El 1 de mayo de 1982 marcó el comienzo de la guerra
de Malvinas. Los ingleses bombardearon los dos aeródromos de las islas,
preparándose para la "recuperación". Desde el continente, la Fuerza
Aérea, lanzó un masivo ataque. La historia de los héroes y sus heroicas
batallas
Por Daniel Roca Centurión
Un Vulcan de la Royal Air Force: los aviones
volaron de la isla Ascensión a Malvinas para lanzar 17 bombas de 500 kilos
sobre los aeródromos de las islas
Se acerca el 1 de mayo de 1982. El Teniente de la
Royal Air Force (RAF) Martin Withers, al comando de un bombardero Vulcan B MK1,
chequea el nivel de combustible de esa enorme aeronave: carga 9200 galones,
casi 42000 litros. En su interior lleva, además, 17 bombas de 500 kilos cada
una. Va rumbo a las islas Malvinas.
Comienza la operación Black Buck.
Son las 04:02 horas, y se encuentra a 40 minutos
del blanco.
Ya ha efectuado 5 reabastecimientos en vuelo desde
la Isla Ascensión.
El piloto del Escuadrón 44 de la RAF está agotado.
Lleva horas volando en una aeronave de los años 50, que, de no ser por el
conflicto con ese remoto país de Sudamérica, ya la hubieran raleado del
servicio activo.
Su tarea es inutilizar la pista de Puerto
Argentino, de manera que no lleguen a las islas ningún tipo de abastecimiento
por aire. Después del lanzamiento, seguramente será cuestión de unos días, una
semana como mucho, para que la guarnición caiga en manos británicas con una
resistencia mínima, piensa.
La inteligencia británica le ha advertido que no
descienda, y que efectúe la corrida de bombardeo desde gran altura. Los
argentinos poseen cañones antiaéreos de tiro rápido y misiles superficie-aire
de corto alcance. No es cuestión de arriesgarse.
Pilotos de Pucará de la Fuerza Aérea Argentina. El
1 de mayo de 1982 una bomba dio de lleno en un Pucará, que estaba presto para
salir armado y lleno de combustible. Murieron el piloto y todo el personal que
lo asistía, siete entre armeros y mecánicos
Mira nuevamente el reloj. Los instrumentos le
indican que está a unas pocas millas del blanco. Chequea el panel de bombas.
Todo listo. La llave maestra que activa las bombas para que, luego de
soltarlas, queden armadas para impactar contra el terreno tiene todas sus luces
en "Armed" (activadas).
Controla de nuevo el viento. La deriva que produce
el terrible viento lateral, por encima de los 10000 pies (3300 metros), hace
que bombardee en una línea oblicua de 35 grados con respecto a la trayectoria
de la pista. Ya tiene activados los sistemas de guerra electrónica para
confundir a los radares argentinos. No es un buen lanzamiento. Una sola bomba
impacta al costado de la pista.
Efectúa lo planeado, toma la ruta de escape, según
lo previsto, e inicia los cálculos para nuevamente, efectuar otros 5
reabastecimientos y volver a la Isla Ascensión.
¡¡¡Tanto volar, para tan poca precisión!!!, se
enoja el hombre de la RAF.
Los Pucará en las islas Malvinas
Abajo en Puerto Argentino, el paisaje en la Base
Aérea Militar (BAM) Malvinas, es dantesco.
Las bombas no impactaron la pista, pero si dieron
de lleno en el campamento donde están alojados los efectivos que custodian las
instalaciones del aeropuerto.
Eran oficiales, suboficiales y soldados de la
Fuerza Aérea los que allí se encontraban.
Caen en ese momento los soldados Héctor Ramón
Bordón y Guillermo Ubaldo García, quienes se desempeñaban como centinelas de la
Policía Militar.
El Comodoro Luis "Cholo" Destri, jefe de
la BAM, llama al comandante de la Fuerza Aérea Sur, Brigadier Ernesto Horacio Crespo,
y le comunica, casi a los gritos:
¡La BAM Malvinas está bajo fuego enemigo!
Crespo tranquiliza a Destri, le recuerda que no
están solos y que los ingleses se van a arrepentir de esto.
El Brigadier mira el mapa de su comando desplegado,
con los medios a su disposición. Analiza la decisión que debe tomar. Firma la
primera orden fragmentaria de la guerra. En ese escueto documento de carácter
secreto se les da a los pilotos la información necesaria el ataque.
Manda a los interceptores Mirage MIII a cazar Sea
Harriers sobre el cielo malvinense.
El Brigadier Ernesto Crespo (quinto desde la
derecha) cuando era un joven piloto del caza Calquín en su Mendoza natal.
Entonces no intuía el desafío que enfrentaría muchos años después al mando del
comando de la Fuerza Aérea Sur durante el conflicto de Malvinas
Más tarde los cazabombarderos ingleses,
provenientes de los portaaviones británicos Hermes e Invencible, atacarán en
vuelo rasante la BAM Malvinas nuevamente y la BAM Cóndor en la zona de Darwin,
con la intención de inutilizar las pistas, destruir a los aviones de ataque a
tierra IA 58 Pucará y Aermacchi MB 339 de la Armada, como también neutralizar a
la artillería antiaérea y los radares argentinos, que daban las alertas de los
ataques ingleses y guiaban a los cazas hacia el enemigo.
Empieza el ataque. Los pilotos corren a sus aviones
tratando de atarse a sus asientos, mientras ponen en marcha los motores
rodeados de técnicos y soldados que, desesperadamente, tratan de asistirlos
para ponerlos en el aire lo antes posible.
Los cazabombarderos británicos se aproximan a la
velocidad máxima de ataque, entre 250 y 350 metros por segundo, es decir entre
500 y 680 kilómetros por hora. Sueltan en vuelo rasante las bombas racimo tipo
Beluga desprendiendo a su paso pequeñas bombas que se van dispersando por
doquier y explotan con diferentes retardos.
Eso crea aún más caos, se hace más difícil asistir
a los heridos, ya que las explosiones se van dando en una zona amplia en
diferentes momentos, esparciendo fuego y metralla también hacia los
rescatadores.
Daniel Jukic, piloto de Pucará, muerto el 1 de mayo
de 1982
Una bomba da de lleno en un Pucará, que estaba
presto para salir armado y lleno de combustible. Mueren el piloto y todo el
personal que lo asistía, son siete entre armeros y mecánicos.
Jamás antes del conflicto se había comprendido el
sacrificio de la gente de mantenimiento al lado de sus pilotos.
En medio del bombardeo, la artillería antiaérea se
mantiene firme en sus posiciones, continúan disparando frenéticamente contra
los incursores que se acercan a gran velocidad. No les importa ver que desde
las bocas de los cañones Aden de los Sea Harrier parpadean las luces de la
muerte.
La regla es: "Ocuparse del avión que viene,
para el que pasó ya habrá otra oportunidad".
Nadie se mueve de su posición, aunque sienten picar
muy cerca en el suelo la munición de 30 mm de los cazas. Logran derribar al
menos un caza inglés, un Sea Harrier: no les va a ser fácil con los
"cazadores de cazas".
El Brigadier Crespo mira su reloj. Los Mirage MIII
del Capitán Gustavo García Cuerva y del Primer Teniente Carlos Perona deben
estar sobre las islas. Piensa en su pasado, en los años cuando volaba F-86
Sabre, y la obsesión por encontrar a su enemigo. Ahora sufre en la piel de
otros pilotos más jóvenes. Sabe que cada uno de los hombres que enviará al
combate pesarán en su conciencia hasta el fin de su vida ¡Cómo cambiaría por
estar él arriba de un caza en un mano a mano con los Harrier! Vuelve a este
mundo. Se pregunta: "García Cuerva y Perona, ¿habrán encontrado Harrier?".
Los pilotos de Dagger antes de salir a combatir en
el Atlántico Sur
La sección de los Mirage combate, como puede,
contra la sección de los Sea Harrier.
Los argentinos cuentan con misiles guiados por
calor, hay que ponerse a la cola para dispararlo; en cambio los Harrier tienen
el misil AIM-9L, que puede ser disparado desde cualquier ángulo.
En el combate aéreo cae Perona, pero logra
eyectarse. García Cuerva continúa y accidentalmente encuentra al portaaviones
Hermes. Lanza una corrida de cañones, causa algún daño menor y logra dañar a un
Harrier que estaba a punto de aterrizar sobre la cubierta principal.
Mira la cantidad de combustible que le queda en su
avión. No le alcanza para regresar al continente. Decide tratar de aterrizar en
Puerto Argentino. Avisa al centro de información y control del radar Malvinas
que cesen el fuego y que lo va a intentar. Debe eyectar las cargas externas
para aterrizar. La artillería antiaérea tiene "marcada" el área para
derribar a las naves enemigas. García Cuerva es derribado por fuego amigo y
muere cerca de la pista de Puerto Argentino. Son las primeras y dolorosas
experiencias de guerra.
El Capitán García Cuerva busca salvar su avión y aterrizar
en las islas. Es derribado por fuego
amigo y muere cerca de la pista de Puerto Argentino
El personal herido en el ataque a la BAM Cóndor, es
cargado rápidamente en el H-91, un moderno helicóptero pesado Chinook, que va y
viene entre Darwin y Puerto Argentino, llevando a todos los que puede a un
centro sanitario. No todos sobreviven. En medio de la batalla el helicóptero
sale igual, sin importarle el fuego cruzado de los cañones antiaéreos y de los
Harrier que pasan.
El comandante de la FAS lanza 57 salidas aéreas, en
misiones de cobertura y ataque a blancos navales británicos, de las cuales más
de la mitad alcanzan sus objetivos asignados. Son casi las cuatro de la tarde
del 1 de mayo. Ha comenzado el bautismo de fuego de la Fuerza Aérea.
Una vez hallado el lugar donde se concentraban los
buques británicos, despegan los bombarderos Canberra para atacar la flota, uno
de ellos es derribado.
Se producen hechos de arrojo sin igual. Salen
oleadas de Mirage Dagger desde San Julián, que también atacan sin descanso a
los británicos. La sección de Dagger del Primer Teniente José Leonidas Ardiles,
que vuela solo hasta las islas porque la aeronave de su jefe sufre un
desperfecto y debe volver al continente, arremete contra la flota y debe
combatir contra dos Harrier al mismo tiempo.
El Primer Teniente José Ardiles combatió solo
contra dos Sea Harrier. Su Mirage Dagger cayó en la Isla Boungaville
"Pepe" Ardiles lanza un misil Shaffrir.
El piloto británico lo evade lanzando Chaff (material metálico que se arroja al
aire como papel picado para confundir al misil) mientras busca las nubes a un
nivel de 5000 pies. El misil se desvía. El otro Harrier se pone a la cola del
caza argentino. Dispara un misil AIM 9L Sidewinder, que impacta en el Dagger de
Ardiles. El avión explota. Ardiles no habría tenido tiempo de eyectarse. Tiempo
después se encontraron restos de la nave en la Isla de Boungaville, pero no del
piloto.
Los aviadores argentinos lanzan ese día 20
toneladas de bombas sobre la Royal Navy. Caen en combate el Capitán Gustavo
García Cuerva; los Primeros Tenientes Mario González y José Ardiles; los Tenientes
Daniel Antonio Jukic y Eduardo de Ibáñez; los Cabos Principales Mario Duarte,
Juan Antonio Rodríguez y Miguel Ángel Carrizo; los Cabos Primeros José Alberto
Maldonado, Agustín Hugo Montaño, José Luis Peralta y Andrés Luis Brasich; y los
Soldados Héctor Ramón Bordón y Guillermo Osvaldo García.
Pilotos de M5 Dagger en la sala de reunión de la
base antes de emprender las misiones aéreas
En un solo día, los británicos sufren las
siguientes pérdidas: un buque clase Sheffield D 42, HMS Exeter y el HMS
Sheffield seriamente dañados, dos fragatas clase Amazon (tipo 21), HMS Arrow y
HMS Glamorgan dañadas, dos Sea Harrier derribados.
Los ingleses deben cambiar sus planes. El Vicealmirante
Sandy Woodward, desde el buque insignia de la Royal Navy, el HMS Hermes, que
desde el 30 de abril se encuentra a 400 kilómetros al noreste de Puerto
Argentino junto al grueso de la fuerza de tareas inglesa, no finaliza la
Operación Corporate, el plan militar para "recuperar" las islas. Los
bombardeos de los Vulcan y los Sea Harrier a los dos aeródromos militares
marcaban el comienzo de la guerra. Y la orden señalaba, que el 1 de mayo debían
desembarcar y presionar la rendición de las tropas argentinas. Pero eso no
ocurre.
La flota británica se aleja de Malvinas. La Fuerza
Aérea les había mostrado que necesitarían más que una semana para desembarcar
en las islas.
La batalla recién había comenzado.
Fuente: https://www.infobae.com
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