina.
El Cincel protagonizó por aquellos días un heroico
salvataje de miembros de la Infantería de marina que habían quedado a merced
del mar embravecido a bordo de una diminuta lancha de desembarco de tropas que
había perdido su hélice. La nave también quedó en la historia por llevar a
bordo a las dos primeras mujeres de Malvinas, las cadetas de la Escuela
Nacional de Náutica Olga Cáceres y Marcia Marchesotti.
El último de estos traspasos de carga (alijes) lo
realizó al también mercante Río Carcarañá. Al finalizar las maniobras logísticas
entrada la noche, los capitanes de ambas naves compartieron una cena a bordo
del Carcarañá. En esa oportunidad el comandante anfitrión, Capitán de Ultramar
Edgardo Dell'Elicine, aconsejó a su invitado no zarpar sino hasta el día
siguiente. Pero su colega naval, Tulio Panigadi, desoyó el consejo y consideró
más seguro remontar el estrecho San Carlos, protegido por la oscuridad, ya que
ningún buque de la Armada brindó escolta a los numerosos mercantes en
operaciones.
En forma paralela, el alto mando naval inglés
ordenaba a Christopher Craig, comandante de la fragata Alacrity, que durante la
noche del 10 de mayo se dirigiera a la entrada norte del Estrecho San Carlos a
efectuar un relevamiento a fin de detectar la posible existencia de minas
colocadas por la Marina argentina.
El alto mando naval inglés ordenó a Christopher
Craig, comandante de la fragata Alacrity, que durante la noche del 10 de mayo
se dirigiera a la entrada norte del Estrecho San Carlos a efectuar un
relevamiento a fin de detectar la posible existencia de minas colocadas por la
Marina argentina
En estas circunstancias aproximadamente a las 22:00,
el radar del navío inglés detectó un eco que resultó corresponder al Isla de
los Estados. Craig ordenó en primer lugar el lanzamiento de una bengala la que
en forma indubitable expuso ante los ojos del comandante inglés la silueta del
buque argentino. Su silueta delataba perfectamente que no se trataba de un
buque militar y que, por lo tanto, no estaba artillado.
Sin embargo, Craig, fiel a la consigna de
neutralizar a los buques mercantes en operaciones, abrió fuego con munición de
4,5 pulgadas. Al tomar contacto con los tambores de JP1 (nafta de aviación) y
la munición estibada en cubierta, dieron inicio al dantesco final de la nave,
una sucesión de explosiones fue arrancando de raíz distintas partes de la nave.
Hasta su propio puente de mando desapareció súbitamente.
"Díganle a los de las Islas de enfrente que no
tiren"
La frase corresponde al coordinador militar Alois
Payarola, por estos días el único sobreviviente de la tragedia. En pleno ataque
la pronunció mientras operaba la radio del buque argentino convencido de que el
ataque provenía de la artillería del Ejército Argentino ubicada en la costa
vecina.
Pero poco después no quedarían dudas de que el
ataque letal provenía del enemigo: los certeros impactos se sucedían sin
solución de continuidad e impactaban en la obra muerta del buque, es decir,
parte del casco que queda por encima de la superficie del agua. Las explosiones
comenzaron a sucederse no solo en cubierta sino dentro de las bodegas, por lo
que en pocos minutos la tripulación se vio obligada a abandonar la nave.
El Rio Cincel protagonizó por aquellos días un
heroico salvataje de miembros de la Infantería de marina
De todo el personal civil, policial y militar que
integraba la dotación, sólo sobrevivieron el hoy Capitán de Navío retirado
Alois Payarola y el marinero español Alfonso López. Ambos llegaron nadando a la
costa a pesar del frio extremo de las aguas. El comandante civil de la nave,
Capitán de Ultramar Tulio Panigadi, fue arrastrado por la corriente y murió en
el intento de tomar la costa, al igual que el Primer Oficial de a bordo, Jorge
Bottaro.
Contrariando un ancestral precepto marino, Craig no
prestó ayuda a ninguno de los tripulantes se arrojaron al mar. Por el
contrario, imprimió la máxima velocidad a los motores de su buque para alejarse
del lugar.
Durante 36 años se aceptó como un hecho innegable
que los restos de todos los tripulantes del ARA Isla de los Estados descansaban
en el fondo de las aguas del Estrecho San Carlos. Pero en 2018, durante las
tareas de reconocimiento de ex combatientes sepultados en el cementerio militar
de Darwin, fue reconocido por las pruebas de ADN el cuerpo del Jefe de Máquinas
del buque, el maquinista naval Miguel Aguirre, un ex militar que ya como marino
mercante y encontrándose en uso de licencia cuando su buque fue afectado a las
operaciones militares se presentó como voluntario a pesar de los ruegos
familiares para que no lo hiciera.
El Isla de los Estados representa al decir de
muchos estudiosos de la guerra de Malvinas el más acabado ejemplo de
integralidad operativa. Marinos Mercantes, Marinos de Guerra, Personal de
Prefectura Naval, del Ejército y de la Fuerza Aérea cumplían funciones a bordo.
Otro ejemplo de valentía y patriotismo.
Fuente: https://www.infobae.com
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