Los arriesgados vuelos de los Hércules en Malvinas
contados por dos de sus protagonistas.
Cristóbal Villegas y Roberto Cerruti fueron
tripulantes de los aviones de la Fuerza Aérea que realizaron las operaciones
secretas, recientemente desclasificadas, por las que hoy serán condecorados en
el Congreso. El vuelo a ras del mar, las caídas en picada para no ser
detectados por los radares enemigos, las bombas sobre la flota y el recuerdo
para sus compañeros caídos
Por Adrián Pignatelli
Adaptaron un Hércules para que pudiera arrojar
bombas, navegaban en soledad para interferir en las líneas de abastecimiento de
la flota inglesa, realizaban arriesgadas maniobras para localizar blancos
enemigos y hasta planearon bombardear al Queen Elizabeth y al averiado
portaaviones Invencible.
Así lo cuentan.
"A mí me tocó volar la noche del 7 de junio,
en que se producía un desembarco inglés y, sin querer, caímos en pleno
desembarco. Nos evadimos y cuando llegamos al continente dimos la posición. Y
al otro día fue uno de los desastres más grandes que tuvo la flota
inglesa", recuerda el Comodoro retirado Cristóbal Villegas.
El aviador participó como copiloto en las misiones
que le habían asignado al Escuadrón Hércules en Malvinas: la detección de
blancos navales.
Villegas relata como un hecho normal que
"volábamos al ras del agua y, en puntos determinados, se subía abruptamente
y cuando la nave alcanzaba su máxima altura se encendía el radar para tratar de
ubicar a la flota o a un blanco esporádico. Hecho eso, se pasaba la
información, se apagaba el radar y caíamos casi en picada para repetir el
procedimiento en otro punto asignado. Nuestra única defensa era volar
bajo", explica.
Gracias a su gran autonomía de vuelo, la maniobra
de subir y bajar simulando una "w" –que los pilotos la llamaban
"diente de perro"- la repetían durante tres o cuatro horas, porque en
cada uno de los ascensos y descensos se hacían maniobras de evasión para evitar
ser detectados.
Un Hércules volando sobre Malvinas
El piloto aclara que "en el argot de los
aviadores, a estas misiones todos le decíamos “Loco”, que fue lo que plasmó a
todas las otras misiones que se hicieron, porque el nombre impactó".
Volaban con el riesgo al límite. "Recuerdo
haber volado en un día en la desembocadura del estrecho de San Carlos y vimos
hasta siete aviones caza enemigos, pero que no nos detectaron. El factor suerte
también juega en estos casos", afirma Villegas.
Interdicción aérea
Cuando el alto mando dispuso interferir el apoyo
logístico de la flota inglesa, concluyó que el Hércules era la aeronave
adecuada para esta operación. Y apareció el ingenio argentino.
El Comodoro Roberto Cerruti, navegador de esos
vuelos, así explica cómo modificaron al Hércules TC 68: "Se sacaron los
tanques de combustibles que posee debajo de los planos, reemplazándolos por dos
portabombas, que llevaba cada uno seis bombas de 250 kilos. En el mismo
sentido, esos tanques de combustibles más otros adicionales, se incorporaron a
la bodega del avión, con lo que se duplicaba la autonomía de la aeronave. Y en
la cabina se colocó el sistema y la mira de tiro".
"Jerarquía, experiencia y
responsabilidad", enumera Cerruti los atributos de la tripulación de los
vuelos de interdicción aérea. Además, todos fueron voluntarios.
La tripulación del TC 68 luego de su primera misión
del 2 de abril cuando aterrizaron en Comodoro Rivadavia
El relato de Cerruti es casi una película. "El
primer día, 28 de mayo, detectamos tres buques cargueros. Al día siguiente,
detectamos otros dos y cuando estábamos por regresar, al norte de las islas
Georgias del Sur, vimos un buque que, llamativamente, estaba detenido. Lo
identificamos como el British Way, uno de los que abastecían a la flota. Luego
de un pasaje de reconocimiento, en un segundo pasaje le arrojamos las bombas.
Un par de ellas lo averiaron, y emprendimos el regreso".
En ese momento no lo supieron, pero estaban
haciendo historia: un Hércules había bombardeado, por primera vez, a un buque.
Una amistad que nació de un ataque
Fue a partir de ese ataque es que los ingleses
dispusieron ubicar a sus naves logísticas más hacia el este con el fin de salir
del radio de acción de los aviones argentinos.
"En el vuelo del 1 de junio –continua el relato
Cerruti-detectamos uno, avanzamos rasante porque una intensa niebla marina nos
impedía la visión, a tal punto que estando a una milla no lo veíamos y
realizamos un viraje brusco a la derecha para no impactar contra el
buque".
El Hércules mientras realiza un ejercicio lanzando
bombas
En el momento del viraje, el que no salió de su
asombro fue el Teniente de Navío John Osmond, de guardia en la popa del buque,
que vio pasar al Hércules a escasos quince o veinte metros para luego alejarse
debido a la niebla. Osmond grabó en su memoria la matrícula del avión.
Pasados 20 años, el inglés comenzó a indagar sobre
quiénes integraban la tripulación y así contactó a Cerruti. Cuando vino a
Buenos Aires a visitarlo, lo primero que le dijo fue "Yo cumplía con mi
deber", a lo que el argentino respondió "Yo también cumplía con mi
deber".
En 1982 aún hubo tiempo para planear algo mucho más
arriesgado. Se pensó atacar al Queen Elizabeth, que venía de Gran Bretaña con
tropas y abastecimiento para las islas. Y también incursionar en el puerto de
la isla de Grytviken, donde se estaría reparando al portaaviones Invencible.
Pero ambos proyectos quedaron sólo en el papel.
El recuerdo de Martel
El único Hércules derribado durante el conflicto
fue el TC 63, piloteado por el Capitán Rubén Martel, en inmediaciones de la
isla Borbón, el 1 de junio, mientras cumplía una de las misiones de detección
de blancos navales.
Cerruti cuenta que "Martel era amigo mío; un
año más antiguo que yo. Unos días antes me llamó para preguntarme si me había
presentado para estas misiones. "Tené cuidado", recuerdo que me dijo.
Su copiloto era el Capitán Krause, compañero de promoción, el navegador era el Vicecomodoro
Meisner, que había sido mi instructor; uno de los suboficiales era mi ayudante
en mi unidad y con los otros suboficiales habíamos volado antes de la guerra
unos cuantos años. Si me preguntan qué es lo que sentí, fue una gran tristeza,
pero al mismo tiempo una gran determinación de continuar operando".
El Hércules TC63
En el mismo sentido se expresa Villegas: "En
un conflicto se comparte el almuerzo o cena y al otro día, en la misma mesa,
está faltando el que no volvió. Porque los de Hércules estábamos con las
tripulaciones de los A4C, Mirage, Lear Jet. Como a veces estábamos en Río
Grande, Comodoro Rivadavia o Río Gallegos, nos enterábamos que no había vuelto
un compañero, un amigo, un conocido. Esto no influía, como alguien pudiera
pensar- para que uno pensara que no salía más a volar. Sabíamos cuándo
partíamos; no sabíamos cuándo volvíamos".
El derribo del Hércules TC63
En 1983 un grupo de isleños localizaron, en la isla
Borbón, restos del tren de aterrizaje del TC 63. Ezequiel, el hijo del Capitán
Martel, tuvo la posibilidad de visitar el lugar donde permanecen los restos de
la máquina.
"El fragor de la lucha nos ha llevado a
realizar misiones que son casi imposibles de llevar a cabo. Creo que todos los
integrantes del Escuadrón Hércules cumplimos de la mejor manera posible",
destacaron Villegas y Cerruti.
Fuente: https://www.infobae.com
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