Por Fernando Massa
Treinta y siete años después, todo le pareció
igual. Los lugares donde se abastecían de agua, donde encendían fuego, donde
estaban las letrinas. El sonido del viento, las gotas de lluvia. Solo faltaban
sus compañeros. Lautaro Jiménez Corbalán los proyectó ahí en ese escenario
quebrado, pedregoso, de matas verdes y amarillas. A su lado, Marc Townsend le
contaba que desde el Monte Kent tenían una muy buena perspectiva de todas las
alturas y defensas alrededor de Puerto Argentino. También le señaló el lugar
exacto donde un inglés había caído aquella noche y donde ellos colocaron una
pequeña cruz y unas flores.
Ya en la cresta del Monte Harriet comentaron cómo
en aquellos años subían y bajaban como si nada un trayecto que ahora les
costaba. Observaron el campo de batalla: la ladera norte donde se enfrentaron
la noche del 8 al 9 de junio de 1982. De un lado, el Subteniente en Comisión
Lautaro Jiménez Corbalán, al frente de la 3° sección de la compañía B del
Regimiento de Infantería 4. Del otro, el Teniente Marc Townsend, a cargo de la
1° sección, de la compañía K del Comando 42 de Royal Marines. Ahí mismo, en ese
enfrentamiento durante la Guerra de Malvinas, intentaron matarse. Ahora los une
una amistad de una década. Ese destino que Borges hubiese querido para Juan
López y John Ward.
El primer contacto fue un correo electrónico de
Lautaro en 2008: necesitaba escribirle a quien había comandado aquel ataque.
Hubo una respuesta. Una visita a Buenos Aires. Un viaje a Suiza. Y ahora el
regreso de ambos al punto de partida con la intención de cerrar una etapa.
"Pese a que cada uno mantiene sus creencias
políticas, armamos una amistad. Él sufrió tantas privaciones como yo, pero del
otro lado. Hay respeto y también coincidencias: parece contradictorio, pero a
los militares no nos gusta la guerra, porque en el fondo la guerra es el
fracaso de la condición humana y los que van a pelearla son los soldados, no
los políticos", dice Jiménez Corbalán.
Lautaro Jiménez Corbalán y Marc Townsend
intercambian boinas en el mismo sitio donde se enfrentaron 37 años atrás
Lautaro Jiménez
Bautismo de fuego
Aún persisten en el terreno las posiciones y
algunos pertrechos entre las piedras. Vainas de proyectiles le evocan a Lautaro
aquel combate, su bautismo de fuego, con solo 19 años, y el de la sección. En
sus palabras: "El momento donde confirmás si estás preparado para
sobrellevarlo, o si sucumbís en el intento. El momento en que atravesás un
umbral y jamás volvés a ser el mismo".
Aquella noche, a las 22.30, no lloviznaba y casi no
soplaba el viento. La seguridad estaba a cargo del Sargento Donato Solís y cuatro
soldados, entre ellos, el radioperador y estafeta Alberto Teodoro Flores.
Jiménez Corbalán intentaba dormir cuando Teodoro le informó que Solís
preguntaba si era posible que los hombres que observaba hacia el valle fueran
comandos argentinos que volvían a sus líneas. "De ser así, nos hubiesen
informado", dijo Jiménez Corbalán. Entonces le ordenó que volviera a su
posición y abrieran fuego.
Lautaro Jiménez Corbalán y Teodoro Flores en el
lugar exacto donde estaba su posición de combate en el monte Harriet
El combate estalló a 50 metros. Él descargó varias
rondas de disparos. Cuando intentaba el segundo cambio de cargador, no tiene
registro del primero, se agachó en el pozo y observó a Teodoro con la radio en
la mano mirándolo y esperando órdenes. Ahí tomó conciencia de que no era un
tirador más: era el jefe de la sección. Dio órdenes para dirigir el caos. A su
lado, el Cabo Nicolás Odorcic tiraba con un mortero de 60 mm. Hipólito
González, con granadas de fusil. Las municiones iban y venían como fuegos
artificiales y los morteros de la sección de apoyo de su compañía iluminaban el
área. Los británicos no lograban avanzar.
Con las baterías de la radio agotadas y sin
recambio, Teodoro llevó corriendo un parte hasta el puesto de comando del Teniente
Primero Carlos Arroyo, en el sector oeste del monte, para que les enviara
refuerzos y poder encarar un pequeño contraataque. Así, los ingleses empezaron
a replegarse. Quince minutos más tarde ya no quedaba nadie en la zona: los
habían rechazado. Pero el Cabo de Reserva Hipólito González y el soldado
Martiniano Gómez habían muerto en combate. El Sargento Donato Solís y el
soldado Antonio Funes estaban heridos.
"Las situaciones críticas y extremas durante
los combates son los momentos que más nos marcaron. Nuestros muertos, 27 de
todo el regimiento, seis de mi sección, fueron lo más duro de sobrellevar
durante la guerra y principalmente en la posguerra. Es algo que jamás se
olvida", dice.
Visita a los caídos
Más allá de los encuentros con Townsend, Jiménez
Corbalán viajó hasta las Islas Malvinas con los veteranos Rubén Cucciara, Pablo
Oliva, Miguel Mosquera, Manuel Larroza y Alberto Teodoro Flores. Viajar con Flores
tuvo un significado especial para él. Junto a Carlos Antonio Salvatierra, que
no pudo viajar, lo rescataron y llevaron a un puesto de socorro tras quedar
tendido por accionar una trampa explosiva. El grupo pudo cumplir el principal
objetivo que se plantearon: visitar a sus camaradas caídos en el cementerio de
Darwin. "Llorar a mis soldados en Darwin es cerrar una etapa. Sentí como
que nos miraban cuando estuvimos ahí", dice.
Veteranos del Regimiento de Infantería 4 en el
Cementerio Argentino de Darwin Crédito: Gza. Lautaro Jiménez Corbalán
Lautaro Jiménez Corbalán nació en Corrientes un 10
de junio de 1962, día de la reafirmación de los derechos soberanos sobre las
Islas Malvinas, Islas del Atlántico Sur y el Sector Antártico. Algo que él
mismo considera un presagio. Finalizada la guerra, regresó al continente en el
buque británico Camberra como prisionero de guerra. Ya tenía en mente escribir
sobre lo vivido ahí. Dos décadas después, llegó a sus manos un libro inglés que
relataba gran parte del conflicto. Uno de sus autores se definía como
historiador del Regimiento de Infantería 4, su unidad de combate. Eso impulsó
aquella idea: hoy tiene tres libros publicados. Malvinas en Primera Línea, el
primero, cuenta con seis ediciones.
Cuando investigó para su libro, lo primero que
Lautaro quiso saber era qué tipo de tropas los habían atacado. A qué unidad
pertenecían y quién era su jefe. Ahí escuchó, por primera vez, el nombre de Marc
Townsend. No le resultó fácil escribir ese primer correo en 2008. Lo asaltaban
sensaciones extrañas. Le estaba enviando un mensaje a quien había sido su
enemigo. Tampoco lograba imaginar cuál sería su reacción al leerlo. Entonces,
en un texto escueto, le explicó que la comunicación entre ambos no influiría en
las posturas políticas que cada uno podría tener con respecto a las islas.
Townsend había servido en los Royal Marines hasta
1987, cuando se mudó al Sudeste Asiático, aunque cada cinco años volvía a
Inglaterra para reunirse con sus camaradas de armas. Su vida había tomado otro
rumbo y los recuerdos de la guerra no eran algo prioritario. "Recibir ese
correo me trasladó en el tiempo, despertando mi interés acerca de quién era ese
joven oficial que se enfrentó a mí y ahora me estaba escribiendo. Un oficial
bien entrenado, que combatió con gallardía junto a sus hombres", cuenta
Townsend.
En los primeros mensajes, Lautaro se enfocó en
preguntarle si consideraba correctos los mapas que él había dibujado para su
primer libro. El intercambio se volvió más frecuente y personal. Compartieron
fotos, y un día Marc le dijo que quería viajar a la Argentina con su hija para
conocerlo.
Lautaro Jiménez Corbalán y Marc Townsend conversan
sobre los lugares que ocupó cada uno durante la guerra Crédito: Gza. Lautaro
Jiménez Corbalán
Un bolso lleno de recuerdos
Así, en 2017, se conocieron en persona. Se
saludaron con mucho respeto. Marc cargaba un bolso lleno de recuerdos de la
guerra y un mapa que desplegó sobre la mesa y les ayudó a explayarse.
Compartieron comidas en familia y paseos por Buenos Aires. Eso sí: evitaron
hablar de la situación actual de las islas. Al año siguiente fueron los Jiménez
Corbalán los que viajaron a Suiza, donde Marc tiene una casa. Fue allá donde
Lautaro le comentó que a principios de este año habría una carrera en las islas
y le propuso correrla juntos: la idea le encantó.
La corrieron el domingo 24 de este mes. Al equipo
lo llamaron Chimichurri por la mezcla que representaba: Marc Townsend, Marcelo
De Bernardis, corredor histórico de la carrera y coordinador de su viaje,
Jiménez Corbalán y su esposa, Graciela Brunazzo, que en 1982 escribió una carta
al Soldado Desconocido" y que él recibió dentro de una ración de combate,
momentos antes de su bautismo de fuego en el monte Harriet. En otra de las
actividades en la isla volvieron a enfrentarse en unas partidas de ajedrez
organizadas por el ingeniero Mario Petrucci, presidente de la Federación
Argentina de Ajedrez y del Círculo de Ajedrez de Villa Martelli.
El equipo Chimichurri: Graciela Brunazzo, esposa de
Jiménez Corbalán, él, Marc Townsend y Marcelo De Bernardis, corredor histórico
de la carrera en las islas Crédito: Gza. Lautaro Jiménez Corbalán
Recorrer el lugar exacto donde libraron el combate
le permitió a Marc Townsend tener una dimensión real de lo ocurrido. Le resultó
increíble estar junto a la misma roca que le dio resguardo en aquel
enfrentamiento. En su viaje anterior, en 2012, no había podido reconocer el
lugar porque esa tarde había poca visibilidad. "Ahora, gracias a lo que
Lautaro me mostró de sus propias posiciones, no me caben dudas de que esa era
la roca desde donde combatimos. Fue movilizador ver el lugar donde la sección
de Lautaro disponía de un refugio bien cubierto por las rocas donde descansar y
hacer fuego sin ser detectados. Es fascinante volver juntos y que cada uno le
cuente al otro acerca de su gente y poder encontrar materiales utilizados por
los soldados en la guerra", cuenta Marc.
Cada uno se ubicó en la posición desde donde se
enfrentaron. Entre risas, simularon dispararse. Y se acercaron de nuevo el uno
al otro: ahí mismo, donde 37 años atrás intentaron matarse, ahora
intercambiaron sus boinas.
El veterano Edgardo Duarte Lachnicht, Jiménez
Corbalán y Townsend, en la cumbre del monte Harriet, frente a la cruz que
conmemora a los caídos británicos Crédito: Gza. Lautaro Jiménez Corbalán
Fuente: https://www.lanacion.com.ar
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