Por Mariano Pablo Sciaroni (*)
“Optaré por los (torpedos) Mk.8 mod 4. Si, por
interferencia de los escoltas, no puedo obtener una buena posición de ataque,
entonces tendré que usar los Mk. 24” (Christopher Wreford-Brown, Comandante del
submarino nuclear HMS Conqueror – 2 horas antes del ataque al Crucero ARA
General Belgrano)
El torpedo Mk. 8 remonta sus orígenes al año 1925,
entrando las primeras versiones en servicio en 1927. Se trataba de un torpedo
de corrida recta, es decir, sin guiado alguno (más allá del eventual giro
inicial) y de alcance limitado.
Sin embargo, el comandante del Conqueror los
prefirió frente a sus Mk. 24 “Tigerfish”, que habían entrado en servicio solo
tres años antes de la guerra: precisos, sigilosos, de guiado inteligente y con
capacidad para atacar blancos cuatro veces más lejanos.
Finalmente, a las 16:56 horas de aquel (fatídico) 2
de mayo de 1982, ordenó el lanzamiento de los tubos 6, 1 y 2, todos cargados
con los Mk. 8 (en todos los casos desde aquí, cada vez que digamos Mk. 8, nos
estamos refiriendo a los Mk. 8 mod 4 – única subvariante en uso en la Royal
Navy en 1982), abriéndose los torpedos en un abanico que pudiera garantizar, en
la teoría, por lo menos un impacto.
57 segundos y medio después (teniendo en cuenta que
su velocidad de avance se programó a 45,4 nudos), hizo explosión el primer
torpedo, en el centro del ARA General Belgrano, impactando instantes después el
segundo a proa.
El último torpedo, lanzado con 2º de diferencia
hacia la izquierda respecto el anterior, pasó por delante del crucero y,
finalizando su corrida, empezó a ganar profundidad, detonando ruidosamente por
presión hidrostática y provocando (por pura chance) daños menores en el
destructor ARA Bouchard. Otra teoría posible es que hubiera sido afectado por
el campo magnético del destructor, explotando por ello en sus cercanías.
El 25 de junio de ese mismo año, se ordenó al
submarino HMS Onyx hundir, con un torpedo Tigerfish los restos del RFA Sir
Galahad, dañado e irreparable desde su ataque por la Fuerza Aérea Argentina el
8 de junio, y con los cuerpos de muchos soldados británicos todavía en su
interior.
Si bien no era un ejercicio, en tanto se pretendía
dar sepultura a los fallecidos en lo que se había convertido en su tumba de
guerra, las condiciones para el hundimiento eran las ideales, amén que el HMS
Onyx había realizado las pruebas de aceptación del torpedo pocos años antes.
El buque se encontraba quieto y la solución de tiro
resultaba impecable. Para desazón de Andy Johnson, el comandante del Onyx, ni
el primer ni el segundo torpedo logró un impacto, por problemas en las
baterías. Recién se lo hundió en un
tercer lanzamiento…con un torpedo Mk. 8.
Posiblemente, lo mismo hubiera sucedido de haber
intentado el comandante del HMS Conqueror el ataque con los torpedos modernos.
Los torpedos pesados que aparecían en la década de
1970 prometían, como toda arma novedosa, una ventaja apreciable para sus
usuarios. El avance tecnológico, especialmente en los sistemas de sonar, daba a
pensar que el submarino podría atacar blancos a grandísimas distancias, lejos
de las cargas de profundidad y de los torpedos livianos de los escoltas.
Estos productos generalmente eran filoguiados, es
decir, con un cable que lo unía al submarino, para que desde este se lo
comandara en una etapa inicial y, ya cerca del blanco, desprendiéndose del
cable y tomando la acción en forma autónoma con su sonar.
Sin embargo, como todo nuevo desarrollo, debía
madurar lo suficiente (tanto el producto en sí como las fuerzas que los mantenían
y utilizaban) para conseguir cierto grado de efectividad. Ello, por supuesto,
sin perjuicio de las incompatibilidades entre las nuevas armas, las
computadoras de tiro, sonares y restantes elementos electrónicos.
Para el conflicto por las Malvinas, esa madurez no
existía. Y, por ello, el fracaso en Malvinas de los Tigerfish británicos y los
SST-4 (de la misma época) utilizados por los submarinos argentinos.
Los submarinos británicos, como ya se esbozó,
fueron desplegados al Atlántico Sur con armas o vetustas o imperfectas. Y lo
paradójico resulta que las armas vetustas eran las fiables.
Previo a Malvinas, el HMS Spartan (durante los
ejercicios Springtrain en el Mediterráneo) cargaba 4 torpedos Mk. 8 y 8 Mk. 24
mod 0 (solo con capacidad antisubmarina). Habiendo recibido la orden de
alistarse para moverse hacia el sur, recaló en Gibraltar, donde el HMS Oracle
le transfirió otros 7 torpedos Mk. 8.
El otro submarino clase Swiftsure (o clase “S”) en
el teatro, el HMS Splendid, que zarpó pocos días después de Faslane, en
Escocia, embarcó una carga similar: 9 Tigerfish mod 0, así como 12 Mk. 8.
Oficiales británicos controlan la carga de un
torpedo Mk. 8 mod 4 en el submarino HMS Courageous (IWM)
El número de torpedos era ciertamente limitado, en
tanto se habían recibido instrucciones para no dejar almacenados los Mk. 8 en
los tubos, lo cual generaba ciertos problemas en el detonador de esas
armas. Ese problema era conocido para
todos los Mk. 8, y se repitió en todos los submarinos en el teatro. Muy filosóficamente,
todos los comandantes decidieron hacer caso omiso a la advertencia técnica,
haciendo que siempre hubiera tubos cargados con este torpedo.
El por qué estos dos submarinos (de los más
modernos en la Royal Navy) no tenían capacidad filoguiada antisuperficie no se
encuentra debidamente documentada. Sin embargo, no era por la mayor fiabilidad
de estos ingenios “mod 0”.
En primer lugar, se había advertido que los tubos
donde se cargaban los Mk. 24 mod 0 no se debían inundar, por problemas de
corrosión en una placa de presión. Para peor, el 18 de abril se comunicó que
ciertos torpedos ya embarcados no tenían realizada una modificación que les
permitía correr a poca profundidad, un dato que absolutamente nadie, en los
Swiftsure en teatro, conocía y que finalmente afectó (sin solución alguna
abordo) a tres de los torpedos en el Splendid.
No eran mucho mejor esas armas para un
enfrentamiento submarino vs submarino. Los niveles de ruido del probable
enemigo (submarino Tipo 209 / clase Salta) eran escasos para el sonar pasivo
del Tigerfish y, además, una profundidad de menos de 550 metros (existente en
gran parte del teatro marítimo) habría confundido, por rebotes en el fondo
marino y en la superficie, al modo de sonar activo del arma.
La solución al problema, pensada por el Commander
Roger Lane-Nott (del HMS Splendid), fue ingeniosa:
“Contra esas aparentemente contradictorias condiciones,
decidí que la mejor oportunidad para atacar a un Tipo 209 sería hacer un ataque
combinado Mk. 8/Tigerfish, disparando el Tigerfish primero, en pasivo y sobre
la línea del blanco, para después hacer un lanzamiento en salva de Mk. 8, ya
sea para que lo impacten o para generar una respuesta ruidosa del blanco”
Es decir, o le pegaban los torpedos de corrida
recta, o el submarino enemigo se asustaba, aumentaba velocidad y, con ello y el
ruido extra producido, era tomado por el poco sensible sonar del Mk. 24.
Tampoco se llevaban muy bien los Mk. 8 y los
Swiftsure.
En primer lugar, la modernísima computadora DCB no
se entendía del todo con los torpedos, diseñados 50 años antes.
Asimismo, la idea de los Mk. 8 (como todo torpedo
de corrida recta) es el lanzamiento en salva, algo que se complicaba para los
sistemas de descarga de agua en los tubos de estos submarinos (el agua servía
para eyectar al torpedo), limitados a 8 segundos de diferencia entre cada
lanzamiento.
Y a eso se sumaban los genéricos problemas del
arma, tanto en la espoleta, en los problemas para mantener profundidad
constante en una corrida a menos de 10 pies, imposibilidad de mantener el arma
en un tubo de torpedo inundado y ecualizado por menos de una hora, y otras
cuestiones no menores.
Teniendo en cuenta estas limitaciones, el Cdr.
James Taylor, del HMS Spartan, opinaba que: “Los submarinos clase Swiftsure
equipados con computadoras DCB y armados con torpedos Mk. 8 mod 4 y Tigerfish
mod 0, en la práctica, carecen de capacidad antibuque. A estos submarinos se
les deben suministrar dientes con extremada urgencia. El equipamiento con los
Royal Navy Sub Harpoon debe ser llevado a cabo ahora, incluso de forma
precaria. Se debe apurar la puesta en servicio de los Tigerfish mod 1. Hacer lo
contrario, permitiendo que los Mk. 8 se mantengan, cualquiera sea la razón, es
desperdiciar y poner en riesgo a invaluables recursos. El torpedo Mk. 8 se debe
ir. Ahora”
Los submarinistas de los clase Valiant/Churchill
desplegados (Conqueror, Courageous y Valiant) no tenían una opinión tan mala
del Mk. 8 (“considerábamos a los Mk. 8 como caballos de tiro”, según palabras
del Lt. Narendra Sethia, oficial del Conqueror), pero compartían las quejas
respecto del Tigerfish, aun cuando los mismos portaban la versión mejorada mod
1, con capacidad dual antisuperficie y antisubmarina.
Todos ellos habían partido con carga completa de
torpedos desde sus bases (el Conqueror, con 4 torpedos Mk. 24 mod 1 menos, para
hacer lugar al equipo de comandos SBS que llevó hasta Georgias del Sur en su
cuarto proel).
El oficial de navegación del Conqueror, el entonces
teniente Jonathan Powis señalaba que, previo al ataque al Belgrano: “Nos reunimos en la cámara de oficiales para
discutir como podíamos hacer el ataque. No fue un debate largo. Teníamos dos
opciones, los nuevos Tigerfish mod 1 filoguiados antisubmarinos y
antisuperficie o el Mk. 8 de 50 años, que había sido el torpedo standard de la
Royal Navy en la Segunda Guerra Mundial…un torpedo diésel no guiado que corría
a 45 nudos, con un alcance óptimo de 1500 yardas, pero que podía correr 10
veces esa distancia antes de agotar su combustible. Necesitaba exponer el
periscopio y requería apreciaciones del comandante para estimar la solución de
tiro. Pero el moderno Tigerfish, tenía muchas debilidades. El cable
generalmente se cortaba y la espoleta fallaba. Más de 2/3 de los lanzamientos
habían sufrido un corte de cable y se había perdido el control del torpedo.
Este no era ahora un problema de seguridad con un arma de ejercicio: con un
torpedo de combate no estábamos tranquilos en el escenario de un arma que
perdiera el control cerca nuestro”
De alguna forma, habían existido unos 15 años para
lograr plena compatibilidad entre los Mk. 8 y estos submarinos los cuales, vale
decir, habían sido diseñados teniendo en cuenta que este torpedo se mantendría
en inventario por mucho tiempo más.
Otra gran ventaja del Mk. 8 era su gran carga de
805 libras de Torpex, muy superior al limitado explosivo llevado por el
Tigerfish. Y, teniendo en cuenta que se enfrentaba a un blanco con blindaje
antitorpedos, no era un tema menor.
Por ello, las limitaciones de exponer el
periscopio, lanzar a menos de 1500 yardas en forma perpendicular al blanco
atacado (para minimizar los problemas con la espoleta de contacto) y con el
giroscopio del torpedo en 0º (es decir, que el torpedo no haga un giro inicial)
eran hasta consideradas menores. Al fin del día, el sistema funcionaba.
De alguna forma, los submarinos británicos de la
década de 1980, que llevaron el problema a Malvinas, portaban ciertos torpedos modernos,
pero de dudosas capacidades prácticas.
No era novedad: las primeras pruebas del Tigerfish,
en 1973, habían sido satisfactorias solo en un 40 %. El mod 0 había fallado las
pruebas de aceptación en 1979, pero sin embargo fue incorporado a los
submarinos a partir del año siguiente. El mod 1 tenía problemas similares, pero
también fue llevado al servicio.
Y más allá de que quizá podía no pegarle a nada y,
si aún impactaba quizá podía no detonar, en la fuerza de submarinos se tenía
muy presente que, en uno de los ejercicios de aceptación, un Tigerfish casi
hunde al submarino que lo lanzó.
Torpedo Tigerfish en el Royal Navy Submarine Museum
(Autor desconocido)
Ahora bien ¿El Tigerfish, pese a no haber sido
utilizado, puede considerarse que
fracasó en Malvinas? La respuesta es afirmativa. Un arma no solamente
falla cuando se la usa y no se consigue el efecto deseado, sino también cuando
ni siquiera se la utiliza, sabiendo que ese efecto deseado jamás se alcanzará.
En la postguerra se intentó mejorar a este torpedo,
finalizando su desarrollo con la versión definitiva “mod 2”, con un mayor grado
de confiabilidad.
En otro orden, los Mk. 8 eran una solución vetusta
pero confiable. Un arma simple y de tiempos pretéritos, que suplía la
incapacidad de su homólogo tecnológico. El torpedo de corrida recta no falló en
combate, sea porque sus adversarios eran de una era similar, sea porque
resultaba un sistema maduro y probado.
Tan maduro y probado que, en lo que había sido el
último hundimiento de un buque enemigo por un submarino británico, hecho
ocurrido en las cercanías de Java el 8 de junio de 1945, interviniendo el HMS
Trenchant y el crucero de la Armada Imperial Japonesa Ashigara, habían
intervenido también los torpedos Mk. 8. Casi 40 años de diferencia entre un
hecho y otro, y (prácticamente) la misma arma obteniendo idénticos resultados.
Pero, claramente, se necesitaba un arma mejor. Algo
para el fin de siglo.
A fines de abril, el Comandante de la Fuerza
Submarina Británica (FOSM) estaba consciente de las limitaciones antisuperficie
de los submarinos en el teatro, entonces los Spartan, Splendid y Conqueror.
Se decidió, por ello, enviar a un nuevo submarino
hacia el sur, que tuviera capacidad sobrada para hundir buques enemigos,
especialmente al portaaviones ARA 25 de Mayo.
El DE Hissem luego de ser impactado por varios
misiles Sub Harpoon. A la derecha, se observa al HMS Courageous en superficie
(US Department of Defense)
La decisión obvia fue el HMS Courageous, quien
hacía muy poco tiempo había terminado, en Estados Unidos, las pruebas de
aceptación del misil Royal Navy Sub Harpoon / RNSH (una variante del Sub
Harpoon producido para la marina estadounidense). Era, con esto, el único
submarino en la Armada Real que podía dispararlo.
Estos tests habían incluido tiro, con cabeza de
combate, contra el DE Hissem (un destructor de escolta de la US Navy radiado de
servicio en 1975), que terminó con su hundimiento el 24 de febrero (de 1982).
En tanto lo expuesto, dentro de su carga de 31
armas se incluían varios de los RNSH recién entregados. Este misil otorgaba una
capacidad antibuque real, según el comandante del Courageous, Cdr. Rupert Best:
“Deseaba que la Fuerza de Tareas reconociera la capacidad única del RNSH como
arma antibuque y, por ello, que se nos posicionara de tal forma para estar en
el lugar justo, de tener que utilizar este misil de largo alcance”
Por ello, los RNSH se llevaban cargados y listos en
los tubos 5 y 6. Y, tal era el deseo de utilizarlos que su tripulación escribió
"Al 25 de Mayo, del Courageous" en una de las cápsulas blancas contenedoras.
La guerra no dio oportunidades para que se pudieran
lanzar, pero, pocos días después de finalizado el conflicto, y aún en aguas
malvineras, la entusiasta tripulación del Courageous comenzó a practicar
tácticas de lanzamiento transhorizonte, con la ayuda de un helicóptero Lynx de
la Royal Navy como designador de blancos.
Paradójicamente, el RNSH salió de servicio cuando
los submarinos británicos tuvieron un torpedo moderno y confiable, el
Spearfish. La guerra, para entonces, hacía largos años que había terminado.
Los submarinos argentinos fueron a la guerra con
torpedos no demasiado diferentes a sus homólogos británicos. Era de esperar,
por tanto, resultados tan decepcionantes como los que aquellos experimentaron.
Eso fue lo que sucedió.
El ARA Santa Fe, un viejo submarino tipo Balao,
botado en el año 1944 como USS Catfish y adquirido por Argentina en 1971 (ya
transformado como Guppy II, es decir, con las mejoras para una mejor
performance subácua) partió en su singladura para la recuperación de Malvinas
(al comando del Capitán de Fragata Horacio Bicain) con una configuración de dos
torpedos de corrida recta (Mk.14) y otros dos autoguiados (Mk. 37 mod 3 – a
partir de ahora solo les diremos Mk. 37).
De vuelta a puerto, y aprestándose para partir hacia
Georgias del Sur (lo que hizo el 17 de abril), completó su carga de armas,
haciendo un total de 15 torpedos Mk. 14 y 8 Mk. 37.
Versiones de peso indican, sin embargo, que el
embarque de torpedos de corrida recta fue en realidad de un número de 6 Mk. 14
y 9 Mk. 23. Estos últimos, una versión del Mk. 14 sin capacidad de correr a
poca velocidad, que habrían llegado apresuradamente desde Perú.
La configuración de las armas era similar a la que
cargaban los submarinos estadounidenses la década anterior. Un dato a tener en
cuenta es que, en julio de 1974, el submarino nuclear de ataque de la clase
Sturgeon USS Tautog quedó alistado con una selección muy similar (ya que
llevaba algunos torpedos Mk. 16, apenas más modernos que los -14), en su base
de Pearl Harbor, Hawaii, para proteger de cualquier interferencia soviética la
operación de rescate encubierta que estaba llevando a cabo el buque Glomar Explorer
(“Operación Azorian”).
Es decir, 8 años antes, los mejores submarinos
nucleares de ataque de los Estados Unidos, aprestándose para potenciales
misiones de guerra, cargaban armas similares. Más allá, por supuesto, de las
diferencias electrónicas, alcances sonar, apoyos externos y una larga lista de
etcéteras ajena a este trabajo.
El Mk. 14, un torpedo estadounidense de corrida
recta, había sido diseñado en 1931 y, superados los enormes y gravísimos
problemas de sus versiones iniciales, se había convertido en el arma submarina
standard de la U.S. Navy en la Segunda Guerra Mundial. Terminada la
conflagración, existía todavía un importante stock de estos torpedos, siendo
transferidos en cantidades a las marinas amigas.
La Armada Argentina poseía amplia experiencia en
estas armas, los cuales, vale decirse, eran sencillos y simples de mantener. El
lanzamiento (para asegurar el blanco) era en salva y, vale pensar, el resultado
que se hubiera obtenido con los mismos, de haberse conseguido llegar a una posición
de tiro), no habría sido diferente al que los británicos consiguieron con los
Mk. 8.
Lamentablemente para las fuerzas argentinas, el ARA
Santa Fe fue neutralizado el 25 de abril y, con ello, finalizaba antes de
comenzar su patrulla antisuperficie en las cercanías de las Georgias. El Mk.
14, entonces, jamás entró en combate en el Atlántico Sur.
El ARA Santa Fe asimismo portaba los
norteamericanos Mk. 37, los cuales tampoco pudo utilizar.
Estos torpedos autoguiados (es decir, programables
y autónomos) habían entrado en servicio en 1956, principalmente como un arma
para enfrentar a la creciente amenaza de los submarinos soviéticos. Para ese
momento, se estimaba el Mk. 37 poseía una probabilidad de impacto casi absoluta
contra dichos blancos, lo que hablaba de su virtuoso diseño y gran
confiabilidad. En todo caso, debe recordarse que se trataba de submarinos
soviéticos lentos y ruidosos.
Carga de un torpedo Mk. 14 en un submarino clase
Balao / Guppy argentino (www.histarmar.com)
Teniendo en cuenta la aparición de nuevos
submarinos, con mejores prestaciones, a partir de 1967 el diseño fue sometido a
diversos procesos de actualización, que mejoraron principalmente el alcance de
su sonar (de 700 a 1000 yardas) y la posibilidad de atacar blancos a más profundidad.
Se mantuvo, sin embargo, el problema de su escasa velocidad, de solamente 26
nudos.
El torpedo, entonces, tenía limitaciones para
enfrentar submarinos o buques de guerra modernos, que podrían escapar del mismo
fácilmente.
A partir de 1972, estaba siendo lentamente
reemplazado en la US Navy por el más nuevo Mk. 48. Sin embargo, en su versión
mod 3, como la que tenía la ARA, seguía vigente en varias armadas.
Aún con ello, para 1982, por vetustez y
mantenimiento (debe pensarse que se trataba de sistemas valvulares),
presentaban constantemente novedades.
Según un oficial de submarinos de la Armada
Argentina: “A los Mk. 37 nunca los vi funcionar bien. Hice numerosos
lanzamientos de ejercicio desde los submarinos clase Salta. Siempre algo les
falló…”
Por su parte, el ARA San Luis había partido hacia
su patrulla de guerra, el 11 de abril, con 14 Mk. 37 y con 10 torpedos SST-4.
Viendo al submarino como un sistema de armas, no
puede dejar de mencionarse que se encontraba disminuido en varios de sus sistemas,
principalmente por rotura de la computadora de control tiro VM8-24,
descompuesta sin solución el 19 de abril. Ello hizo que solo pudieran lanzarse
en base a cálculos manuales y en modo “emergencia”, lo que solo permitía guiar
a un solo torpedo por vez.
La computadora, un híbrido analógico / digital,
constituía el verdadero cerebro del submarino y su rotura influyó sobremanera
en la patrulla de guerra. Hay que destacar, asimismo, que era común que la
misma fallara en momentos claves, en tanto su mismo diseño la hacía “colgarse”
si recibía información mínimamente defectuosa desde el torpedo corriendo (a
través del cable que lo conectaba al submarino). Ello provocaba un corte de
cable “lógico” y el submarino perdía todo contacto desde el torpedo, así como
posibilidades de guiarlo.
En lo que hace a los Mk. 37, el día 8 de mayo, en
horas nocturnas, mientras el San Luis se encontraba en aguas someras al norte
de Malvinas, tratando de clasificar a un contacto mediante el sonar Atlas
Elektronik CSU 3, se detectó un rumor hidrofónico por popa, considerándose al
mismo con las características de un contacto inteligente (posible torpedo).
Su comandante, el Capitán de Fragata Fernando
Azcueta ordenó el lanzamiento de señuelos y la realización de maniobras
evasivas.
Muy poco después, se apreció al contacto original
en acercamiento y a corta distancia (2500 yardas), ordenando el comandante, al
considerarlo como un posible submarino, lanzarle un torpedo Mk. 37.
El mismo detonó 16 minutos después sobre el azimut
del blanco, presumiblemente al impactar contra el fondo marino (las fallas en
el interseguro de desactivación del tren explosivo, al finalizar la corrida,
eran frecuentes y aquí parece que así sucedió)
Análisis posteriores sugieren que el lanzamiento se
produjo sobre un banco de krill. Debe señalarse que ninguno de los tres
submarinos británicos en el teatro se encontraba cerca del área de ataque.
En todo caso, las posibilidades de éxito contra un
submarino nuclear alerta habrían sido limitadas: la velocidad máxima de
aquellos era sencillamente superior a la del torpedo.
El SST-4 (“Special Surface Target 4”, o “Sol Sol
Taco Cuatro” según el viejo alfabeto naval) antisuperficie, que puede atacar
también a submarinos si estos están a escasa profundidad fue, en pocas
palabras, la gran decepción en armas submarinas del conflicto por Malvinas.
Paradójicamente, la Fuerza de Submarinos
(COFUERSUB) estaba al tanto de las falencias en dichas armas, en tanto un
informe de mediados de 1981, relevando las ejercitaciones desde agosto de dicho
año, daba cuenta de los problemas en cortes de cable, inundación del arma y una
gran lista de etcéteras.
Tal es así que, de los diversos lanzamientos
efectuados, en solo una oportunidad se había logrado que el torpedo completara
la corrida prevista.
Sin embargo, los comandantes de los submarinos Tipo
209 salieron al mar con estos torpedos los cuales la ARA seguía considerando
modernos, robustos y confiables. También, las fuerzas británicas lo tenían (de
acuerdo a la publicidad de su fabricante), como armas realmente temibles.
La prueba de fuego o, mejor dicho, el primer
lanzamiento de un torpedo SST-4 con cabeza de guerra, vino el día 1º de mayo,
al norte de la Isla Soledad.
Ese día, en horas de la mañana, el sonar del San
Luis detectó en modo pasivo el rumor distante de un contacto, clasificado como
una fragata Tipo 21 o Tipo 22 (en concreto, se trataba de la HMS Brilliant o de
la HMS Yarmouth), la que operaba en conjunto con helicópteros.
Esos buques formaban parte de un grupo de
superficie los cuales, apoyados por helicópteros Sea King del 826 Naval Air
Squadron, estaba intentando cazar al submarino argentino, el cual sabían que se
encontraba en la zona por interceptación y desciframiento de sus
comunicaciones.
Luego de una maniobra de acercamiento, y a una distancia
apenas inferior a las 10.000 yardas el Capitán Azcueta ordenó el lanzamiento de
un torpedo SST-4 al blanco, en forma manual (recordando, única forma posible).
El lanzamiento se hizo con el torpedo en forma
pasiva (para no delatar su presencia temprana), y dándosele una trayectoria en
zig-zag.
A los dos minutos del lanzamiento se recibió desde
el torpedo la señal que se había cortado el cable (lo que no implica
necesariamente el corte físico, sino el “lógico”), perdiéndose todo contacto
con el mismo y sin escucharse explosión alguna.
El pesquero Polo Sur es impactado por un torpedo
SST-4 lanzado por el submarino ARA Salta, en el año 2001. Esa imagen no pudo
verse en Malvinas 1982. (www.histarmar.com)
Una nueva oportunidad se obtuvo el día 11 de mayo,
cuando a las 00:30 horas, encontrándose el submarino en las cercanías de la
boca norte del Estrecho de San Carlos, se detectaron dos buques de guerra.
Se trataba, vale decirlo, de las fragatas Tipo 21
HMS Arrow y HMS Alacrity. La última había penetrado el estrecho con la misión
de detectar campos minados y había hundido, pocas horas antes, al transporte
ARA Isla de los Estados. Ambos buques navegaban de regreso a la flota, a gran
velocidad y con los señuelos Tipo 182 (productores de ruido para seducir a los
torpedos acústicos) desplegados.
Acercándose el submarino, a la 01:40 horas se
ordenó el lanzamiento de un torpedo SST-4 (en pasivo y en zig-zag) sobre el
blanco que navegaba más al sur (se trataba de la Alacrity), el cual corrió por
tres minutos, cortándose luego, físicamente, el cable de guiado.
Ordenándose un nuevo lanzamiento, la maniobra se
vio abortada por lo que se consideró un posible torpedo sobre la banda de
estribor, apreciándose poco después que se trataba del ruido producido por la
inundación (previo a lanzar) del tubo nº 3.
Inmediatamente (pasados 6 minutos del lanzamiento
original), se escuchó una explosión de baja intensidad (no de torpedo), con
sonido metálico y sobre el azimut del primer blanco.
Teniendo en cuenta que el señuelo remolcado de la
fragata HMS Arrow fue recuperado, después de ese día, con ciertas abolladuras,
se podría especular, que el torpedo prosiguió su corrida luego de cortar el
cable y adquirió finalmente a un blanco. Impactó contra el mismo, pero no
detonó en forma alguna.
Finalizadas las acciones de esa madrugada, el
Capitán Azcueta informó a las 6:31 horas a su comando superior: “He atacado dos
DD/FF…datos y posición de lanzamiento muy buenos, primer torpedo emergencia
cortó cable, negativo impacto. Anulado lanzamiento sobre segundo blanco,
considero sistema de armas no confiable, posición propia conocida por enemigo”
El ARA San Luis, viendo todo ello, se replegó la
Base Naval Puerto Belgrano, arribando el día 19, luego de 39 días en patrulla
de combate.
Luego de la guerra, se realizaron ciertas críticas
técnicas al Capitán de Fragata Azcueta, señalando que, en las acciones del 11
de mayo debió utilizar una salva de torpedos Mk. 37.
A las mismas, señaló este que: “Nuestros
procedimientos no contemplan el uso de una salva de torpedos acústicos (por la
interferencia que generarían entre ellos) y un solo SST-4 barre una calle
acústica superior a la de tres torpedos Mk. 37 (con la cualidad adicional de
poder modificar su trayectoria en Control de Emergencia); aparte del también
hecho de que los Mk. 37 son torpedos esencialmente antisubmarinos, antiguos y
ruidosos, que sólo se deberían usar contra blancos de superficie como medida de
autodefensa, el factor principal es que estos torpedos son aptos contra blancos
de hasta 21 nudos de velocidad. Los blancos navegaban a esa o mayor velocidad,
con lo cual habría empleado un arma, en el límite, o fuera de sus
posibilidades. Un verdadero sinsentido, máxime que los SST-4 no habían
demostrado, completamente, su baja performance”
Con dicha explicación, nadie más puso en duda su
criterio.
La saga de los SST-4 continuó en el ARA Salta
(Capitán de Fragata Roberto F. Salinas).
Este submarino zarpó para ejercitaciones el día 21
de mayo, cargando torpedos SST-4 armados en Argentina, bajo licencia, por la
empresa EDESA. En la teoría, estos “mod 1” presentaban ciertas mejoras técnicas
que los que llevaban sus gemelos “mod 0” enteramente alemanes, pero, en la
práctica, no habían sido probados.
El 24 ya había arribado a la zona de tiro, al norte
del Golfo Nuevo y, pasadas las 9:10 horas, se ordenó el lanzamiento de un
torpedo desde el tubo 7. El mismo corrió dentro del mismo por 1 minuto y 15
segundos, deteniéndose luego.
A las 10:25, el comandante del buque ordenó un
segundo lanzamiento, desde el tubo 1, activándose el torpedo por 54 segundos y
deteniéndose más tarde. 10 horas más tarde el torpedo, espontáneamente, se
volvió a activar durante otros 47 minutos.
Con dos torpedos trabados, el submarino volvió a
puerto, constatándose que uno de los sistemas de seguridad seguía activado y,
eso, impedía que los torpedos abandonaran el tubo.
Retomando sus intentos de lanzamiento, el día 15 de
junio, en horas de la tarde, se encontraba en la misma zona del Golfo Nuevo,
pudiendo finalmente lanzar con el tubo nº 6. Lamentablemente, al minuto y 41
segundos de la corrida, se perdió contacto con el torpedo y, por ello, se
ordenó el corte físico del cable.
Un último intento se hizo con un nuevo SST-4, el
cual parecía comportarse correctamente…hasta que se cortó la señal del cable de
guiado. Dos minutos más tarde, sin haber impactado blanco alguno, el torpedo
hizo explosión ruidosamente
Este último lanzamiento terminó con la penosa saga
de los SST-4 en Malvinas.
El HMS Lowestoft es hundido en ejercicios el 8 de
junio de 1986 por un torpedo Tigerfish mejorado, lanzado por el submarino HMS
Conqueror. El Tigerfish falló en Malvinas (The Sun)
Posteriormente a la guerra, se realizaron estudios
completos para investigar la causa de estos fracasos. Los resultados de la ARA
al respecto se encuentran aún clasificados, pero, AEG, su fabricante (el cual
en principio buscó una serie de excusas para endilgar responsabilidad al
personal de la Armada), pudo constatar que el torpedo ganaba profundidad desde
el lanzamiento, por ingreso de agua por rajaduras en su casco. Asimismo, se
llegó a la conclusión que la espoleta de contacto no resultaba fiable, entre
otra larga lista de problemas.
Obviamente, parte del fracaso puede endilgarse a la
computadora VM8-24, gran generadora de los cortes de la señal con los torpedos.
Pero, amén de ello, sencillamente las armas no funcionaron.
Tal es así que, en septiembre y octubre de 1982, el
fabricante ofreció a la Armada Argentina, en forma gratuita (como una especie
de compensación), repuestos de torpedos en cantidad, amén de asegurar
mantenimiento y reparación de las armas existentes. Para 1984 y sorteando el
embargo de armas, se envió a Alemania una parte importante de un torpedo para
serle realizados estudios, volviendo luego las conclusiones a la Argentina.
Reparaciones y actualizaciones (la versión actual
en servicio es la “mod 3”) mediante, los torpedos siguen siendo ahora
utilizados por la Armada.
Lanzamientos de combate se han efectuado sobre el
radiado ARA Py, el Yamana y el Polo Sur, todos con resultados satisfactorios.
No deja de ser interesante el paralelismo entre los
problemas de los torpedos Mk. 24, utilizados por las fuerzas británicas, y los
SST-4 de los submarinos argentinos. Los últimos fracasaron por su falta de
impactos, los primeros porque, sencillamente, no quisieron ser siquiera
utilizados.
Ambas armas prometían extraordinarios resultados
para sus usuarios, basados en su mayor alcance, precisión y letalidad. Sin
embargo, fallaron estrepitosamente en las mismas áreas. Posiblemente porque la
tecnología que les daba sustento no se encontraba, a fines de la década del 70,
suficientemente madura para hacerlos productos confiables.
Quizá la gran diferencia entre ambos contendientes
es que los británicos conocían perfectamente las limitaciones de estas armas,
mientras que la Armada Argentina había sido reacia en difundir los problemas
detectados. Los no detectados también eran muchos, tal es así que nunca se
había lanzado un SST-4 con cabeza de combate antes de la guerra.
Quizá por
una economía mal entendida, que considera que las armas pueden guardarse para
el combate cuando, ciertamente, solamente sirven para el combate las armas
debidamente probadas, en condiciones de guerra.
Una lección de las armas submarinas en Malvinas
1982.
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Wreford-Brown, Christopher (RN) - HMS Conqueror – “Report of Proceedings”
El autor agradece a Alejandro Amendolara, Fernando
Azcueta, Jorge Bergallo, Pablo Castro, Andrew Johnson, David Lagar, Roberto
Paz, Alberto Poskin, Jonathan Powis y Narendra Sethia.
"¿Listas para el combate? Armas submarinas en
Malvinas 1982" fue re-publicado en alemán por la prestigiosa revista
alemana Auftauchen (en 2 números de Enero/febrero 2014), de la Asociación de
Submarinistas Alemanes a la cual le agradecemos la gentileza las 12 páginas que
ocupo de su publicación, Nuestras felicitaciones para el autor
(*) Abogado (UCA / 1999) y Magister en Estrategia y
Geopolítica (ESG-EA / 2007).
Es autor de “Malvinas – Tras los Submarinos Ingleses”,
publicado por el Instituto de Publicaciones Navales en el año 2010, así como de
numerosos artículos sobre temas navales en revistas especializadas y páginas de
Internet.
Es profesor ayudante en las materias Derecho
Procesal Civil y Comercial II y Seminario de Práctica Profesional, en la
Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Católica Argentina.
En su actividad profesional, se ha especializado en litigios y derecho de
seguros, habiendo escrito varios artículos sobre la temática.
Fuente: https://www.elsnorkel.com
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