Por Agustín Romero (*)
Al cumplirse un nuevo aniversario del inicio de la
Guerra de Malvinas y frente a la proximidad de las elecciones presidenciales de
octubre, estos hechos generan una oportunidad para analizar las consecuencias
que ese conflicto trajo aparejadas en términos de la diplomacia argentina y
cuáles pueden ser los próximos pasos a seguir.
El conflicto en el Atlántico Sur marcó un punto de
inflexión en la problemática con el Reino Unido. En efecto, hasta 1982 fueron
al menos cuatro los procesos de negociaciones bilaterales entre Buenos Aires y
Londres documentados y encaminados a encontrar una solución definitiva a la
disputa de territorial. Por ello es importante destacar que la Argentina debe
hablar en términos de reiniciar el proceso de diálogo y negociación, ya que así
lo determinan diversas resoluciones de la ONU. Sin embargo, el resultado de la
contienda hizo que la potencia europea cerrara el camino a un acuerdo y
determinara que los habitantes del archipiélago son los que tienen el derecho a
la autodeterminación.
Para tener una verdadera dimensión de lo que
implica lo que se denominada abreviadamente Cuestión Malvinas debemos
establecer que es una disputa territorial bilateral que abarca más de 1.500.000
km2 y aristas en temas de recursos, geopolíticos, entre otros.
Desde el fin de la guerra se han consolidado dos
andariveles en la aproximación argentina a este tema. Por un lado, el carril
bilateral con el Reino Unido y, por el otro, el diplomático multilateral.
En cuanto al primero, nuestro país ha pasado de la
"estrategia del osito Winnie the Pooh" de Menem al acuerdo de Macri
de 2016, en el que se compromete a "adoptar las medidas apropiadas para
remover todos los obstáculos que limitan el crecimiento económico y el
desarrollo sustentable de las islas Malvinas, incluyendo comercio, pesca,
navegación e hidrocarburos". Las trabas aludidas en el acuerdo
Foradori-Duncan son las mismas que estableció el kirchnerismo en un complejo
entramado normativo. En consecuencia, observamos cómo la relación diplomática
con Londres es pendular, carece de coherencia y de objetivos a establecer a
mediano y largo plazo, circunstancias propias de un país sin consensos y falta
de políticas de Estado en materia de política exterior.
En cuanto al ámbito multilateral debemos destacar
que la situación es muy distinta. En efecto, aparece una coherencia diplomática
que viene desde antes de la guerra y perdura con gobiernos democráticos de
signo radical, peronista y de diversas coaliciones gubernamentales, como la
liderada por el presidente De la Rúa y la de Macri. Esta línea de trabajo en el
ámbito multilateral abreva en la tradición kantiana de la defensa y promoción
del derecho internacional, la solución pacífica de las controversias y el
principio de que el resultado de la guerra no da derechos. A su vez, nuestro
país ha defendido con la misma valentía los principios de la integridad
territorial y el de la autodeterminación de los pueblos en los casos
apropiados.
Finalmente, cabe destacar que desde el
restablecimiento de la democracia en 1983 los candidatos a presidente nunca
dedicaron tiempo a explicar su mirada sobre los asuntos internacionales. Por
ello, y frente a la próxima elección, los postulantes deberían, en primer
lugar, exponer su visión y cómo se perfilará la Argentina en el mundo en los
próximos años, cuáles serán los ejes más importantes de la política exterior de
nuestro país y, dentro de ellos, la estrategia de relacionamiento bilateral con
Londres en el tema Malvinas.
(*) Doctor en Ciencias Políticas. Asesor en temas
de política internacional. Profesor universitario
Fuente: https://www.lanacion.com.ar
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